CAPÍTULO 11. LAS CORBATAS DE PAPÁ

Carlos miró por la ventana del coche hacia la calle durante un segundo, mientras esperaba a que el semáforo volviera a ponerse en verde. El Cd de Mercedes Serrano no había parado de sonar en su vida desde que lo comprara unos días antes, sobre todo aquella dichosa canción…

“Maldita sea” pensó el hombre, centrando de nuevo su atención hacia delante. Esa letra en especial le había tocado la fibra sensible de una manera… Al reanudarse la marcha siguió conduciendo durante un rato, sobrellevando la hora punta y el tráfico denso, hasta que llegó al parking en el que dejaba el coche por las mañanas. Y una vez estacionado miró la hora en su reloj, respirando tranquilo al comprobar que aún le quedaba un cuarto de hora para que diera comienzo la jornada laboral. “Bueno…” pensó indeciso. Miró su reflejo en el retrovisor, se ajustó el nudo de la corbata y dio unos toquecitos nerviosos en el volante, antes de apretar de nuevo el botón del reproductor de sonido y sentir un escalofrío con los primeros compases de la melodía… “Sólo la oiré una vez más” se dijo, cerrando los ojos…

Hacía dos minutos que Carlos había salido de la oficina cuando le sonó el teléfono.

—Hola cariño —contestó veloz, al ver que se trataba de su mujer— ¿Todo está bien?

—Sí cielo, no te preocupes. ¿Ya vienes para casa?

—En efecto, tardaré un rato. ¿Quieres algo?

—Pues la verdad es que sí. Necesito que vayas a comprarle un regalo a tu padre…

Al oír eso una lucecita se activó en el cerebro del hombre. “Oh, mierda, seré idiota” se regañó. Anselmo cumplía años en un par de días…

—¿Lo habías olvidado, verdad?

—Joder… Sí cariño. Menos mal que te tengo.

Lucía soltó una risita.

—No pasa nada cielo, tranquilo. ¿Tienes alguna idea?

—Le compraré un par de corbatas. Como por desgracia nos parecemos hasta en los gustos… —añadió él de forma bromista, consiguiendo que ella se riera.

—Me parece excelente, cariño. Desde que sale tanto con los amigos del imserso, tu padre se arregla más que nunca…

“Si, claro, con los del imserso” reflexionó Carlos con una sonrisa. “A lo mejor también le compro una caja de preservativos” reflexionó granuja.

—Pues lo dejo en sus manos de experto, señor. Su buen gusto le precede, así que…

—No estará intentando seducirme, señortia…

Su mujer volvió a soltar una risita.

—Para nada caballero, ya soy madre y estoy esperando el hijo de un hombre muy guapo…

Ambos se rieron a la vez.

—He estado un poco ido estos últimos días, ¿Verdad?

—Un poco, pero no pasa nada. Anda, corre a mirar eso y vuelve pronto a casa, que me muero de ganas de verte. Y ya que estás, cómprame fresas y nata, que tengo un antojo impresionante…

—Ahora comprendo el motivo de tanta prisa…—dijo Carlos, riéndose—. De acuerdo, con tal de que el bebé no nos salga con cara de fresón, te compraría cualquier cosa…

La sección de caballero de El corte inglés no se hallaba abarrotada de gente, algo que al hombre le agradó. Nada más bajarse de las escaleras mecánicas recorrió varias de las secciones un poco disperso, hasta que dio con la que buscaba y se plantó delante de una enorme mesa redonda llena de corbatas estiradas. Vistos desde arriba, le pareció que los cambios de texturas y de tonalidades formaban un curioso gráfico de tela repleto de color.

Carlos estudió las porciones de una en una, centrándose un poco. Desde luego, él tenía un criterio muy desarrollado en cuanto a los gustos personales de su padre, que eran casi clavados a los suyos. Así que solo debía pensar en qué compraría para él mismo.

