—¡Dios mío! —soltó la muchacha, apretándose la mano lastimada. Con la huida había perdido la toca y el cabello dorado le caía sobre los hombros.

Padre corrió veloz hacia una cómoda y sacó un paño limpio y una botella de aguardiente.

—Will, aguanta esto —le pidió al niño, que parecía haberse quedado de piedra.

Afuera seguían golpeando la casa y los gritos de los vecinos se colaban a través de las paredes, ahogando los susurros de la noche. El techo crujía.

El hombre continuó buscando en el mueble hasta que encontró lo que deseaba. Una vez recuperó el alcohol se plantó delante de su hija y miró la herida. En algunos lados la carne había adquirido un tono oscuro que se extendía en hilillos hacia las zonas sanas.

—Hay que desinfectarlo —sentenció con un hilo de voz—. Voy a ponerte algo que te va a escocer mucho, pero en seguida notarás alivio —añadió, enseñándole una bolsita de cuero—. Le prometí que jamás volvería a usarlos para evitar sospechas, pero ya da igual.

Shilrey no dijo nada y contempló como su progenitor abría el pequeño macuto, sacaba un pellizco de polvos azulados y luego se los esparcía sobre la mordida. Sintió una intensa quemazón que duró poco. El dolor desapareció, incluso cuando le rociaban la herida con el aguardiente.

—Eres muy fuerte —le dijo padre entonces, sentándola en una silla—. E igual de preciosa que tu madre.

El hombre terminó el vendaje con mano experta y ambos se miraron a los ojos.

—Esos polvos —soltó la muchacha—. ¿Es lo mismo que utilizaba la señora Felding, verdad? ¿Se lo prometiste a ella, que no los usarías nunca?

Los golpes a la casa continuaron sin cesar. Se hoyó una explosión y más chillidos desgarradores, lamentos… El niño no pudo soportarlo y corrió hacia su hermana para abrazarse a sus piernas. Tenía tanto miedo que no había hablado en todo el rato y temblaba, pálido como la luna. Lo miraba todo con los ojos muy abiertos y Shirley sintió compasión. Lo sentó sobre su regazo y lo abrazó bien fuerte, antes de volver a la carga con sus pesquisas. Necesitaba obtener respuestas.

—¿Esto es lo que hacía que ella le quitara el dolor a las parturientas? —insistió—. ¿Por eso la quemaron por bruja?

Su progenitor se esmeraba en diseminar velas encendidas por toda la estancia para que no quedara ningún rincón oscuro e ignoraba las preguntas de su hija.

—¡Padre! —exclamó Shirley. Ya no podía soportarlo más— ¿¡QUE SON ESAS COSAS, POR QUÉ NOS QUIEREN HACER DAÑO!? ¿¡LA SEÑORA FILDING ERA UNA BRUJA?!

Se hizo un tenso silencio.

—¡CLARO QUE NO! —reaccionó él entonces, dándose la vuelta para mirarla con los ojos humedecidos—. Ella era una bellísima persona, conocía el bosque y sus tesoros como la palma de su mano, nada más. Ayudó a infinidad de personas en este pueblo, a tu madre cuando moría en una agonía atroz, para que se reuniera con el Señor teniendo un dulce marchar…

—Lo recuerdo —dijo la muchacha, entre lágrimas— ¿Entonces por qué murió así? ¿Por qué nos sucede esto?

—¡Porque el odio siempre ha sido uno de los peores pecados que han carcomido al hombre! —contestó padre—. ¡Y el reverendo Mathews ha pecado más que ninguno en Wesboroth y nos ha condenado a todos con su falsa virtud y arrogancia! ¡¿Quieres saber si hay brujas?!

La joven se encogió en la silla.

—¡Las hay, mi niña! —continuó diciendo él, fuera de sí— ¡La señora Filding era un ángel pero en Wesboroth también hay gente horrible! ¡Y ahora lo veo claro, por eso está haciendo este calor antinatural! ¡SE HAN ABIERTO LAS PUERTAS DEL INFIERNO, PARA CASTIGARNOS POR HABER CONDENADO A UN ALMA PURA!

Todos los cirios de los que disponían se diseminaban por la estancia, creando un efecto hipnótico.

—Esto nos mantendrá a salvo hasta que amanezca —dijo el hombre, sentado en una silla junto a sus hijos—. El ataque ha comenzado en la casa de los Mallory, ¿sabes? Ellos han sido los primeros en caer por vivir junto al bosque.

