Bienvenidos. Como es de buena educación, me presento a los incautos que lean estas líneas. Me llamo Mr. Ogro y voy a dejar que penséis que soy la mascota del blog. Vivo en una encantadora cueva, mi oscuro oasis de tranquilidad, un rinconcito de tinieblas perfecto para estar a gustito bajo la titilante llama de una pequeña hoguera. Por fortuna el Márquez pensó en todo y no me ha obligado a vivir en un espacio tan blanco y pulcro. Un GRAN acierto.
Seré vuestro guía en esta sección. ¿Quién dijo que las luces no disponen de un elaborado sentido del humor? En Cuentos de Hadas para no dormir seré yo, una criatura de oscuridad menor, a la que han obligado a convertirse contra voluntad y natura en presentador, quien os desvele este formidable universo repleto de engaños y claroscuros. Lo mejor de todo es que en el fondo, me dirijo a vosotros por puro placer y diversión.

Como reza el título, hablaré abiertamente y sin tapujos sobre algunos cuentos clásicos, esas pequeñas joyitas edulcoradas que decoran la infancia de la mayoría de los niños del planeta, incluida la tuya, luciernaguilla. Sí, lector, lo has leído bien. Tu lucecilla me molesta, aunque sea tolerante nunca dejaré de ser un ogro. Por suerte dispongo de unas chulas gafas de sol, por si la velada se torna demasiado brillante para mi gusto.

¿Esos relatos os parecen maravillosos? Hay una cosa que a mi me lo resulta más todavía. Y os preguntaréis, por supuesto, “¿Qué es lo que tan maravilloso te resulta?” Os lo diré, siendo el ser más bochornosamente sincero de las tinieblas. Destrozar tus queridos recuerdos infantiles, luciernaguilla. ¿Has visto algún video de gatitos últimamente? Si… tu media sonrisa te delata. Ahora hagamos una cosa. Imagínate a un servidor con el cuerpo de un lindo gatito, levantando una patita en su cajita gatuna rosa y soltando litros de su encantadora orina de purpurina sobre todas esas historietas cortas, plagadas de dulces moralejas. En la tienda de mascotas se quedaron sin arena, por lo que me vendieron cuentos.

¿Tanta sinceridad os abruma? Pues me encanta. Como a todo buen caballero Ogro, me encanta el pitorreo y el humor oscurete; advertidos quedáis.

Cada semana haremos el repaso sobre un cuento, descubriendo que su origen puede no ser tan delicado como se espera. Y una vez hechas las presentaciones, vayamos al trapo, al tema que realmente nos interesa.

Comencemos a dar el pistoletazo de salida a esta sección. Y no hay mejor forma de empezar, que dando la bienvenida a…

Vamos a jugar a un juego. ¿Lo adivináis por la portada?

Una pequeña pista: ¿Os gustan las manzanas envenenadas y los ataúdes de cristal? En el caso de que la respuesta sea afirmativa, nos llevaremos muy MUY bien.

¿Qué decir de éste relato que no se sepa ya? Porque… Habréis captado que hablamos sobre BLANCANIEVES, ¿verdad?

Haré como que sois personas inteligentes y os daré un breve resumen, para que un servidor pueda entrar en contexto.

El cuento explica la historia de una joven y hermosa princesa, cuya piel es tan blanca como la nieve. Si, un nombre y título muy original, por supuesto.

La joven es huérfana de madre —la pobre murió durante el parto— y crece protegida por su padre, un rey que decae ante la tristeza. Aunque su ánimo apesadumbrado dura muy poco, ya que pronto el buen hombre comienza a sentir de nuevo la imperiosa necesidad de los mimos de una nueva esposa.

¿Quién dijo que había forma de controlar a la naturaleza? Y como no puede ser de otra manera, entre todo un elenco de pretendientas el rey acaba escogiendo a la más hermosa, una femme fatale de belleza sublime que oculta un tenebroso secreto. En realidad la nueva reina es una bruja malvada, una con una personalidad extremadamente egocéntrica y despiadada. ¿Dónde estás amorcito? Cuanto rey mojigato con demasiada mujer para él.

¡Qué injusta es la vida, privando a un ogro solitario como yo de semejante bomboncito!

Volviendo al relato, en algunas versiones la soberana asesina a su esposo para quedarse ella sola con todo. En otras, la dulce Blancanieves pierde a su padre de enfermedad. Incluso hay algunas en las que el hombre pasa a ser una completa marioneta de su señora, carente de cualquier atisbo de amor propio, o lo que es peor, de amor hacia su progenie. Aunque muerto o calzonazos, el rey posee un papel puramente segundón e innecesario, por lo que no gastaré más tiempo en hablar sobre él.

