Y fue durante una de esas veladas estivales cuando el libro sobre el que voy a hablar a continuación, Fharenheit 451, llegó a mis manos. Ya había leído una obra de su autor, Ray Bradbury, que catalogaría como lectura imprescindible, por lo que embarcarme en las andaduras de Peter Montag, su protagonista, logró romper el hielo que había cubierto una parte de mis neuronas, arrebatándoles, al fin, el maldito y nefasto bloqueo lector.
El mismo día en que me lo prestaron llegué a casa de madrugada. Y tras lavarme los dientes y meterme en la cama, quedé absorbido por sus páginas casi sin darme cuenta. Queda decir que su lectura me duró tres noches. No es ningún tocho, ni pesado. Pero… Algo debía dormir…
Ahora sí, después de ésta breve introducción hablemos de Fharenheit 451, un libro que me ha encantado.
Nota: Puede contener algún Spoiler
Pese a que todos esos datos suenen extraños ya de por sí, hay algo todavía peor. Los libros han sido prohibidos por el gobierno y los bomberos se dedican, exclusivamente, a quemarlos para erradicar sus ideas y enseñanzas. Porque para tener a una población feliz a la fuerza, hay que volverla ignorante y conformista. Y pensar, provoca que los individuos vean los fallos y las suturas del sistema, algo que no interesa a los gobernantes.
Peter Montag es el protagonista principal, un joven bombero de treinta años y casado con Mildred, una mujer que vive casi únicamente para los “familiares” que hay en las pantallas de su casa.
Pero su vida da un giro mientras una noche regresa a su hogar después del trabajo y conoce a su nueva vecina, Calrisse McClellan, una extraña joven que disfruta paseando a la luz de la luna. Los encuentros fortuitos y las conversaciones con ésta chica observadora y distinta a todos cuanto conoce, comienzan a despertar algo dormido en él, que casi sin darse cuenta empieza a replantearse su propia realidad. ¿Es feliz en su matrimonio? ¿Son necesarios los bomberos? ¿Los libros son tan malos y dañinos como quieren hacerles creer? Peligrosas cuestiones sacuden todos y cada uno los cimientos del señor Montag, cambiando su vida para siempre… Porque dicen que la guerra está muy cerca, los bombarderos que sobrevuelan la ciudad le provocan escalofríos… Y la gente vive ignorante del mundo que la rodea, pegada a las pantallas de sus casas…
Tanto su ambientación distópica como la evolución del protagonista son espléndidas. Y el personaje secundario de Clarisse me enamoró desde el primer segundo, con su actitud extraña —algo tan simple y mundano para nosotros, como pasear tranquilamente observando como caen las hojas— y sus conversaciones perspicaces e inteligentes que pese a su juventud, no dejan de sorprender a un Peter mayor que ella, logrando despertar en él una consciencia dormida.
En cuanto al futuro que narra la obra, es simplemente aterrador. Los libros se han convertido en el enemigo público número uno del gobierno, y todo aquel que posea uno, en un criminal. Si la sola idea de que los bomberos se dediquen a quemarlos ya me parece escalofriante, el conformismo de la sociedad que narra es abrumador y aterrador de por sí. Un claro ejemplo de ello es Mildred, la esposa de Montag, que por momentos, parece estar más enamorada de los desconocidos que salen en las pantallas de su salón —a los que llama “tíos y tías”— que de su propio marido. Y el hecho de que haya un rumor de guerra, durante la noche los bombarderos sobrevuelen “La ciudad” y nadie se alarme ni se haga preguntas, ya es para alucinar.
Mientras lo leía no podía dejar de pensar en que varias de las cosas que narra Ray Bradbury me recuerdan a nuestra sociedad actual. No pretendo ser paranoico ni mucho menos, pero algunas similitudes se pueden sacar:
La gente consume televisión a cualquier hora del día, el marujeo campa a sus anchas y hace bastante tiempo que no confío demasiado en los telediarios, por decir alguna chorrada. No voy a criticar ni a programas, ni a ningún medio en general, pues queda claro que para gustos, los colores. Que a mí no me agrade un show en especial, no lo convierte en negativo ni en malo, simplemente no me atrae y punto. Pero soy consciente de que puede haber un amplio sector de la población que opine de forma distinta.
