El texto que viene a continuación tiene algo de historia. Inicialmente fue concebido para un concurso en el que participé hace tiempo, el I PREMIO DE MICRORELATOS DE IASA ASCENSORES.

Se trataba de un micro de 500 caracteres y su trama me hizo pensar que merecía un relato en toda regla. Así que unos meses más tarde, después de que por fin saliera el fallo del jurado y ver que NO, no había quedado finalista, me puse manos a la obra. Pero por una serie de sucesos nunca me veía capaz de terminarlo y se fue quedando en el tintero, hasta que a principios de año decidí que era la opción perfecta para un post tan especial como este. Así que, tras afinar y terminar la receta durante casi un año, aquí lo tenéis, recién salido del horno y aún humeante por haber sido cocido a fuego lento. Espero que os guste ; )

Aquel solar había permanecido vacío durante mucho tiempo, rodeado por edificios de aspecto moderno y aséptico, como si dibujara una fea cicatriz en el devenir del progreso. Pero de la noche a la mañana alguien había dejado el ascensor, pegado a la vieja y gastada pared de ladrillo. Parecía una enorme caja rectangular abandonada a su suerte, junto a una placa con un misterioso mensaje escrito.

—Epifanía en el aire —leyó Julián en voz alta. “Esto es rarísimo” pensó a continuación, encogiéndose de hombros. Cada mañana pasaba por allí y estaba seguro de que el día anterior no había nada. “¿Se habrán desecho de una vieja cabina?” se preguntó un instante después, sintiendo el irrefrenable impulso de acercarse a las puertas cerradas.

Un rápido vistazo le bastó para ver lo nuevas que parecían, un hecho que despertó aún más su curiosidad. Y al contemplar el panel de botones, descubrió que los números se iluminaban en una cuenta atrás…

—¡Pero si funciona! —exclamó asombrado, sintiéndose de golpe como un niño. Miró la hora en su reloj y se cruzó de brazos, decidido a ver qué sucedía; aún le quedaba tiempo para llegar al trabajo y algo le instaba a que esperara.

Cuando el número cero se iluminó con una luz azul, sonó una campanita y las puertas se abrieron mostrando un interior completamente vacío.

—Suba, caballero —se oyó una voz masculina y grave, radiofónica.

Julián pegó un bote, sorprendido.

—Sí, sí, se lo digo a usted.

El chico pensó que el ascensor tenía instalada una cámara o un micrófono. Y al preguntar si podían oírle, alguien lo obsequió con una clara respuesta afirmativa.

—Lo escucho perfectamente. ¿Por qué no sube? Percibo que lo desea.

“Esto ha de ser una broma” pensó el joven.

—No puedo… voy a llegar tarde al trabajo… —contestó inseguro, mirando en derredor sin saber a ciencia cierta lo que buscaba. A lo mejor se estaba convirtiendo en la víctima de algún programa televisivo…

—Le prometo que no le haré perder nada de su tiempo, adelante.

Aquella voz de locutor poseía algo mágico que inspiraba una confianza infinita. Julián estudió por un momento el interior de la cabina, comprobando lo limpia y brillante que parecía. “Es una aventura” se dijo, dejándose llevar y cruzando el umbral, percibiendo al instante un delicado aroma a flores que no le resultaba molesto ni empalagoso.

—Ya estoy dentro —soltó, dándose la vuelta para mirar hacia la calle. Iba a preguntar si debía picar en algún botón cuando se percató de un simple detalle: el panel de control brillaba por su ausencia.

“Es muy extraño” caviló. Un segundo después se cerraron las puertas, dejándolo aturdido.

—Tranquilícese, disfrute del momento.

Al oírlo hablar el chico volvió a sentirse relajado. Entonces le sobrevino una suave sacudida y supo que había comenzado a ascender. “Seguro que se trata de una simulación…”

—¿Hacia dónde voy? —logró preguntar.

—Eso depende de usted, hay muchas paradas. ¿Desea que le sugiera alguna, caballero?

—De acuerdo.

—Bien, vayamos a la de su presente, lo que siente ahora sobre su vida.

Acto seguido volvió a sonar la campanita y el ascensor se detuvo; y de repente se abrieron las puertas, mostrando una habitación que Julián conocía demasiado bien…

—¡Es mi cuarto! —exclamó sorprendido—. Imposible… ¿Esto es una broma de la televisión? En las puertas pueden haber colocado una pantalla…

En el ascensor retumbó una risa, que sonó armónica a pesar del tono profundo.