Después de una pequeña búsqueda encontró una con un diseño que le gustó y la cogió para verla más de cerca. El estampado era precioso, de un Pasley de colores suaves que bailaban entre azules, crudos y verdes con un equilibrio asombroso, resaltando lo justo. Y el tejido parecía de calidad. “Puede ser una candidata” pensó, dándole la vuelta para mirar el precio en la etiqueta… Tras comprobar aliviado que no era demasiado elevado y entraba en su baremo decidió que se la quedaba y rodeó la mesa, buscando alguna más… “No, ya no veo ninguna que me atraiga por aquí…” caviló, dándose la vuelta para buscar en un mostrador que había a poca distancia, tan grande como una pared.

Y se hallaba absorto, estudiando las prendas, cuando una voz femenina lo sacó de su investigación…

—Disculpe señor…

Carlos reaccionó, topándose con una chica bonita y bastante joven, que debía de rondar la veintena, a lo sumo. Lucía un corte de pelo moderno y algo punky, de aquellos con un lateral rapado, e iba vestida con unos tejanos rotos y un abrigo largo y colorido, que se ceñía a su estilizada silueta.

—¿Si? —preguntó cortés.

—Sé que le sonará extraño, pero en cuanto lo he visto he sabido que podía ayudarme…

“Madre mía, a ver que me suelta” se dijo el hombre en silencio, extrañado. En su acento se percibía un suave deje inglés, pese a hablar un castellano casi perfecto.

—Verá —continuó diciendo la joven—. Hoy los dependientes tienen que estar de vaga o algo por el estilo, porque los he reclamado varias veces y no me han hecho nada de caso… Vamos, que para ellos debe de ser el día de tocarse los… ya me entiende…

El comentario hizo que Carlos se riera. Aquella niña tenía algo que le resultaba familiar y le gustaba, un desparpajo natural, encantador…

—Perdone, es que ya estoy un poco enfadada… ¿Podría ayudarme un segundo si es tan amable?

—Vaya jovencita, pues no sé si podré.

—Claro que sí, no se preocupe. Usted me ha parecido muy atractivo e interesante… y me agrada su gusto por la ropa… —expuso la chica, de forma nerviosa—. No piense mal por favor, no sé si me he explicado de la mejor manera…

Se hizo el silencio y los dos se rieron al mismo tiempo.

—No pasa nada —la relajó Carlos, conciliador. Creía saber lo que le iba a pedir—. ¿Necesita que la ayude a escoger algo para su padre o para un familiar, tal vez?

Un brillo relampagueó en los ojos azules de la muchacha, al mismo tiempo que una agradecida sonrisa se dibujaba en sus facciones.

—¡Si! —exclamó—. ¡Oh dear! No sé cómo no he podido exponerlo de ese modo, disculpe.

—Tranquila. Aunque yo tengo un gusto muy personal… y de tallas, solo entiendo sobre la mía…

—Por eso precisamente creo que puede ayudarme, lo de la talla no es un problema, ya que no busco camisas ni nada por el estilo. Verá, mi jefa me ha encargado que le compre un par de corbatas y algunas cosas para un regalo que desea hacer. Y como va muy liada, me ha mandado a mí en su lugar, como si yo fuera una experta en moda masculina… —se rio otra vez, encogiéndose de hombros.

—Bueno, eso es un buen comienzo —alegó Carlos—. Aunque yo tampoco lo soy, me guío por lo que me gusta… ¿Y le ha especificado un poco más?

—Pues sí, que tenían que ser regalos clásicos y elegantes. La jefa es muy buena tía pero tiene una mala leche impresionante cuando se enfada, por lo que no puedo volver con cualquier cosa…

El hombre no pudo evitar volver a reírse. Miró un momento la hora en su reloj y al ver que no era muy tarde, se decidió a ser un buen samaritano y ayudar a la chica. Además, a él también le faltaba escoger un regalo.

—De acuerdo, me has caído muy bien —le dijo, guiñándole un ojo. “Espero que no piense que soy un maduro verde”—. Y no queremos que “La jefa” le haga pasar un mal rato…

—¡Great! —exclamó la chica, entusiasmada por la idea—. Le prometo que no le haré perder mucho tiempo.

—Está bien.

—Mire, para empezar he de decirle que me gustan mucho tanto la corbata que lleva puesta como la que ha escogido.