Regresemos al tema de la reina, pues. Ella posee un espejo mágico que habla y al que pregunta cada noche quien es la mujer más hermosa del reino. Durante un tiempo el objeto mágico siempre le responde que es ella, engordando su ego, mientras la princesita va creciendo. Pero el tiempo pasa para todos, llega un glorioso día de primavera, los pájaros cantan en la ventana y Blancanieves ya es una preciosa muchacha. La vida le sonríe, el reino la adora. Y todo le va bien, hasta que para su mala fortuna, el espejo de la madrastra la menciona.

Este acontecimiento consigue que la malvada bruja siniestra sienta una descomunal animadversión hacia su hijastra, un odio alimentado por celos y envidia desmedidos que desemboca en una vena homicida e injusta. Dejándose llevar por esas emociones oscuras, contrata a un cazador para que lleve a su hijastra al bosque. Una vez allí el hombre sólo ha de cumplir con una misión muy sencilla, o a ella se lo parece: Asesinar a la preciosa muchacha y traerle el corazón como prueba.

Personalmente, creo que mi amorcito no tenía buen ojo para los negocios. Si necesitas que se haga un trabajo macabro, contrata a un psicópata, a un malnacido, a un hombre lobo o a un vampiro cruel… Nunca jamás, prohibido, ¡MAL! fuerces a que una buena persona tenga que convertirse en un monstruo. Porque fallará.

El cazador, horrorizado por los deseos de la soberana, le cuenta a la princesa de las intenciones de su madre postiza y la deja libre en el bosque. Y como le han ordenado que regrese al castillo con una prueba de su crimen, caza a un jabalí y se lleva su corazón. Creo que al hombre lo acompaña una buena estrella, porque la madrastra traga el anzuelo y cree muerta a la competencia directa.

Mientras tanto, Blancanieves huye por el bosque tenebroso, hasta que se topa con una casita muy bonita pero dejada. Desesperada, asustada y hambrienta, la princesa decide entrar.

Resulta que allí viven siete enanitos que trabajan en las minas cercanas. Y como ya han pasado al siguiente nivel de la suciedad, volviéndose puerquitos —la casa está hecha un desastre—, deciden acoger a la muchacha para que los cuide un poco. Siempre me inclinaré a pensar que alguno de aquellos gentiles hombres en miniatura albergaba algún deseo sexual, aunque no es menester mencionarlo, tan solo deseaba hacer una pequeña reflexión personal. ¿A quién no le gusta alegrarse la vista con un buen caramelito de vez en cuando? Y si encima limpia —ya he dejado claro que por alguna extraña incógnita que no vislumbro, ellos no lo hacen demasiado bien—, cocina —o sabe hacer algo más que un huevo frito—, es amable, bondadosa, sabe charlar e ilumina la casita con una deslumbrante sonrisa, tanto mejor.

La convivencia entre la princesa y sus nuevos amigos mejora cada día. Pronto, los enanos ven a esa joven doncella como algo indispensable en sus vidas, así que aconsejan a la bella chica que sea cauta y no hable con extraños mientras ellos van a trabajar. Pero en todo buen cuento de hadas que se precie, siempre ha de haber precisamente un pero, viva la redundancia. Resulta que la reina vuelve a preguntarle al espejo encantado quien es la dama más hermosa de la corte. Y éste responde otra vez que Blancanieves, delatándola.

Enfurecida por la traición del cazador, mi bomboncito del día decide ser ella misma quien se encargue del problema y se disfraza de anciana desvalida, llena de sentimientos homicidas. Acude al bosque y encuentra a su hijastra en la casa de los enanitos. La falsa viejecita lleva una cesta con manzanas, todas envenenadas, por supuesto. Y ofrece una a la princesa, que la acepta de buen grado, siendo confiada. “¿Qué mal puede hacerme esta pobre señora?” se pregunta nuestra joven y risueña princesita de cuento. Nada, cariño; en tu caso, sólo asesinarte.

Al primer mordisco Blancanieves cae supuestamente muerta al suelo y la reina vuelve al castillo, más feliz que el día en el que enterró a su difunto esposo, en el caso de que hablemos de la versión en la que lo asesina nada más desposarse con él.

Y cuando los enanos llegan a casa, encuentran a la muchacha tumbada en el suelo. Intentan despertarla, pero no consiguen nada. Lloran desconsolados, dándola por muerta. Se han quedado sin nadie que les haga las labores domésticas, creen que jamás volverán a verla sonreír, ni cantar, ni danzar. Y como homenaje fabrican un bonito ataúd de cristal, donde colocan su hermoso cuerpecito, como si se tratara del expositor de un centro comercial.