—Le prometo que no es una broma. ¿Por qué no se acerca y lo comprueba?

El chico entornó los ojos y obedeció, alzando la mano…

—Dios mío… —susurró, al comprobar que no había nada…

—¿Se ha quedado más tranquilo?

—Pues no sabría que decirle, la verdad —respondió Julián, con una risita.

—Que sí, hombre. Hay muy pocas cosas imposibles.

—Si… Si usted lo dice…

—Permítame hacerle una pregunta, ya verá como no ha de temer nada. ¿Qué es lo que siente al mirarlo?

El joven pensó detenidamente una respuesta, sin saber exactamente qué era lo que le hacía sentirse tranquilo, incluso a pesar de la extraña e insólita situación. Hacía tiempo que deseaba abandonar aquel piso compartido para proseguir con su vida, estaba claro que ya no entendía a sus compañeros y sentía que debía de embarcarse hacia otro lugar. Pero pagaba un precio de risa, y con su sueldo se veía incapaz de afrontar un alquiler…

—¿Y bien?

—Pues no sabría responder. Creo que nunca he sido feliz del todo, siempre ha habido detalles que no han acabado de hacerme sentir ni bien, ni como en casa.

—¿Y eso? —quiso saber la voz.

—Vivo con gente complicada a la que no comprendo; y comienzo a ser consciente de que cada vez nos entendemos menos, por no hablar de que tienen actitudes hacia mí que no me acaban de encajar. En ocasiones se comportan como si los sentimientos y las cosas de los demás les importara un bledo, como si para ellos la amistad fuera una especie de trueque, de moneda que cambiar contra el aburrimiento… —“¿por qué le estoy contando todo esto a un desconocido…” reflexionó.

—Lo lamento muchacho, no ha sonado alentador.

—No, tal vez no; puede, incluso, que haya sonado demasiado mal….

—¿Demasiado mal? En absoluto, sólo ha dibujado las emociones que hay bajo la superficie. ¿Y por qué sigue en ese piso?

—Por el alquiler, porque a ellos los conozco desde hace tiempo…

—¿Usted es una persona que vea las cosas buenas y respete a los demás? Sus decisiones, sus vidas, sus metas, sus proyectos…

Julián pensó un instante. Aún seguía sintiéndose desorientado, pero una vocecita interior le susurraba que nada malo podría sucederle en aquel pulcro ascensor; y la idea de la broma televisiva perdía peso a cada segundo.

—Creo que sí, aunque no soy perfecto ni mucho menos. También he tenido mis problemas, ¿Sabe?, mi genio, mis errores…

—Le creo. Pero me gustaría decirle que me parece una buena persona, aunque lo veo brumoso.

—¿Brumoso? —preguntó el chico, intrigado.

—Sí, desde que ha entrado percibo claramente que no es un hombre feliz.

Esa afirmación logró que una resignada sonrisa se dibujara en la cara del muchacho.

—Lo que dice no me parece muy alentador —añadió éste.

—La realidad en muchas ocasiones no lo es. Pero ser capaz de verla para afrontarla y poder darle la vuelta forma parte de un despertar —dijo el locutor misterioso—. Y usted lleva bastante tiempo sintiendo que, en muchísimas ocasiones, no encajaba en aquel piso.

Julián cerró los ojos y se masajeó las sienes. Todo aquello se le antojaba muy extraño, insólito, incluso a pesar de la tremenda sabiduría que transparentaba aquel hombre en cada una de sus palabras.

—¿De dónde diantres ha salido usted? —necesitó preguntar, mirando al techo en busca de una cámara—. Deje que lo adivine, en realidad sigo soñando…

Entonces se pellizcó bien fuerte en la mano y notó un intenso dolor. “Mierda” pensó; una suave risa llenó la cabina.

—No se haga daño, está muy despierto, no le quepa la menor duda. Y todo a su debido tiempo, ¿Proseguimos?

El joven meditó un momento y se encogió de hombros, pues no veía alternativa posible. Aunque no le molestaba en absoluto. Era extraño, pero por primera vez en mucho tiempo sentía que charlaba con un buen amigo, alguien que lo escuchaba de verdad, sin juicios ni necedades. Y eso le hacía percibir un agradable calor interior, una paz desconocida…

—Hábleme ahora del trabajo. ¿Le gusta?

—No está mal, pero diría que no acabo de despuntar.

—¡Vaya! —exclamó la voz— ¡Cuantos NO!

—¿Y cómo sabe que no soy feliz?