No obstante me da la sensación de que nos estamos volviendo cada vez más conformistas. Muchos políticos —no diré todos, me niego a pensar así— dicen medias verdades, medias mentiras o simplemente, mienten más que hablan, sin más dilación. Vivimos en un auge tecnológico que nos engancha, en una sociedad complicada que en muchas ocasiones, poco tiempo nos da para pensar en otra cosa que no sea el día a día. Y tengo la sensación de que, últimamente, es raro encontrar a un joven que sienta pasión por cualquier tipo de lectura que no salga en el WhatsApp o variantes.
En fin, no voy a explayarme más. Para finalizar tan sólo mencionaré una última curiosidad sobre esta obra maravillosa, sacada de la Wikipedia. Y es que el título hace referencia a la temperatura —escala Fharenheit (ºF)— en que las páginas de un libro se inflaman y arden, equivalente a 232,8 ºC.
Espero que mi reseña os haya gustado y que el libro sobre el que habla consiga despertar vuestro interés. Desde luego, opino que es una lectura que merece mucho la pena. ¡Hasta la próxima!
Representación ficticia de una sociedad futura de características negativas causantes de la alienación humana.
Me llamo Ramón Márquez Ruiz y soy escritor, diseñador gráfico e ilustrador. Bienvenidos a Novelesco. Si deseas saber más cosas sobre mi, clica abajo. Muchas gracias por leerme ; )
Un placer haber llegado a tu blog a raíz de un comentario tuyo en el mio. Veo (leo) que lo has «remodelado». Luce bellísimo.
Un saludo.
Muchas gracias por visitar mi blog y comentar, Chelo! Mi blog te abre las puertas de par en par, sé bienvenida siempre que quieras! Un abrazo! ; )
Bueno, bueno… hablar de Ray Bradbury es para mí hablar de uno de los cinco mejores relatistas. De hecho, creo que es el único autor del que creo me he leído todo lo que ha escrito. Crónicas marcianas, El hombre ilustrado, Las doradas manzanas del Sol, Las maquinarias de la alegría… Bueno, ya paro. Con esta obra se produce algo curioso, al menos cuando la leí, y es que irremediablemente, se produce una sucesión de lecturas entre este libro, Un mundo feliz y 1984. Saludos!!!
Muchas gracias por comentar, David! Solo me he leído dos obras de este autor y me ha encantado. Y has mencionado algunas que me parecen buenas lecturas, puede que futuribles. A 1984 le tengo ganas, tal vez caiga en breve, jeje. Un abrazo! ; )
Hola, Ramón.
Me ha gustado mucho esta reseña literaria, que me ha llevado a recordar la versión cinematográfica que vi hace muchos pero que muchos años. Cuando era joven, vamos, jaja. La película me gustó mucho pero supongo que, como suele ocurrir (salvo honrosas excepciones), la novela la debe superar.
En cuanto a tus reflexiones, estoy totalmente de acuerdo contigo, aunque yo sería mucho más implacable sobre la pésima calidad de la mayoría de programas televisivos actuales. Creo que, en aras de la tan cacareada audiencia, hemos sufrido un retroceso. Y eso que nunca he creído que «todo lo pasado fue mejor» pero en esto tengo que admitir que sí lo creo. La cultura no vende tanto como la tele-basura, los «reality shows». Menos mal que siempre nos quedarán los libros. Al menos eso espero.
En fin, gracias por esta entrada tan ilustrativa y amena.
Saludos.
Muchas gracias por visitar el blog y comentar, Josep María! Me alegra que te haya gustado la reseña. Creo que no he visto la película, y es posible que la busque en breve, a ver que tal está, jeje. Y tienes mucha razón, la tele-basura ha desplazado a la cultura de muy mala manera. No sabría decir si hay un retroceso, pues soy relativamente joven, jaja, pero creo recordar que de pequeño podías encontrar hasta otro tipo de programas, aunque no veía mucha tele. Bueno, quizá era mas de dibujos y cine que otra cosa, jeje. Un abrazo! ; )