—Gracias. Sabe, al igual que tú yo también ando buscando un regalo. Por suerte mi gusto es muy similar al del cumpleañero, así que no tengo problema…

—Qué bien, eso le facilita las cosas. Yo casi nunca me había fijado en un tipo de chico así, aunque he de admitir que comienza a gustarme.

Se hizo un silencio incómodo.

—No… no lo digo por usted, de verdad —se apresuró a decir ella, nerviosa—. Es simplemente que desde hace unos meses, me parece que la elegancia tiene su punto. ¿De dónde ha cogido esa corbata? Es muy bonita.

—No pasa nada, tranquila. De la mesa redonda, mire…

Y dieron unas cuantas vueltas por varias secciones de caballero, charlando sobre las prendas que llamaban su atención. Pasados unos veinte minutos ambos se hallaban en la cola para pagar.

Carlos iba con sus corbatas y la chica había escogido otras dos muy bonitas y de marca, a unos cuatrocientos euros cada una, a parte de un par de impresionantes gemelos, de tirantes, de calcetines con estampados elegantes y varios pañuelos de seda.

—¿Está segura de que quiere gastarse ese dinero? —preguntó él, mientras esperaban a que les tocara el turno—. En muchas ocasiones que algo sea de una marca famosa no significa que haya una garantía de calidad…

La joven lo miró sonriente.

—Bueno, todo ha superado su criterio…

—Sí, lo sé, pero ya le he dicho varias veces que por menos dinero también puede adquirir productos muy buenos. Sólo hace falta saber dónde y qué buscar, no veo necesario gastar cantidades tan exhorbitantes de dinero. Las que yo he escogido no cuestan ni la mitad y la firma es muy buena, se lo puedo asegurar…

—Muchas gracias, de verdad. Pero la jefa quiere que sean este tipo de regalos. Y la jefa es la jefa…

—Está bien, no le insisto. Menuda ha de ser su jefa.

Los dos avanzaron un poco.

—He de añadir en su favor que es una mujer maravillosa cuando no anda cabreada… No sabe cuánto le agradezco la ayuda, de verdad. Es una persona genial, todo un señor de los pies a la cabeza.

—De nada, ha sido un placer —respondió el hombre, halagado—. Ahora solo espero haber dado en el clavo…

—Yo creo que si… Por cierto, soy muy mal educada… —añadió ella algo nerviosa, tendiéndole una mano—. Me llamo Abigail.

—Encantado jovencita. Yo me llamo Carlos.

—Great. Ese nombre está apareciendo mucho en mi vida últimamente… ¿Y es de aquí?

—Si. ¿Y usted jovencita?

—Soy americana. Pero mi madre es española y el castellano es mi segunda lengua. Aunque en los últimos años he vivido en Londres. Ahora estamos aquí por trabajo, aunque creo que la cosa ha ido derivando bastante…

—Vaya, espero que para bien…

—Ni se lo imagina, está siendo toda una experiencia…

En ese momento les tocó el turno de pagar. Y unos instantes después, ambos se dirigieron a la planta principal.

—Prefiero despedirme a la española, si no le importa —dijo la chica, dándole al hombre dos besos—. Ha sido un super señor, muy amable, de verdad. Le estoy muy agradecida.

—De nada —dijo él, un poco cohibido—. Es lo que tiene ser un super señor.

Ambos se miraron a los ojos y se sonrieron. Después, la joven se dio la vuelta y salió a la calle. Carlos la vio marcharse con una extraña sensación interior. Había sido una experiencia muy insólita pero le había gustado. “Mi mujer alucinará seguro cuando le explique esto” pensó. Siempre se lo habían contado todo y no veía por qué aquello debía ser diferente. “Oh, casi lo olvido, las fresas y la nata” recordó. Entonces se percató de un detalle que logró dibujarle una sonrisa en la cara, pues durante un rato, se había olvidado de su dichosa madre y sus canciones…

Lucía masticaba lentamente, mientras escuchaba el relato de su marido con el semblante muy serio. Éste había tenido el detalle de prepararle una copa inmensa de fresas con nata, con un poco de chocolate deshecho por encima y unas birutitas de colores.

—Vaya con la jovencita —dijo ella un poco tajante, dejando a su marido aturdido.