—Porque no brilla como debería; usted ya ha comenzado a ver algo entre la niebla, pero sigue perdido. Y todas las personas poseen una chispa que reluce y reluce en cuanto más felices son. Ahora dígame otra cosa. ¿Cómo definiría sus relaciones humanas?

—¿Mis relaciones? —repitió el chico, analizando aún lo que acababa de escuchar.

—En efecto, dígamelo. Con sus compañeros de trabajo, por ejemplo…

—Pues…

—¿Si?

—Pues tampoco diría que es muy buena, la verdad. En ocasiones siento que la gente que conozco reaccionara de la misma manera, da igual si es en casa, en la calle o en el trabajo. Es una especie de bucle bizarro, como si hubiera una impresión generalizada de que ser un buenazo significa ser idiota, o algo por el estilo.

—Vaya, yo no lo veo así para nada.

—Gracias, teniendo en cuenta que ni siquiera sé quién es usted…

La voz soltó una agradable carcajada.

—Le conozco mucho más de lo que cree. Pero vayamos paso a paso, no quiero marearlo. Ahora hábleme de usted. ¿Cómo se ve a sí mismo?

El muchacho necesitó pensar un poco la respuesta, rascándose la barbilla.

—Teniendo en cuenta de que veo la palabra “Normal” del todo subjetiva y repleta de connotaciones contradictorias, diría que un tío normal —contestó—. Ni alto ni bajo, ni guapo ni feo. Tengo mis extrañezas, mucho carácter pero me cuesta sacarlo… soy muy paciente, creo que se me da bien escuchar a los demás y he llegado a ayudar, incluso, a personas que me han criticado y se han reído de mi…

—Eso dice mucho de usted —dijo la voz.

—¿Quiere decir que sí, soy tonto o algo por el estilo? Porque le puedo asegurar que varias de esas personas a las que he prestado ayuda lo piensan o lo han pensado.

—¿Y eso es importante?

—¿El qué?

—Lo que piensen los demás. Le he preguntado cómo se ve a sí mismo, no como lo ve el mundo que le rodea.

El chico meditó esa contestación. Y lo cierto era que en su cabeza, aquella frase había resonado con fuerza…

—Supongo que no —respondió.

—Exacto, no importa. Y la gente que tenga que estar a su lado lo apoyará, lo escuchará y no se dejará llevar por falsas impresiones ni necedades. ¿Me comprende?

—Sí…

—Muy bien, veo que en el fondo ya había interiorizado ese concepto desde hacía mucho tiempo. Sigamos hablando de usted. ¿Qué siente cuando se mira delante de un espejo? ¿Le gusta lo que ve?

—Hombre, pues no tengo complejos físicos muy complicados. Quizá me gustaría ser más alto y corpulento, pero de gimnasio. Aunque me voy manteniendo y me gusto, sí, me gusta tanto como soy en general como mi manera de vestir, pese a que me hayan criticado por ello. Pero no me importa.

—Las críticas de ese estilo suelen existir para ser ignoradas. Me parece perfecto que no le importen, eso está muy bien. La ropa debería ser tratada como tal y no como una etiqueta. ¿Y qué me dice del amor?

—Pues en eso no me ha ido tan bien. Creo que soy demasiado tímido…

—Y le da miedo el rechazo…

—Hombre no… Bueno… tal vez un poco.

La voz volvió a reírse cándidamente.

—Sabe, ésa es una emoción muy humana y hay mucha gente como usted. Pero no ha de dejarse llevar por el miedo. ¿Lo hace?

—¿Yo? —contestó el chico, poniéndose un poco colorado—. Es posible que lo haga en ocasiones, siendo sincero. Y pese a que me doy cuenta de que es un error, mis miedos más profundos de momento no están ligados exclusivamente a las relaciones románticas. He experimentado bastantes rechazos, cierto, pero no creo que sea el tipo que mayor acumulación tenga. Sé que tarde o temprano una mujer me dirá que sí.

—Me agrada ver su positividad. ¿Qué es lo que más le preocupa? ¿No cumplir su mayor meta, tal vez?

—Pues sí, en efecto. Quiero ser escritor y me encantaría ganarme la vida, o al menos en parte, dedicándome a lo que me gusta. De hecho, estoy terminando mi primera novela.

—Es maravilloso, yo le veo pinta de escritor. ¿Lo sabía?

—Gracias, pero soy amateur. Ni siquiera he estudiado nada de letras, a pesar de que llevo escribiendo desde la más tierna infancia.

