«Madrid, 17 de Julio de 1986»

 

En el exterior hacía un bochorno insoportable, pero dentro de la limusina reinaba un agradable frescor.

Álvaro miró como su hija se sentaba a su lado, tan silenciosa como una sombra. Sabía que la niña tenía las mismas ganas que él de asistir a aquel encuentro, pero había obligaciones familiares que no podían evadir… Nada más cerrarse la puerta, dedicó una sonrisa a su chófer. 

—Rodrigo, cuando quiera ya podemos marcharnos —le indicó a continuación, de forma amistosa.

—Como guste, señor Siena.

—Por Dios, tutéame. Ahora no llevas a Mr. Stone…

El conductor le devolvió el gesto desde el espejo retrovisor, antes de subir la mampara de vidrio oscuro para concederles intimidad. Entonces la atención de Álvaro volvió a centrarse en su pequeña. 

—Mira cariño, es para ti —le dijo, señalando al regalo que había depositado previamente en uno de los asientos vacíos. 

Marla lo observó con una expresión de sorpresa dibujada en el rostro, desconcertada; luego estudió el enorme presente, mordiéndose el labio inferior. 

—¿Y esto por qué? —preguntó curiosa, después de la pausa—. Sabes que hoy no es mi cumpleaños…

—¡Vaya! —exclamó el hombre, con un tono jovial— debo haberme confundido…

La chiquilla soltó una risita. 

—Que tonto eres papá… venga, dime por qué.

—¿Desde cuándo eres tan preguntona? Anda cógelo, te está llamando…

Pero ella no se movió de su lado, dejándolo confundido. Él contempló cada centímetro de aquella carita que amaba con locura y se perdió en el intenso azul de sus ojos. “Cada día se parece más a su madre” pensó satisfecho; su esposa había sido una mujer muy especial, fuerte, carismática, de una belleza sublime y un alma rebelde como pocas. 

—¿Quieres hacerme el favor de abrirlo? —añadió, forzando la situación—. O me lo quedo para mí…

El silencio se impuso entre los dos.

—No lo quiero. Sé que viene de parte del abuelo…

El hombre se asombró con la respuesta. Su hija demostraba ser inteligente y sensible, captaba la esencia de aquel anciano a la perfección. Desde luego, su suegro no era la clase de persona que despertara simpatías, mucho menos infantiles. Y siendo sincero, a él tampoco le agradaba, pese a que los uniera un lazo familiar. 

—Es mío, él no tiene nada que ver. 

—Prométemelo. El abuelo no me gusta, es mala persona. Y tampoco tengo ganas de que vayamos a verlo. 

Álvaro no pudo reprimir una ligera satisfacción interior, pese a que se veía forzado a regañarla. Las relaciones con aquel hombre empeoraban cada vez que iba a visitarlos a Madrid, incluso empezaba a comprender por qué su mujer había intentado, a toda costa, alejarlos de él.

—No hables así, ¿quieres? —le contestó con un tono severo—. Recuerda que es el padre de tu madre, tal vez ella ya no esté entre nosotros pero le debemos respeto a su familia, por muy extraña que nos parezca. Además, también han venido tu tía Margaret y tus primos Billy y Joe… Se mueren de ganas de verte, te han echado mucho de menos…

Al oír eso un amago de sonrisa se dibujó en la cara de Marla. Joe tampoco le caía demasiado bien, le parecía un chico de carácter huraño y hosco que siempre se distanciaba de todo el mundo; pero adoraba tanto a Margaret como a Billy. 

—Aún no me lo has prometido —insistió la niña, esbozando una sonrisa.

—Pues te lo prometo ahora mismo —contestó su padre, besándose el dedo meñique de la mano derecha—. El regalo es de mi parte, solamente mío…

—Vale, te creo —respondió la nena, antes de abalanzarse sobre el paquete. Al quitar el papel se topó con una caja blanca; y al levantar la tapa contuvo el aliento… Ante sus ojos tenía a la muñeca de cerámica más grande y preciosa que había visto nunca. Sus pupilas lilas y enormes la miraban desde una carita redonda de facciones estilizadas. Unos abundantes rizos oscuros de tacto suave le caían de la cabeza como una cascada, cubiertos por un sombrero de seda a juego con el fabuloso vestido que la cubría hasta los tobillos.

—¿Te gusta?

—Es preciosa, papá ¡Me encanta! —exclamó Marla, recuperando el habla— ¡Y es enorme!