—Oye cariño… no me jodas, ¿Quieres?

—Los hombres sois muy ingenuos y el mundo está lleno de lagartas —la mujer hizo una pausa, antes de sonreír—. Amor, es normal que otras te miren, yo siempre te he visto un tipo muy guapo e interesante. Y sabes que me fío de ti, en eso los dos siempre hemos sido iguales.

Carlos se sintió aliviado y se rio. Luego, se acercó a Lucía y la abrazó con cuidado de no mover demasiado la cuchara llena que se había quedado paralizada en el aire.

—Tu siempre serás mi casa, Lucía, mi mayor deseo convertido en realidad —añadió él, acariciándole el vientre—. Y eso no cambiará nunca.

—Vaya con el señor escritor —susurró ella, besándolo en los labios—. Tal vez debería desconfiar un poco, ese don de palabra es demasiado tentador… —sus labios volvieron a unirse— ¿Y cómo era nuestra risueña damisela en apuros? Casi que me da pena, pobre Abigail, como ha de ser su jefa…

Carlos la miró a los ojos y soltó una risita.

—Pues una cría bonita y encantadora, con mucho desparpajo. Lo mejor de todo es que me transmitía una sensación extraña, como si me recordara a alguien… y aún no he conseguido determinar a quién…

Carlitos jugaba con su muñeco de acción favorito en la bañera, mientras Carlos le enjabonaba el pelo con las mangas de la camisa arremangadas hasta los codos. Hacía ya un buen rato que se había quitado la corbata y sustituido los zapatos por unas zapatillas que ahora se le pegaban sobre los calcetines, después de que el niño le mojara la parte baja de las piernas con una ola improvisada.

—¡No aprietes tanto, papá! —se quejó el nene—. Que me arrancas el pelo…

El hombre aflojó la presión de los dedos al instante.

—Lo siento, chavalote, estaba pensando en mis cosas. ¿Que tal ha ido el cole?

—Muy bien, como siempre… ¿Sabes? Hoy he aprendido una palabra nueva, pero ha sido en la calle.

—¿A si? —quiso saber su padre, mientras comprobaba la temperatura del agua con la mano y comenzaba a aclararle el pelo con cuidado de que al crío no le cayera nada en los ojos— ¿Qué palabra ha sido tan afortunada de que la hayas aprendido?

El niño soltó una risita y sumergió a su soldado, como si fuera un buzo.

—Se… Serebdipia.

Carlos miró a su retoño levantando una ceja, gratamente sorprendido. “Que pasada, vamos, cualquier cosa” pensó sonriente.

—¿Quieres decir Serendipia?

—¡Sí, eso papá, lo sabes todo! La he visto escrita en una parada de bus cercana al cole. Aunque el yayo ha tenido que decirme lo que significa.

Entonces el hombre entornó los ojos. “A ver si el abuelo ha sabido explicarse” se dijo.

—Que bien, campeón. ¿Y qué significado tiene?

—Pues es una cosa que pasa cuando estás buscando algo, y en vez de encontrar lo que quieres, encuentras otra cosa muy buena y chula de forma inesperada.

“Un punto para Anselmo” pensó Carlos, bastante satisfecho con la explicación.

—No está nada mal, cariño, os felicito a los dos.

Entonces el nene se volvió y le dedicó a su padre la más radiante de las sonrisas…

El hombre se hallaba tan concentrado corrigiendo su texto que apenas podía prestar atención a cuanto le rodeaba, con los cascos calados en las orejas y el maldito cd de Mercedes Serrano + The Anonymous Strangers sonando constantemente. Y cuando llamaron a la puerta, el sonido del timbre apenas logró romper su concentración.

“Ya abrirán” pensó por un momento, siguiendo con lo suyo. Pero cuando el segundo toque se coló en la música, se quitó los auriculares y se levantó de mala gana, recordando que su mujer había salido y su padre se había marchado a celebrar su cumpleaños con su amiguita especial.