—El hábito no hace al monje. El monje lo es por cómo se siente, no por como viste.

Julián meditó sobre aquella respuesta, ya que le veía mucho sentido. Aunque…

—¿Y sus familia, sabe lo que desea ser?

—Por supuesto, lo sabe toda mi gente.

La voz calló durante un minuto como si deseara formular otra pregunta. El chico esperó expectante, convencido de que la naturaleza de aquel ascensor no era como había pensado en un principio. Desde que había entrado en la cabina no había parado de hacerse reflexiones sobre su vida y sentía que se hallaba en un paréntesis, en una pausa deliciosa. De golpe sintió la necesidad de mirar el reloj, viendo que en efecto, las manecillas se habían detenido.

—Y sus compañeros de piso. ¿Siente que le apoyan?

—No —contestó el joven sin pensar, sorprendiéndose de su celeridad y volviendo a centrar su atención en la charla—. Salvo mi familia directa nadie de mi entorno me transmite esa sensación, y eso me entristecía. Aunque con el tiempo ha ido dándome igual.

—Perfecto. Lo único malo es que me huelo un no obstante…

El chico suspiró desanimado.

—No obstante lo tengo muy difícil, muy MUY complicado. En el mundo literario hay mucha competencia y si eres nobel, abrirse camino cuesta todavía más. Creo que tengo una base, aunque me queda un largo, larguísimo camino por delante. El otro día vi una entrevista entre un cantante reconocido y un escritor de prestigio, y éste decía que ahora cualquiera escribía…

—¿Y?

—Que me hizo pensar un poco. Nací con esa pasión, llevo picando teclas desde que era un renacuajo y mucho ha madurado mi narrativa. Pero… ¿Soy diferente a las personas de las que habla ese autor? ¿O quién es ese autor para hacer tal afirmación? O joder, con mucho perdón, ¿Cuál de los dos egos está más herido, el suyo o el mío?

Una suave risa llenó la cabina.

—La honestidad de sus palabras es una de las cosas que me agradan de usted, caballero. Yo creo que las letras siempre han estado bien tatuadas en la esencia de su alma. Y eso nos lleva a la siguiente parada. ¿Me deja sugerírsela?

—Me ha dicho algo precioso, muchas gracias—se decidió a contestar Julián—. Vayamos donde quiera, no me importa.

En un segundo el joven volvió a notar el ligero temblor de la cabina y supo que ascendía de nuevo, hasta que sonó la campanita y las puertas se abrieron de par en par, mostrándole una negrura impenetrable.

—Disculpe señor, pero aquí no hay nada…

—¿Ah, no? —preguntó la voz—. Acérquese un poco más y mire con mayor detenimiento.

El muchacho obedeció, aproximándose hasta el filo que lo separaba del vacío impenetrable. Al principio no captó nada y suspiró resignado, pero de repente algo llamó su atención, pues comenzaron a brillar pequeñas chispas y luces por doquier, cada vez con mayor intensidad, dejándolo casi sin respiración…

Ante él se abría un universo similar a los de los documentales, lleno de galaxias repletas de nebulosas de colores vivos e intensos, rebosantes de estrellas y planetas. Y por un segundo creyó oír que lo llamaban, pero… era algo imposible, tan improbable como todo aquello, aunque…

—¡Es maravilloso! —exclamó el chico, dejándose llevar por la mágica sensación que sentía.

—Celebro que le guste. ¿Y si ahora le sugiriera saltar?

—¿Que? Todo esto es precioso pero… ni de broma, vamos, que ni muerto…

Se hizo el silencio.

—Caballero —añadió el locutor misterioso, después de la pausa— en la vida hay algunas ocasiones en las que para poder avanzar, primero se ha de dar un salto de fe.

—Lo que usted diga pero… —de golpe una ráfaga de aire lo empujó, impidiéndole terminar la frase. Julián intentó agarrarse a las puertas, pero sus dedos resbalaron sobre la superficie de metal y cayó al vacío, gritando a pleno pulmón…

Entonces sintió que colisionaba contra una barrera invisible y cerró los ojos, percibiendo un segundo después que ya no descendía y se balanceaba preso de un violento vaivén. Indeciso, miró en derredor descubriendo que montaba sobre un enorme lobo gris, que corría por una selva moteada por una infinidad de verdes y marrones, bajo un cielo brumoso y mágico…

—¡Dios mío! —exclamó desconcertado, agarrándose a los pelos del animal, que se desplazaba cada vez a mayor velocidad, esquivando los obstáculos con una agilidad sobrehumana…