—Celebro que te entusiasme, cariño. Me la han fabricado por encargo, es tan única como tú.

Álvaro sonrió satisfecho de su elección, al ver que la niña lo abrazaba con efusividad; intentó no pensar en el encuentro que los acontecía a los dos, lográndolo hasta que miró a través de una de las ventanas, contemplando su maravillosa ciudad. Por desgracia, comprobó que ya se hallaban cerca del lujoso Villareal. Y algo le decía que el anciano insistiría de nuevo en encargarse de la educación de hija, en llevársela a Estados unidos… “Antes habrá de pasar sobre mi cadáver” pensó, mientras besaba el dorado cabello de su tesoro…

«En la acutalidad»

 

Ni siquiera la selecta y zen decoración de mi despacho en Creytok lograba relajar la excitación que me embargaba por dentro. Durante un instante pensé que las fotos de uno de mis asociados y de sus hombres me miraban desde la mesa, todos con los ojos muy abiertos y sin brillo, muertos.

—Aún no me lo creo —le respondí a mi primo después de la pausa, apretando el teléfono con fuerza.

—Pues créetelo, ahí tienes las pruebas. Son fotografías de la escena del crimen, cedidas por uno de nuestros hombres de la policía.

Suspiré y miré a través de la cristalera, hacia la esplendorosa y radiante Barcelona.

—Supongo que hasta los titanes pueden eclipsarse —solté—. ¿Seguimos sin encontrar supervivientes?

—No los hay Marla, ya que cayeron todos —añadió Billy, desde el otro lado de la red—. Un testigo nos hubiera venido que ni pintado.

—Maravilloso —solté irónica. Oí como él aguantaba una risita.

—Pongámonos serios —añadió mi primo— ¿Tienes las fotos delante?

—Sí, espera —contesté, dedicando otro vistazo a las imágenes.

—Observa la de nuestro ex socio. Verás que tiene una herida en las manos, pero nada mortal…

Sonreí en silencio. El maldito bastardo seguía siendo un tipo elegante y guapo, incluso así, tan pálido y vacío de aliento. Alguien le había clavado las manos con su Katana, un detalle que me parecía interesante. “Logró liberar una” analicé rápida; después pensé que en este caótico mundo existía cierta justicia poética, al fin y al cabo, ya que aquel había sido su juguete favorito para terminar con los que consideraba sus enemigos, o estorbos…

—Esto no es obra de alguien cualquiera —argumenté unos segundos más tarde—. Hay que tener mucho valor para haberse enfrentado a ellos y hacerles eso. Por no decir que nuestro hombre gozaba de una excelente forma física.

—Y de nuestra sagrada protección —me interrumpió Billy.

—En efecto querido, no lo olvido. Por eso digo que nos enfrentamos a algo inusual. ¿También hemos conseguido el informe del forense?

—Por supuesto, ¿Acaso lo dudabas?

Me reí.

—En absoluto, tanto tú como tu equipo sois los mejores asesores, ya lo sabes.

—No me alagues tanto y prosigue analizando la foto, céntrate en la expresión de su rostro. ¿Qué ves?

—Miedo —respondí al momento—. Terror, más bien. Y eso es lo que me parece extraño. ¿Han encontrado huellas dactilares o algo por el estilo?

—Nada. Lo único que han hallado son unos agujeros misteriosos, que van desde una pared cercana y se extienden hacia el techo.

—¿Hacia el techo?

—Sí, querida. Son perforaciones, da la impresión de haber sido creadas clavando un punzón. Lo desconcertante es que siguen un recorrido que termina justo encima de nuestro hombre…

—Dudo mucho que alguien perdiera su tiempo en hacer boquetes con un palo, o algo así —lo interrumpí por instinto. Billy me cedió la palabra, como todo un caballero—. Me resulta muy interesante… ¿Alguna otra cosa extraña?

—La cristalera reventada y unas marcas en el asfalto de la calle, como si hubieran tirado un objeto contundente. Tal vez nuestro sicario vuele… —añadió mi primo, perspicaz.

Analicé la información, procesando todos los datos.

—¿Tú que crees? —le pregunté después de la pausa.

Billy pareció meditar una respuesta.