Tras unos días de pena indescriptible, junto a mucha suciedad, llega un joven príncipe vestido de azul y montado en un corcel blanco. Pasaba justo al lado de la casa cuando ve el expositor, digo ataúd, y queda prendado del cadáver que hay en su interior. Así que ni corto ni perezoso decide besarlo y por arte de magia, nuestra querida Blancanieves despierta, escupiendo un trozo ponzoñoso de manzana. Los enanitos saltan de alegría, aunque ésta dura poco. La enamorada y recién conocida pareja los abandona para ir a casarse a Las Vegas. Es broma, queridas luciernaguillas. En realidad se van al reino del mozo y se desposan allí, disfrutando de una larga vida repleta de amor, flores y demás parafernalia romántica.

Y ésta sería la versión de la historia que seguro, más o menos, os han relatado de pequeños hasta la saciedad. ¿Cierto? Pues ahora es cuando me lo voy a pasar realmente de maravilla. ¿Recordáis lo que dije antes sobre los gatitos? Ya estoy en mi cajita de arena, preparado para hacerme pis… Os han contado falacias y mentiras, queridos lectores. Ahora os explicaré cómo es el cuento original.

Hay algunas diferencias con el relato anterior. La primera de todas, y la que a mi juicio es bastante dulce, trata sobre la madrastra. Aunque para abordar ese subtema me veré forzado a ahondar un poco en la historia. No pongáis esa cara, luciernaguillas. No me explayaré demasiado, sólo lo suficiente como para haceros un poco de tortura psicológica… Es broma, pretendía ser un poco gracioso. Por suerte lo que voy a mencionar servirá para la mayoría de episodios de esta sección, por lo que en un futuro venidero no me enrollaré demasiado.

Ahora metámonos en contexto. Imaginémonos los albores del siglo XIX, para ser más explícitos vayamos hasta la sociedad burguesa alemana. E introduzcamos en la ecuación a dos hermanos, Jakob y Wilhelm Grimm.

Estos dos mozos recopilaron cuentos de la tradición oral de su país, destinadas a mentes adultas por su elevado contenido violento y sexual. Tras suavizarlas varias veces y volverlas “aceptables” para su época, las recopilaron en un libro titulado “Cuentos para la infancia y el hogar”.

Por supuesto, en 1800 la mentalidad había cambiado respecto al medievo, junto a las condiciones socioculturales. Ya no estaba bien visto, entre una larga y malévola lista de actos deshonrosos y vandálicos que plagaban esas historias, que una MADRE deseara asesinar a su propia hija/o…

¡Oh là là!, lo habéis leído bien. En la Blancanieves original la malvada bruja no era otra que la propia madre biológica, celosa de que su progenie fuera más hermosa. Pobre princesita, de haber nacido fea, seguro que su progenitora la habría querido.

Y eso sucede en muchas otras historias más. Los hermanos Grimm transformaron a las madres psicóticas de los cuentos en madrastras, junto a otras cosas, para que la clase burguesa no se les arrojara al cuello. Qué remedio, en aquella época la cultura no se hallaba al alcance de cualquiera como ahora, una era en la que los programas basura de las cajas tontas desplazan a los libros y demás. Aunque a mi eso me parece bien. La población inculta y descerebrada da menos por saco, es fácil de engatusar y dominar. Si, si, si, ya sé que ha sonado muy rancio… Pero… Soy un ogro, ¿recordáis?

Volviendo a Blancanieves. Ahora sabemos que su propia madre deseaba matarla, porque sentía que le hacía la competencia directa. Aunque para vuestra desgracia ese no será el único elemento escabroso, ni el último tampoco. Pues en algunas versiones del relato, a parte del corazón, la reina le pide al cazador que también le lleve los riñones. Y cuando el hombre regresa con su falso botín, mi amorcito lo devora, creyendo que se está comiendo partes de su propia hija. Adoro el canibalismo en las historias, les confieren un toque tan tierno…

Como ya dije antes, queridos lectores, las diferencias no se terminan aquí. Aunque para comprenderlas vamos a retroceder hasta la versión censurada, para quedarnos justo en el punto en el que la reina descubre que su hija sigue perteneciendo al mundo de los mortales y vive bastante feliz con los siete enanitos. Supongo que tener un espejo encantado, gigante y chivato, ayudaría a cualquier detective de poca monta que necesitara levantar el negocio. ¿Por qué digo esto?

