RELATO 11. TATUAJE

Los pantalones le quedaron a la altura de los tobillos y Anabel lo miró sorprendida.

—¡Qué grande! —exclamó, tocándoselo con un dedo. Jorge sonrió de forma tímida.

—Si… Bueno…

La chica volvió a levantarse y miró de nuevo en su libro de bocetos.

—¿Seguro que deseas tapar ese tatuaje? —preguntó a continuación—. Hasta me da pena, es monísimo.

—Lo sé, pero demasiado Kaway para mi gusto. Los pandas ni siquiera son mi animal favorito y… ya no tiene sentido tenerlo.

La tatuadora soltó una risita. Aquel chaval no sería ni el primero ni el último en querer borrar señales de una relación amorosa.

—¿Y por qué te lo hiciste? ¿Un deseo de tu exnovia?

—Una apuesta con mucho alcohol, más bien.

—Típico. ¿Y que os apostasteis?

Jorge meditó un segundo.

—Pues no lo recuerdo. Comprenderás el disgusto que me llevé al día siguiente, aunque ella estaba encantada…

La chica notó su tristeza al vuelo, sabía ver cuando una ruptura destrozaba un corazón.

—¿Cuánto hace que te dejó?

—He esparcido sus cenizas esta mañana. Me hizo prometer que si no superaba la enfermedad, me lo taparía para dejarla marchar…

Una presencia que lo había visto todo volvió a saltar.

RELATO 12. HURTO

Anaís miró los rubíes esbozando una sonrisa. Aquella escultura tenía los ojos más bonitos que había visto nunca.

“Tremendos” pensó. “Los templos de Thelios son una maravilla…”

La chica sacó una herramienta especial y se enfrascó en la tarea de dejar ciega a la Deidad. Por fortuna, las drogas con vino siempre dejaban a los guardias fuera de combate, así que disponía del tiempo suficiente… Todo fue como la seda hasta que extrajo una de las gemas y notó un toquecito en la espalda.

Acongojada, se volvió topándose con una bella mujer. Uno de sus ojos era rojo e irradiaba luz… y le faltaba el otro…

—Hola bonita.

—Hola… —respondió la chica.

—¿Qué diablos estás haciendo?

—¿Yo? —soltó la ladrona, con el rubí en la mano.

La señora se rio.

—¿No me dirás que paseando bajo la luz de la luna, verdad?

—Nooo…

—Genial. ¿Sabes quien soy?

Anaís señaló a la escultura, asustada.

—¿Ella?

—Muy bien, jovencita. Ahora dime, ¿te gustaría que mientras duermes alguien te quitara los ojos?

—No…

—Pues coloca eso en su sitio. Y ahora mismito, que te vea…

—Vale…

—¿Y que se dice?

—Lo siento…

Una presencia que lo había visto todo volvió a saltar.

Me llamo Ramón Márquez Ruiz y soy escritor, diseñador gráfico e ilustrador. Bienvenidos a Novelesco. Si deseas saber más cosas sobre mi, clica abajo. Muchas gracias por leerme ; )

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