De forma repentina volvió a chocar con algo etéreo y el joven cerró los ojos otra vez; al instante supo que el lobo se había esfumado pues notó que ahora se hallaba de pie, subido en otra cosa, y una intensa luz se filtraba por la comisura de sus párpados cerrados al mismo tiempo que oía el constante rechinar de caballos. Lleno de curiosidad volvió a mirar, descubriendo que rasgaba el viento en un carro que atravesaba un ardiente océano de dunas y arena, rodeado por una multitud de jinetes ataviados con ropajes egipcios que se le antojaron sacados de una película histórica. “Increíble” pensó analizando la situación, antes de notar un parón brusco y salir disparado hacia delante, quedándose flotando en el aire… contuvo el aliento, parpadeó, y apareció a lomos de un semental negro espada en alto, dirigiéndose raudo hacia una enorme muralla junto a un ejército compuesto de soldados y caballeros medievales. Sobre ellos flotaron un millar de flechas encendidas que rasgaron el cielo y cayeron en todas partes…

—¡POR TIERRA SANTA! —exclamó uno de sus compañeros de batalla, antes de que una roca gigantesca lo aplastara, rebotara en el suelo y se dirigiera contra Julián, que cerró los ojos acongojado…

De golpe el chico apareció subido en una especie de aparato futurista que desgarraba el aire a toda velocidad y a bastante distancia del suelo, emitiendo un metálico sonido. “Madre del amor hermoso” se dijo, dándose cuenta de que a cada segundo el cacharro corría más y más… entonces miró al frente percatándose horrorizado de que se acercaba a unas ruinas enormes, con monumentales rascacielos medio sepultados y devorados por una naturaleza exuberante…

—¡OH, MIERDA! —gritó al darse cuenta de que si no hacía algo iba a colisionar contra uno de los titánicos esqueletos de metal…

Por impulso el chico tomó el control de los mandos y comenzó a sortear peligros, esquivando aquella arquitectura muerta hasta que colisionó contra una barrera invisible otra vez; y en aquella ocasión mantuvo los ojos bien abiertos, viendo alucinado como la realidad mutaba a su alrededor convertida en millones de centellas que formaban cosas, y se notó flotar, y ascender, hasta que se sintió como un pájaro que surcaba el firmamento. Entonces, un paisaje virgen, lleno de lagos que reflejaban el esplendor del cielo se dibujó bajo sus pies, y el viento le acarició la cara, regalándole la increíble impresión de ser libre, libre de verdad…

“No quiero que esto se termine nunca” pensó Julián, mientras no paraba de viajar a través de aquellas extrañas realidades paralelas. Pronto apareció sumergido en un océano de aguas cristalinas, agarrado a la aleta de un delfín que lo llevaba hacia las profundidades, mostrándole una impresionante ciudad sumergida. Un parpadeo después corría histérico perseguido por una horda de zombis sedientos de sangre, a lo largo de una abandonada carretera, y luego, surcaba la antigua Persia sobre una alfombra voladora para aparecer en la cubierta de un velero que navegaba por unas aguas llenas de bellas sirenas, que susurraban cosas dulces a los marineros. El viento tensaba las velas y desplazaba de forma perezosa unas pequeñas nubes blancas, que flotaban en un cielo con tres lunas resplandecientes.

El muchacho saboreó la brisa marina, que se le antojó tan agradable como una caricia. Sonrió al mar, cerrando los ojos para sentir aquel momento con mayor intensidad… y de repente oyó de nuevo que lo llamaban y volvió a colisionar con aquella cuarta pared invisible, descubriéndose corriendo a través de una ciudad en llamas, agarrando la mano de alguien… Al volverse para mirar a su acompañante se topó con una bella doncella que parecía la princesa de un cuento de hadas y el auténtico terror que se reflejaba en sus ojos verdes lo instó a acelerar el paso, apretando y estirando bien fuerte de ella para no perderla. A su alrededor una multitud huía despavorido hacia todas partes, sorteando el fuego que devoraba los edificios y los árboles cercanos… Un intenso y desagradable hedor a humo y a carne quemada imperaba por doquier…

—¡QUE VUELVE EL DRAGOOOOÓN! —gritó alguien, desesperado…

El rugir de una bestia enorme retumbó en el ambiente, al mismo tiempo que se escuchaba el batir de unas alas de gran envergadura. Julián se giró un segundo y gritó fuera de sí, al ver que un monstruo aterrador los acosaba desde el cielo, descendiendo a una velocidad vertiginosa…