—Yo digo que si tú no vuelas nadie puede hacerlo —respondió bromista—. Pero volvamos a ponernos serios, es el tercer asociado español que cae en menos de seis meses. Y estamos hablando de clientes Premium, de los que han pagado escandalosas sumas de dinero para vivir tranquilos…

—¿Y las cámaras de seguridad? —volví a interrumpirlo—. Recuerda que fuimos nosotros los que instalamos nuestra tecnología en su edificio…

—Aunque suene increíble, Marla, lo han vuelto a fundir con un virus, dejándolo inutilizable…

—¡Oh, vamos! —exclamé, volviendo al ventanal. El cielo azul sobre la ciudad volvió a brindarme otra estampa de postal—. Esto se va tornando cada vez más interesante… Así que de nuevo, no hay grabaciones…

—A mí no me parece interesante, querida. Más bien diría que es una putada. Ahora estamos recibiendo llamadas de nuestros socios en tropel, casi no damos abasto para calmarlos a todos. Por no decir que tendrás que buscar a otro “voluntario” —mi primo remarcó la última palabra con énfasis—. Recuerda que ha caído junto a todos sus camaradas…

Solté una carcajada, era verdad. La mano derecha de nuestro ex socio debía de cumplir un papel importante en una reunión cercana, traicionado y vendido por su mejor amigo y jefe como si fuera un boleto para una lotería. Y lo cierto era que había sido seleccionado con mucho mimo, yo siempre elegía lo mejor.

—Hay más, no te preocupes —respondí—. Nuestros asociados son muy bien intencionados con nosotros, no te preocupes. Elegiré a otro y ya está. Ahora volvamos al tema que nos interesa. Así que no hay evidencias de ningún tipo, ni grabaciones, ni muestras…

—Es como si una sombra cargada de muerte hubiera entrado en su edificio, al igual que sucediera con los otros.

Siempre me habían encantado los enigmas. Sonreí abiertamente a mi reflejo, recordando los cuentos que corrían por los bajos fondos…

—¿Piensas que ha sido ella? —quise saber, directa— Cómo la llaman… ah, sí, Eternal.

Billy se rió.

—Puede ser. Desde luego que no hablamos de un asesino normal. Los forenses aún siguen practicando autopsias, pero los cuerpos analizados demuestran que estaban sanos al morir, y eso es lo raro. En los tres casos que llevamos se repite ese patrón. Y ya han muerto doscientas personas, entre nuestros asociados y sus séquitos.

—Supongo que no han encontrado marcas de mordiscos ni nada por el estilo —añadí jocosa.

—No, nada de eso, como era de suponer. ¡Por Dios! Los yonquis tienen mucha imaginación gracias a las porquerías de baja estofa que les venden. ¿Un vampiro? —se rió—. Ambos sabemos que hay cosas muy jodidas, pero esa especie no existe. Yo diría que se trata de un justiciero, en todo caso.

—Esto es obra de una mujer, me lo dice mi instinto —lo corregí.

—Como digas Marla, tú eres la experta en esa materia. Ahora dime, qué quieres hacer.

Necesité unos segundos para meditar; conocía una manera de esclarecer la situación, aunque Billy tendría que hacerme un diminuto favor para lograrlo.

—De momento quiero que consigas algo para mí. ¿Podrás, primito?

—Tú pide por esa boquita tan preciosa que tienes, cariño. Y yo me las arreglaré para cumplir tus deseos, como siempre.

Sonreí. Sabía que lo haría, Billy me seguía como un perrito faldero, desesperado por meterse en mis bragas, algo que no lograría jamás. Sería muchas cosas, pero no necesitaba abrirme de piernas para cumplir mis objetivos. Y él nunca me fallaba…

Miré mi reflejo denudo en el enorme espejo estilo Luis XV, preparándome mentalmente para la velada que me esperaba. Sabía que los invitados ya habían comenzado a llegar, pero necesitaba de unos momentos de intimidad. De repente sentí la necesidad de volverme y buscar a mi inseparable compañera de viaje, un talismán que me acompañaba allí donde fuera, desde hacía ya muchos años. Siempre que la miraba recordaba a mi padre, algo que me llenaba de energía y de valor, incluso a pesar de que después de todos sus intentos, había acabado convirtiéndome en la persona de la que él había intentado salvarme. No obstante algunos de sus valores habían cuajado en lo más hondo de mi ser, pese a considerarme una mujer fatal y perversa.

Contemplé los ojos lilas y preciosos de la muñeca, tumbada en la cama junto al precioso vestido dorado con el que iba a cubrirme para la ocasión. “Sé que me miras desde el cielo, papá” pensé nostálgica. “Pero hace tiempo que acepté cual era mi destino; las personas malditas como yo han de afrontar y aceptar su oscuridad”.