Durante un segundo Carlos se miró en el espejo del pasillo, viendo que un lado de la camisa sobresalía demasiado junto a uno de los tirantes. La colocó en su sitio con un gesto rápido y en ese momento oyó que el niño corría hacia la puerta y la abría… “Joder Carlitos, mira que te lo tengo dicho” se dijo nervioso, acelerando el paso.

—¡Pero mira que niño tan bonito! —escuchó que alguien saludaba al crío, con una voz femenina que le resultaba familiar.

—Gracias —contestó el nene.

—¡Que educado! —exclamó otra mujer— ¿Está tu papá en casa?

“Serán unas comerciales” reflexionó el hombre. Llegó hasta la puerta y se colocó detrás de su hijo, centrando primero su atención en él.

—¡Carlitos! ¡Cuántas veces te tengo dicho que no abras a nadie! —lo regañó severo.

—Perdona papá, es que como no lo hacías tú…

—Luego hablaremos muy seriamente. Disculpen, buenas tardes, ¿Que desean?

En ese momento Carlos miró al frente, quedándose de piedra…

—¡Abigail! —soltó, sin poder ocultar su sorpresa.

La chica del Corte Inglés lo miraba con la boca abierta y los ojos brillantes. Iba cargada con dos bolsas de regalo y acompañada por una mujer que parecía sacada de una película, toda vestida de negro y con un enorme sombrero calado sobre la cabeza. Parecía una espía de incógnito, una imagen que quedaba reforzada por unas modernas gafas de sol que le ocultaban los ojos, junto a un foulard que le cubría la parte inferior de la cara.

—¡Carlos! —exclamó la joven, tapándose la boca con la mano libre—. Oh my god, it’s amazing…

—D… Desde luego, pero… ¿Qué… que haces aquí?

—Yo, verás… vengo con la jefa… —respondió ella, mirando a su acompañante, cada vez más emocionada—. Bueno, en realidad es…

Entonces, por instinto, padre e hijo desviaron la vista hacia la otra mujer y observaron como se quitaba las gafas de sol y el sombrero, para luego apartar el foulard de su rostro…

El hombre sintió un nudo en la boca del estómago, un vértigo repentino cargado de emociones encontradas…

—Hola cariño —lo saludó Mercedes Serrano, con la voz temblorosa y los ojos azules increíblemente brillantes—. Por fin he reunido el valor de picar a tu puerta…

—¡Es la yaya! —gritó el niño, dando saltitos y aplaudiendo, mientras se reía lleno de felicidad—. ¡Es la yaya!

—Y también es mi madre —añadió Abigail, logrando que Carlos volviera a centrarse en su presencia, con ojos muy abiertos he hinchados…

Licencia Creative Commons
EL NIÑO QUE NO ENTENDÍA CONVENCIONALISMOS 11. LAS CORBATAS DE PAPÁ por Ramón Márquez Ruiz se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.

Me llamo Ramón Márquez Ruiz y soy escritor, diseñador gráfico e ilustrador. Bienvenidos a Novelesco. Si deseas saber más cosas sobre mi, clica abajo. Muchas gracias por leerme ; )

4 Comentarios

  1. Julia C.

    Un relato estupendo, Ramón. Hasta el sueño se me ha pasado de lo absorta que estaba leyéndote 🙂

    Es una historia llena de «frescura» y originalidad. Lo cierto es que me hubiera dado mucha pena que Abigail desapareciera de la vida de Carlos, y no sé por qué. Bueno, seguro que lo descubro si continúo leyendo las entregas próximas :))

    ¡Un abrazo!

    Responder
    • Ramón Márquez Ruiz

      Muchas gracias por leerme, comentar y por los halagos, Julia! Me alegra que te haya gustado. Espero no haberte desvelado demasiado, jeje, aunque me encanta que te haya atrapado tanto. Puede que en breve retome la historia, desde luego cerrada no está y creo que como mínimo, tendrá una segunda temporada completa. Un abrazo! ; )

      Responder
  2. Turismo

    Me agrada la forma en la que escribes, muchas gracias, proseguiré leyendo tu blog.

    Responder
    • Ramón Márquez Ruiz

      Muchas gracias por comentar, Turismo! Me alegra de que te haya gustado y te invito a volver a Novelesco siempre que quieras! ; )

      Responder

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