—¿Han muerto? —quiso saber Shirley, con los ojos cerrados. No se encontraba demasiado bien.

—No ha habido piedad para ellos —respondió padre—. Todavía no sé como he podido llegar hasta vosotros. Al menos allí he descubierto que esos diablos tienen miedo a la luz.

Habían pasado unas horas y ya apenas se oían gritos. Aunque los susurros seguían ahí, como una sutil melodía de fondo. Will había podido dormirse y se agitaba sobre el regazo de la muchacha, temblando pese al calor. La joven lo contemplaba de vez en cuando, metida en sus propios pensamientos. Quizá iban a morir. Volvió a recordar como la señora Filding se retorcía mientras las llamas la consumían y percibió de nuevo el olor a carne quemada. Ya no podía callarlo más.

—Le desobedecí —soltó de repente, mirando a su progenitor a los ojos.

—¿En qué hija?

—Hanna Vaughn y yo vimos la ejecución a escondidas.

—¡¿Qué?! —contestó el hombre, furioso— ¡Te prohibí que fueras, Shirley!

—¡Quería despedirme! —exclamó la muchacha, olvidándose del crío dormido— ¡Quería ser valiente y ver por mí misma lo que provoca el silencio! ¡Nadie en todo Wesboroth la ayudó, ni siquiera nosotros!

El hombre se calmó y la abrazó con fuerza. Ella aceptó el gesto rompiendo a llorar.

—Lo intenté hija mía, lo intenté —respondió padre entre lágrimas—. Y de haber estado solo no me habría rendido. Pero temí que nos acusaran a nosotros también…

Entonces él miró la mano de su hija y contuvo el aliento. La manga del vestido se le había subido un poco y la piel había adquirido una tonalidad oscura en las venas.

—¡SANTO CIELO! —exclamó, apartándose. Después retiró el vendaje. La infección se estaba extendiendo y ya llegaba hasta el codo.

Shirley abrió mucho los cojos y el niño despertó, quedándose hipnotizado por su lesión.

—Padre…

—No hay alternativa, hija mía. Tenemos que llegar a la iglesia y lavarte con el agua bendita. Creo que solo Dios puede salvarte y me temo que nos quedamos sin tiempo… 

Me llamo Ramón Márquez Ruiz y soy escritor, diseñador gráfico e ilustrador. Bienvenidos a Novelesco. Si deseas saber más cosas sobre mi, clica abajo. Muchas gracias por leerme ; )

6 Comentarios

  1. Josep Mª

    Estupenda continuación. Hoy sí que me ha quedado claro (porque es evidente, jajaja) que tendremos que esperar a una nueva entrega. Esperemos que la espera no sea muy larga.
    Un abrazo, Ramón.

    Responder
    • Ramón Márquez

      ¡Muchas gracias por comentar Josep Mª! Me alegro de que te haya gustado. La verdad es que no tenía pensado cortarlo, pero estoy un poco pocho (laringitis por catarro) y llegó un momento que no me salía nada más, jeje. Esta semana, posiblemente el viernes, compartiré el desenlace. La historia no está diseñada para ser muy larga. ¡Un fuerte abrazo! ; )

      Responder
  2. Miguel Pina

    Estupenda continuación Ramón, has creado el climax perfecto de un buen desarrollo narrativo y has dado algunas pistas sobre esos extraños entes que al menos temen a a la luz. Espero con interés el desenlace.
    Un abrazo y feliz semana.

    Responder
    • Ramón Márquez

      ¡Muchas gracias por comentar Miguel! Me alegro de que el relato siga gustándote, jeje. ¿Como terminará? Ya estoy trabajando en ello, lo sabréis este viernes. Un fuerte abrazo y feliz semana a ti también! ; )

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  3. Irene F. Garza

    Hola, Ramón.
    Yo también espero con ganas el desenlace.
    Qué buena historia y ambientación has creado, es muy visual y se me ha quedado cortísima esta entrada, : )
    Un fuerte abrazo.
    P.D. Por lo que le has comentado a Josep Maria, recupérate pronto.

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    • Ramón Márquez

      ¡Muchas gracias por comentar y por los buenos deseos Irene! Estoy ronco y sin voz pero por lo demás genial, poco a poco. Cogí un catarro muy corto pero intenso, jeje. Me alegro de que te esté gustando el relato, espero que el cierre te parezca redondo. ¡Un fuerte abrazo! ; )

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