Unos golpes en la puerta me sobresaltaron, sacándome de mis ensoñaciones.

—Adelante —dije con la voz firme; sabía quién era.

Billy entró en la estancia y dedicó una intensa mirada a mi silueta. Iba engalanado con un frac que le quedaba perfecto, como un guante. Y noté como se excitaba al mirarme los senos. Pero no me importaba que me viera desnuda, jamás consentí que me tocara.

—Estás preciosa —me dijo, acercándose para darme un beso en la mejilla. Por instinto miré un segundo a su entrepierna, notando el bulto. Sonreí y le dediqué una sonrisa a sus ojos.

—Más lo estaré arreglada —respondí—. Ese vestido es precioso.

—Lo dudo mucho, querida —alegó mi primo, antes de apartarse para dejarme espacio— ¿Qué tal ha ido el vuelo?

—Tan perfecto como esta mansión, apenas la recordaba. Sin duda es lo mejor que nos pudo dejar el abuelo. Y han hecho un trabajo magnífico con la restauración.

—Celebro que te guste, Marla. La re inauguración nos brinda el escenario perfecto para solicitar protección a los ancestros; y algo me dice que la necesitamos más que nunca.

Ambos nos quedamos en silencio, mirándonos a los ojos.

—Por cierto —añadió él, después de la pausa—. Casi lo olvido, Maggie y los niños te mandan muchos recuerdos y se mueren de ganas de verte…

Le sonreí otra vez. Una preciosa mujer embarazada de seis meses y tres hijos llenos de luz eran lo mejor que me había dado mi primo. Y la verdad era que los amaba a mi manera, disfrutaba con ellos y de su inocente normalidad… Vivían tan alejados del oscuro mundo real…

—Tal vez mañana vaya a visitaros. Maggie ha de estar radiante…

—Si por radiante quieres decir gorda como una ballena, en efecto —respondió él, poniendo una mueca.

Mi mirada se endureció. A Billy le tenía en gran estima, pero no dejaba de ser la clase de hombre que acudía al lecho de una mujer con la verga dura, como si nosotras fuéramos un regalo que le perteneciera. “Bastardo” pensé, arrepintiéndome de haberle concedido, antaño, mi mejor regalo de cumpleaños. Conseguir el amor ciego de una top model de éxito no había constituido un reto para mi elaborado arte. Y Maggie seguía conservando su fértil belleza, junto a su dulzura…

Él notó la frialdad de mis ojos y se dirigió al tocador, dándome la espalda. Supe que me preparaba un estimulante.

—No soporto que me mires así. Anda, ven aquí; necesitas un poco de mi receta especial.

—Sólo si no es la mercancía de un muerto —argumenté.

—¿Por quien me tomas, querida? Aún quedan buenos y honrados narcotraficantes entre nuestros asociados.

Al apartarse vi que me había dejado preparada, sobre una bandeja de plata, una perfecta raya de coca. Yo nunca me drogaba en el día a día, pero en nuestras celebraciones sagradas necesitaba de ese estímulo para anular la mente racional; o tal vez, para aplacar a esa niña aterrorizada que de vez en cuando, pugnaba por surgir a la superficie desde un oscuro rincón de mi alma…

Al descender la escalera principal con mi precioso vestido dorado todas las miradas se posaron sobre mí. Disfruté el momento en silencio, permitiéndome el lujo de esbozar una tenue sonrisa. Los invitados iban engalanados para la ocasión y con las caras cubiertas por pálidas máscaras venecianas. Incluso Billy se había puesto una, regalándome el lujo de ser la única asistente de rostro descubierto.

Cuando llegué al primer rellano miré a mi público desde las alturas, compuesto por más de quinientos asistentes, la flor y nata de la sociedad.

—Bienvenidos, hermanos y hermanas, al círculo de este sagrado lugar —dije, con la voz bien alta.

—Bienvenidos somos —respondieron todos al mismo tiempo, con una voz contundente que resonó como un eco por todo el enorme recibidor.

Sonreí antes de hablar.

—Tiempos aciagos nos acechan desde las sombras. Hoy conmemoraremos a los caídos, pediremos energías renovadas y protección a los dormidos. ¡YO OS DOY EL FARO!

—¡NOSOTROS TE ENTREGAMOS LA MECHA!

—¡YO OS DOY LA LUZ QUE ALUMBRA NUESTRO ÉXITO EN LAS TINIEBLAS!

Todos los presentes se agacharon grácilmente ante mí, durante unos segundos que disfruté como una reina.