La respuesta es muy sencilla. El caso es que la mujer intenta asesinar a su hija tres veces. Sí, luciernaguillas, lo habéis entendido a la perfección. TRES. Aunque como supondréis, acaba fallando todos los intentos, para la fortuna de nuestra preciosa princesita.

Ahora voy a citarlos en orden cronológico:

1

Para estar guapa, primero hay que sufrir

La reina se disfraza de buhonera, que sería una comercial a puerta fría moderna. Se planta en la casita de los enanos y enseña a Blancanieves unos bonitos collares de cintas. Después de varios intentos consigue que la muchacha se los pruebe, algo que utiliza en su propio beneficio intentando estrangularla con ellos. En cuanto la joven cae inconsciente, la mujer huye, pensando que por fin ha conseguido aniquilarla.

Un rato más tarde, los enanos, que regresan a casa después de una intensa jornada de trabajo en las minas, encuentran a la princesa desmayada y le cortan los collares que le oprimen la garganta, consiguiendo que despierte.

2

Estilismo tóxico o «Ésta, mejor que no te peine ni muerta»

Después de fallar, la malvada madre de Blancanieves urde otro fantástico plan. Crea un peine de diseño maravilloso, realmente bonito, con unas cerdas tan afiladas como cuchillos. Para obtener un mayor índice de éxito, mi bomboncito real las emponzoña con un potente veneno. Chica lista, el tipo de fémina que me gusta; hermosa, inteligente, despiadada, fría… Aunque no soporto a la gente patosa. Y por desgracia, éste portento de helado corazón no debió de asistir a una academia para malvados psicóticos; o si lo hizo, suspendió en la asignatura de infanticidio.

Como no podía ser de otro modo, la bruja acude de nuevo a ver a su querida hija, disfrazada de vendedora de peines ambulante. Al principio la muchacha se muestra desconfiada con ella, algo que habla mucho en su favor. Menos mal que a parte de bonita, es lista. Supongo que sobrevivir a un intento de asesinato desarrolla la picardía de cualquiera.

No obstante la vendedora no se rinde. Tras dos horas de mareo incesante consigue que la muchacha, con tal de que la deje tranquila y se marche, pruebe el peine especial. Y al instante cae desmayada. Dándola por muerta de nuevo, la reina marcha triunfal.

Al final del día los enanos regresan a su dulce morada, topándose con la joven en el suelo. Asustados la zarandean, sin que suceda nada especial. En ese momento uno de ellos descubre el peine entre su cabello y se lo quita al instante. Entonces ella despierta y les habla sobre la vendedora ambulante.

Convencidos de que el susto ha sido obra del objeto, le investigan la cabeza. Resulta que el peine provocó un pequeño rasguño en el cuero cabelludo, sin llegar a clavarse en la carne. Vamos, Blancanieves se libró de la muerte ya que al sólo rasguñarse, una pequeña cantidad de veneno —insuficiente para causar su fatal propósito— entró en su torrente sanguíneo. A eso yo lo llamo gozar de una buena estrella. 

3

Manzana ponzoñosa repleta de amor

Harta y asqueada de que su hija posea las mismas vidas que un gato, la reina urde el plan definitivo.

Compra un kilo de manzanas y busca la más roja de todas. Tras encontrar la fruta perfecta, tan bonita y sedosa como la princesa, la envenena hasta el corazón, con todo su puro amor.

Disfrazada de viejecita desvalida —creo que ya había quemado el de buhonera—, mi villana favorita de la semana regresa a la casa de su hija. Amparada tras su logrado aspecto, consigue que la joven le dé un mordisquito a la manzana.

«¿Qué mal puede hacerme una fruta tan perfecta?» se pregunta Blancanieves. Nada, tesoro. Sólo matarte.

Al primer mordisco la princesa cae otra vez al suelo, inconsciente. Y la reina vuelve al castillo convencida de su triunfo definitivo.

Al llegar la noche los enanos regresan a casa para encontrarse de nuevo a la princesa tendida, inconsciente. Lo intentan todo para despertarla, nada funciona, nada se la devuelve. Finalmente la dan por muerta, con toda la pena del mundo. Los tristes y desconsolados enanitos la lloran a su manera, creándole un bonito sarcófago de cristal, a lo expositor.

Van sucediéndose los días y Blancanieves no se pudre. Sigue igual de hermosa y fresca, todo un espectáculo para los ojos, mientras la casa vuelve a transformarse en un campo de batalla contra la suciedad. Entontes pasa por allí un príncipe vestido de azul, con su inmaculado corcel blanco, acompañado de sus criados. Nada más ver a la muchacha en el féretro, el galán se enamora locamente de ella y pregunta cuál es su historia a los apenados enanitos que la lloran.