Ambos siguieron en línea recta sorteando bultos que parecían cadáveres calcinados en el suelo, hasta llegar a una plaza que daba a un pronunciado mirador. Y chocaron contra una sólida baranda de metal… el joven exclamó frustrado al ver que tras ésta se abría un precipicio que les cortaba la huida…
En ese momento una sombra gigantesca les pasó por encima. Entonces la pareja comprobó que tenían al dragón justo frente a ellos, flotando sobre el desfiladero; y los miraba con dos ojos rojos llenos de maldad…

Julián vio horrorizado que la bestia abría las fauces y que las profundidades de su garganta comenzaban a brillar, averiguando lo que iba a suceder… En un auto reflejo le dio la espalda a la terrible visión de futuro poco alentador y abrazó a la princesa para protegerla, deseando que las llamas se transformaran en palabras… De golpe resonó un estallido acompañado por una onda expansiva que los sacudió como ramitas a merced del viento. Y todo se deshizo en letras, que centellearon en un torbellino de luz alrededor de ellos, ensordecedor…

El chico se abrazó a la doncella, que lo apretaba bien fuerte… y cuanto más segundos se sucedían manteniendo el contacto directo, más sentía que la conocía, como si hubiera sido una buena amiga desde la infancia… y supo que había sido ella quien lo había llamado desde la cabina del ascensor…

—¡NO ME ABANDONES NUNCA! —le gritó la princesa, desesperada…

—¡JAMAAAAAAAAAAAAÁS! —le respondió él, al borde del llanto— ¡YO DECIDO QUE NO TE DEJARÉ JAMAAAAAÁS!

Y dejaron de tocar el suelo, mientras la luminaria se volvía cada vez más cegadora, forzándolos a cerrar los ojos…

Julián volvió en sí y se sobresaltó, descubriéndose sentado en el piso de la cabina, con la espalda apoyada contra la pared.

—¡DIOS MÍO, DIOS MÍO! —exclamó desconcertado, levantándose de un salto— ¿Dónde diablos estoy?

—Tranquilo, ha vuelto al ascensor. ¿Qué le ha parecido la experiencia del viaje?

—¡Ha sido bestial! —aseguró el chico, soltando una risita llena de energía—. ¿Qué era todo aquello? Es extraño pero por dentro, en todos y cada uno de los sitios que he visitado no podía dejar de sentirme como en casa… Incluso cuando el dragón… —al nombrar a la fiera el recuerdo de otra cosa ocupó toda su mente— ¿Y la princesa, DÓNDE ESTÁ LA PRINCESA?

La voz se rio dulce antes de hablar.

—La ha salvado, caballero. Usted decidió que la quería y la protegió, por lo que ahora ha regresado al lugar que le corresponde, a casa.

—¿Y dónde está eso?

—En su corazón, muchacho. Ella es la musa, la creatividad que siempre lo ha acompañado a lo largo de su vida. Y también es una llave.

—¿Una llave?

—En efecto, la que le ha permitido viajar entre los mundos soñados para rescatarla. Esos lugares que ha visitado forman parte de los universos que puede crear si lo desea, y sólo ha viajado por una ínfima parte.

El chico escuchó atento con los ojos muy abiertos. Y entonces recordó un pensamiento que había tenido aquella misma mañana, nada más levantarse…

—El dragón… —dijo, reflexionando en voz alta.

—Hay ocasiones en la que las personas desisten de sus sueños cuando ceden ante la presión social, o ante un entorno que no los comprende. Es como un cansancio acumulativo que acaba por desbordarse, desmoronando espejismos que antes se creían reales. Son los miedos, las inseguridades…

—Esa bestia quería quemar mi imaginación para arrasar el terreno fértil y convertirlo en un páramo yermo, para volverme el hombre que no soy…

—Para apartarlo de su naturaleza, apagando su luz. Usted, caballero, estaba perdiendo su esencia, y eso es lo que puede hacer que las personas se extravíen a sí mismas.

Julián sintió que una increíble emoción lo embargaba desde dentro, notando los ojos humedecidos. Aquel desconocido tenía toda la razón… Y pensó, pensó en todos los mundos que había creado en su cabeza desde la más tierna infancia y en las historias que jamás había escrito, notando un nudo en la garganta.

—Podemos hacer una última parada si lo desea —sugirió la voz.

El chico volvió en sí y asintió, percibiendo que la cabina comenzaba a ascender otra vez. Un minuto después las puertas se abrieron de par en par, y tras éstas apareció un elegante salón.