—Traedme al Andros Pater —pedí.

La masa de invitados comenzó a abrirse, formando un pasillo vacío justo en el centro. Por él apareció un hombre ataviado de gala como el resto, con una banda roja alrededor del torso y una máscara del mismo color, que lo diferenciaban entre los demás. Una atractiva sonrisa de dientes perfectos se dibujaba en la parte visible de su rostro, mientras caminaba orgulloso como un rey, precedido por dos sacerdotes que portaban túnicas de terciopelo oscuro.

La gente murmuraba a su paso y aplaudía fuera de sí.

—Hete aquí al Andros que cerrará el círculo sagrado —dije, cuando mi invitado de honor se postró ante el último peldaño de la escalera—. El rito puede comenzar.

Mis acólitos se arremolinaban en un círculo alrededor del altar y de nosotros. El ritmo de los cánticos y de los tambores comenzaba a surtir efecto en mi cabeza, notaba el poder ascendiendo desde la base de mi columna vertebral, mordiéndome bajo la piel… Las bailarinas ataviadas con vestidos escarlata y translúcidos ya habían comenzado su danza, situadas en los cuatro puntos cardinales. La luz de las velas iluminaba la escena desde las enormes lámparas de araña, metamorfoseando el ambiente y otorgándole un aire místico e irreal.

El Andros Pater lo miraba todo con los ojos muy abiertos, percibía la excitación debajo de su máscara carmesí. Y notaba su lujuria, mientras los sacerdotes le bajaban los pantalones hasta los tobillos y lo ayudaban a tumbarse en el altar. Yo había ordenado que le administraran una viagra con la primera copa de champán, para asegurarnos de que nada podía fallar. Los ancestros necesitaban alimentarse de la sagrada energía de la procreación para comunicarse, era de vital importancia que el sacrificio estuviera bien dispuesto. Dediqué un vistazo a su miembro, sabiendo al instante que posiblemente, no hubiera hecho falta el poder de la pildorita azul. No tenía el pene muy grande, pero era grueso como un tronco; sentí que me humedecía. “Pobre diablo” pensé un segundo más tarde. Aquel hombre había sido vendido por su clienta, una de mis asociadas más antiguas; era uno de sus abogados y hacía unos meses, también había sido su juguete favorito. Pero ella ya estaba cansada del amorío. Y él reunía todas las características; maduro, sano, atractivo, esposo y padre, su semilla ya había engendrado más de una vida. Y había acudido al círculo libremente, engañado como todos sus predecesores.

—¡DIOSES Y ANCESTROS! —grité bien alto, con los brazos alzados al cielo—. ¡HABLADME, PROTEGED A VUESTRO CÍRCULO FIEL DE SUS ENEMIGOS. AMADNOS!

—¡NOSOTROS OS DAMOS LA MECHA! —repitieron todos al mismo tiempo, un eco que se extendió por todo el lujoso salón de baile—. ¡VOSOTROS NOS DAIS LA LUZ QUE ALUMBRA NUESTRO ÉXITO EN LAS TINIEBLAS!

Mi alrededor cobró vida, los acólitos comenzaron a moverse en círculos, con las manos unidas, pareciendo un agitado mar de carne y hueso. Supe que había llegado el momento y estiré un hilo del vestido; éste se desprendió resbalando por mi piel, hasta dejarme desnuda.

—¡OH, ANDROS PATER, SAGRADO VARÓN! —exclamé.

—¡OH, SAGRADA HEMBRA!

Los sacerdotes me levantaron por la cintura y me ayudaron a subirme sobre mi anfitrión. La excitación del hombre quedaba más patente que nunca, la sentí entrar por mi vagina, recorrer cada palmo de mi cuerpo que se movía como un autómata, rítmico, al compás de la melodía tribal que reverberaba en la sala. Él gemía, sonidos viriles que me llenaban de gozo, noté que mi tocado se deshacía, el cabello salvaje y suelto, agitándose a mi alrededor… Entonces vino la primera sacudida, mi poder ya había llegado a la sutura sagital, como una serpiente de luz… aquella era mi contribución al sacrificio, el Andros daba la vida, yo la energía. Y la visión me sacudió, dejándome ida. Vi a los ancestros a nuestro alrededor, espectros sin rostro que se arremolinaban sobre nosotros, acariciándonos… las puertas de mi consciencia se quebraron como un cristal, floté… de repente ya no me hallaba en el círculo, sino en un lugar oscuro y húmedo, una cueva con extrañas pinturas relucientes en las paredes; había una urna de aspecto arcaico, supe que era tan antigua como la humanidad. De golpe comenzó a quebrarse, percibí una energía colosal en su interior, la más oscura que había captado jamás; y quería brotar al mundo… sentí terror, hipnotizada, mientras contemplaba como la grieta crecía y crecía de tamaño, hasta que sin previo aviso, el recipiente reventó en mil pedazos. Grité al ver que una niebla negra surgía al exterior, adquiriendo la apariencia de una anciana terrorífica… ella me miró con los ojos rojos, una tétrica sonrisa se esbozó en sus cadavéricas facciones…