Tras oír a los hombrecillos, el príncipe les ruega que le dejen llevarse el cuerpo. No se detiene hasta que consigue lo que desea y manda a sus criados a que carguen el ataúd en un carro para transportarlo a su castillo. Entonces ocurre algo. El vaivén que provocan los sirvientes al trasladar el peso muerto del ataúd, provoca que Blancanieves escupa un pequeño trozo de manzana que se había quedado en su garganta y despierta, para el asombro de todos.

¿Quién dijo un beso de amor? Eso fue una invención de los hermanos Grimm.

De momento… ¿Qué os parece el relato original? Aún falta el final, que a mí me parece de lo más encantador.

Nuestra querida princesa se promete con el príncipe azul y marcha junto a su futuro esposo, que resulta ser el hijo del soberano del reino vecino. Al llegar a casa, nuestra pareja de tortolitos organizan los preparativos del enlace, invitando a todos los nobles de los reinos cercanos. Y como no podía ser de otro modo, mi dama oscura, mi bomboncito venenoso de amor, nuestra madre homicida, también recibe la invitación.

En ese momento la reina vuelve a preguntar en el espejo quien es la dama más hermosa. Y este le responde que ella es muy bella, pero que la que será una joven reina lo es más todavía.

Intrigada y celosa, la villana acepta la invitación y acude al enlace, sin saber que va a asistir a la boda de su propia hija. Por ese entonces Blancanieves ya le ha explicado a su prometido sobre los planes de su madre para asesinarla. Y éste, al enterarse de que su suegra a sido invitada a los esponsales, urde un maravilloso plan. Por fin sabe qué esplendoroso regalo de bodas le hará a su recién esposa. Sabe que la dejará sin aliento, sabe que la hará una mujer realmente feliz. En secreto, ordena que fabriquen dos preciosos zapatos de hierro; ya veréis para qué, no nos adelantemos.

Cuando llega el día de la boda, la celebración discurre con tranquilidad. Durante el baile la reina malvada consigue acercarse a la joven pareja y horrorizada, reconoce a su propia hija. Segura de que corre peligro, intenta huir. Pero el príncipe azul, que ya preveía esa situación, ordena de inmediato que la apresen. Una vez reducida, la bruja es conducida ante la joven pareja.

Blancanieves sonríe al ver a su madre de esa guisa, pero no despega los labios. Entontes el príncipe ordena que les traigan los zapatos que mandó confeccionar. Pero antes de llevárselos pide que los calienten al fuego, hasta que adquieran un tono tan rojo como la sangre y una temperatura más ardiente que el infierno. Una vez los sirvientes acuden al banquete con tan extraña petición, el marido de Blancanieves ordena que calcen a su suegra con ellos y la obliga a bailar… hasta la muerte.

Imagino la escena, la música, la pareja de tortolitos bailando junto a los invitados, el dulce aroma a carne chamuscada, los gritos y berridos desgarradores ahogados por la orquestra, y a nuestra querida villana de la semana sufriendo una tortura atroz hasta perecer… ¿Para que conformarte con regalar una joya cuando puedes acabar con la vida de tu suegra?

Sí ya sé que ha podido sonar rancio. Pero lo diré las veces que sea necesario. Soy Mr. Ogro, ¿Recordáis?

Y aquí nos detendremos por ahora. Ya os he contado el auténtico relato de Blancanieves. Pero antes de marcharme, mis luciernaguillas, me gustaría soltar una pequeña puyita. Hay una cosilla del cuento que se me antoja de lo más interesante, y de la que muy poco se habla. ¿Cuál? Espero que os preguntéis… muy bien, así me gusta, mis queridos lectores. Es una diminuta observación personal, ya que pienso… ¿Para qué diablos quería el príncipe llevarse un cadáver, por muy hermoso que fuera? Me encantan los detallitos morbosos, de esos tan cabroncetes que obligan a pensar un poco…

Hasta el próximo Miércoles, amiguitos y amiguitas!!! Si os atrevéis…

Bibliografía:

CUENTO, WIKIPEDIA

BIOGRAFÍA HERMANOS GRIMM, WIKIPEDIA

Me llamo Ramón Márquez Ruiz y soy escritor, diseñador gráfico e ilustrador. Bienvenidos a Novelesco. Si deseas saber más cosas sobre mi, clica abajo. Muchas gracias por leerme ; )

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