El muchacho lo estudió con detenimiento y se acercó un poco al filo de la cabina, para verlo mejor. Le pareció extraño, pero la decoración del lugar era muy de su estilo, en absolutamente todo… Entonces descubrió que había un señor en una pequeña estancia anexa, separada por unas puertas correderas que permanecían abiertas de par en par. Tras mirarlo con mayor interés supo que era un despacho y el hombre parecía trabajar en un portátil, de perfil. La luz del sol se filtraba con intensidad a través de una ventana cercana, algo que le impedía verle la cara con nitidez.

—Me siento como un espía —añadió el joven, poniéndose un poco colorado.

—No se preocupe, usted no puede ser visto. Siga observando, por favor.

Nada más decir eso sonó una puerta y en la escena irrumpieron una atractiva mujer y dos niños muy bonitos y sonrientes; sin saber por qué, Julián supo que se hallaba observando a una familia… En ese momento el dueño de la casa se levantó y se acercó a su pareja, antes de besarla y abrazar a los críos…

El chico abrió mucho los ojos, reprimiendo un grito de sorpresa… era… era imposible…

—¿Soy… soy yo? —preguntó—. No es posible…

La voz se rio cargada de comprensión y dulzura.

—En efecto, caballero, es usted. Pero un usted diferente, más maduro y curtido. Aquí hace tiempo que comenzó a luchar por cumplir su sueño y ahora vive feliz. Puede que algún día sea rico, puede que no. Pero él sabe que logra sus metas gracias al esfuerzo por conseguir lo que desea. Y también sabe que a su alrededor tiene a personas que lo quieren y lo respetan tal y como es, sin engaños ni falsedades.

—¿Quién es usted? —quiso saber el muchacho con la voz rota, emocionado por todo cuanto le sucedía.

—Soy alguien que eleva los sueños de las buenas personas como tú, mostrándoles lo que pueden llegar a ser y encendiendo esa luz que en ocasiones puede ir menguando, haciendo que os sintáis en la más remota oscuridad. A partir de ahora recuerda, caballero, mantén los pies en el suelo pero nunca, jamás, dejes de soñar ni abandones a la musa que rescataste del olvido. Persigue tus metas hasta traerlas a la realidad.

El joven se secó las lágrimas con la mano, embargado por una increíble paz interior. Parpadeó y al abrir los ojos de nuevo, se descubrió plantado en el solar. De la cabina de aquel extraño ascensor no quedaba ni rastro, como si jamás hubiera estado allí.

—¡Pero qué es esto, joder! —exclamó. El miedo repentino a que todo hubiera sido una ensoñación comenzó a barrer su ánimo, hasta que notó algo cálido en el bolsillo del pantalón e introdujo una mano, sacándola con el puño bien cerrado sobre unos objetos de forma extraña.

El muchacho respiró bien fuerte y fue abriendo los dedos, descubriendo fascinado un pequeño detalle que volvió a llenarlo de esperanza. Pues ante sus ojos, y desde su palma, empezaron a flotar letras llenas de luz, que fueron ascendiendo lentamente hasta que sobre su cabeza se juntaron formando una frase, un último mensaje de aquel extraño maestro de voz radiofónica.

—Cree en ti —leyó Julián en voz alta, sonriendo al mismo tiempo que por sus mejillas corría la sal. Y contempló como las palabras se desvanecieron en chispitas, que siguieron subiendo hacia el cielo. No hacía falta que dijera nada más, pues agradecía en silencio aquella extraña epifanía. Y sabía, que para cumplir sus sueños no se rendiría jamás.

Ilustración obra de Ramón Márquez Ruiz

Créditos podcast: 

ESTÁS? DE SEBA LAY EDITADA. Y PENUMBRA de TARO

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Licencia Creative Commons
ESPECIAL: UN AÑO DE SERES DE LUZ BLOG por RAMÓN MÁRQUEZ RUIZ se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.

Me llamo Ramón Márquez Ruiz y soy escritor, diseñador gráfico e ilustrador. Bienvenidos a Novelesco. Si deseas saber más cosas sobre mi, clica abajo. Muchas gracias por leerme ; )

8 Comentarios

  1. Ziortza Moya

    Genial y elaboradísimo relato Ramón. Me ha encantado. Una especie de narración onírica, llena de fantasía para plasmar los miedos e incertidumbres que pueden aquejar a un escritor. Hay una parte claramente psicológica en la que el protagonista parece encontrarse a sí mismo y en la segunda parte mediante la fantasía y la visión del futuro se da cuenta que no debe dejar escarpar sus sueños.
    Me ha gustado mucho.
    ¡Un abrazo muy fuerte!