BRUJA HERMOSA… —me susurró sin palabras, un mensaje que se clavó en mi psique—. LLEVO MUCHO TIEMPO ESPERÁNDOTE… VOLVEREMOS A VERNOS, TU DESTINO TE AGUARDA…

Todo a mi alrededor se volvió brumoso, escuché unos intensos gemidos y regresé a mi cuerpo, al círculo… todavía abrumada, supe que él estaba a punto de llegar al orgasmo y miré como los sacerdotes le cubrían la cabeza con una bolsa de terciopelo negro… quiso resistirse, pero yo le agarré de las manos y aceleré el ritmo sobre su miembro. Él logró liberarse, un estertor invadió sus piernas, quiso empujarme… las bailarinas lo sujetaron con fuerza, impidiéndoselo… unos minutos más tarde eyaculó con violencia, me sentí llena… y mi Andros Pater exhaló su último aliento, quedando tan quieto como una estatua. El sacrificio había concluido.

El cigarrillo se agitaba entre mis dedos, ya que no podía dejar de temblar. Hacía rato que me hallaba en mi habitación, mirando por la ventana y cubierta por un cálido y suave albornoz. La fiesta seguía su curso, pero necesitaba descansar, ocultar mi enturbiado ánimo. Unos golpes en la puerta me despertaron, logrando que me volviera para mirar. Billy entró en la estancia, sonriente.

—Ya hemos solucionado el tema de nuestro anfitrión —soltó a modo de saludo.

—Perfecto —respondí, poco convencida—. ¿Lo habéis cambiado?

—Claro. Es más natural que lo encuentren con su ropa de diario que con un frac, ¿No te parece? Uno de nuestros hombres está dejando su deportivo en un descampado, bien lejos de aquí. No te preocupes, saldrá bien, como siempre.

Quise sonreírle, pero me fue imposible.

—En unos días volveremos a ver por la televisión otro caso de nuestro psicópata favorito —añadió ante mi silencio—. ¿Estás bien?

—Cansada —dije, pensando en lo que acababa de oír.

El asesino del terciopelo había sido nuestra mejor invención, una mascarada perfecta para ocultar los rituales. Todos los Andros Pater eran cambiados de ropa, llevados a un lugar apartado y colocados en el lugar del conductor, con las manos atadas detrás del asiento. Habíamos creado un mito moderno, una distracción perfecta para los medios de comunicación y las autoridades. Hasta tenía seguidores en las redes sociales, un acontecimiento que me hacía pensar en lo jodidamente loca que estaba la gente.

—Has… ¿Los ancestros te han dado un mensaje? —preguntó Billy, indeciso.

Asentí con un movimiento de cabeza.

—Un miasma de tiniebla se ha cernido sobre todos nosotros —respondí, volviendo a mirar por la ventana—. Sucesos importantes están por llegar, te lo aseguro.

Mi primo se quedó en silencio, mirándome fijamente. Notaba sus ojos clavados en la nuca, pero no me importó. Me sentía medio desfallecida. Y una idea ridícula revoloteó por mi cabeza, logrando que meditara sobre ella. Pensé en el torrente de energía que corría a través del cuerpo humano, serpenteando entre los chakras o puntos cardinales, llena de luz. Todos poseíamos esa conexión con lo divino, pese a que la mayoría de la población la tuviera rota y apagada. Entonces, caí en la cuenta de que hacía mucho tiempo, la mía se había transmutado en una serpiente hermosa y letal, cargada de veneno…

Licencia Creative Commons
Ciudades de tiniebla. 7. El veneno de la serpiente por Ramón Márquez Ruiz se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.

Me llamo Ramón Márquez Ruiz y soy escritor, diseñador gráfico e ilustrador. Bienvenidos a Novelesco. Si deseas saber más cosas sobre mi, clica abajo. Muchas gracias por leerme ; )

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