    Responder
    • Ramón Márquez Ruiz

      Muchas gracias por comentar Ziortza! Celebro que te haya gustado y gracias por el halago, jeje, en su momento me costó mucho escribirlo y tardé semanas, aunque he de admitir que lo iba realizando poco a poco, en pequeños huecos libres. Haces una reflexión muy acertada sobre él, además. Un fuerte abrazo! ; )

      Responder
  2. Mila Gomez

    Ha sido un verdadero placer leer un escrito que me parece de lo más trabajado y con dedicación máxima. Relato místico con una reflexión profunda en la que me parece reconocer el miedo por llegar a conocerse uno mismo, en el cual también se ven los «errores de los demás» pero no los propios. La indecisión de tomar la iniciativa y crear la propia vida, que la voluntad siempre está presente al igual que la fe para poder hacer realidad los sueños.

    El viaje por algunas de sus realidades pasadas ha sido fantástico en tanto y cuanto él, en la futura «intuye» que puede crear un futuro hecho a imagen y semejanza de lo que quiere ser y conseguir plasmar sus sueños en letras y amor.

    Allí en el futuro, fue lo que es y siempre será, ese ser de luz que supo comprender que para recibir primero hay que dar, y ahí, cambio todo su rumbo por el Universo.

    Me encanta estos temas, pues creo que todas las realidades las estamos viviendo en el mismo momento.
    Gracias por este agradable rato, Ramón.

    ¡Un abrazo!

    Responder
    • Ramón Márquez Ruiz

      Muchas gracias por pasarte por aquí y comentar, Mila! Me alegro de que el relato te haya gustado y me encanta ver que has podido sentirte un poco identificada y como lo has analizado, sacando tus propias conclusiones sobre él. Ya te digo que por lo que comentas, pensamos de forma bastante similar en algunas cosas, jeje. Un abrazo y pásate por mi blog siempre que quieras! ; )

      Responder
  3. Julia C.

    Un relato muy especial e inspirador para celebrar tu cumple-blog, Ramón. Por cierto, ¡muchas felicidades aunque sea con retraso!

    Qué buena estrella la de tu protagonista, ha tenido la suerte de recibir ese apoyo incondicional que a veces todos necesitamos para decidirnos a perseguir nuestros sueños. Él, gracias a esas mágicas visiones, ha despertado de su insulsa realidad para aceptar y luchar por aquello que siempre ha deseado, aunque no se plantee tarea fácil.

    Creo que con tu mágica e imaginativa historia nos haces un regalo a todos, pues esa valiosa lección ha llegado también hasta nosotros. ¡Gracias!

    Realmente precioso, creo que puedes estar muy orgulloso de tu relato :))

    ¡Un fuerte abrazo!

    Por cierto, me ha encantado poder oír tu voz, es como conocerte un poquito mejor.

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    • Ramón Márquez Ruiz

      Muchas gracias por comentar y por los halagos Julia! Nunca es tarde si la dicha es buena, así que no pasa nada! Jeje, me alegro de que el relato te haya gustado y parecido inspirador, creo que quizá todas las personas que soñamos con dedicarnos a cosas creativas podemos pasar por ciertas etapas, jeje. Además me encanta ver como sacáis vuestras propias conclusiones, es algo que me hace pensar que he realizado un buen trabajo. Un fuerte abrazo y gracias a ti por dejarte arrastrar por la senda de las musas! Un fuerte abrazo! ; )

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  4. Josep Mª

    Lo que fuiste capaz de crear a partir de un microrrelato!!!
    Una historia fantástica donde las haya. Cuánto me agradaría encontrarme con una cabina de ascensor abandonada, cual lámpara mágica, y poder ver lo que me depara el futuro como escritor, jeje Claro que a mi edad, debería ser un futuro a corto-medio plazo, jajaja
    En definitiva, un excelente relato, muy trabajado e imaginativo. Felicidades por ese aniversario.
    Un abrazo.

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    • Ramón Márquez Ruiz

      Muchas gracias por comentar y por los buenos deseos, Josep Mª! La verdad es que tienes razón y el micro me dio para largo, jeje. Supongo que al realizarlo ya tenía claro que era la punta de un iceberg. A mi también me encantaría vivir la experiencia del protagonista, anda que no. Un fuerte abrazo! ; )

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