LEYENDAS 6

LEYENDAS 6

RELATO 11

Helena observó como Paris dormía plácidamente y se levantó de forma silenciosa. Había intentado sucumbir ante el influjo del benévolo Morpheo, pero aquella noche parecía que su mente no deseaba ceder.

La mujer salió al balcón y agradeció la brisa que mecía su dorado cabello. Tras apoyarse sobre la balaustrada de mármol miró a lo lejos, pensativa, hacia el extraño presente con el que Poseidón había obsequiado a la obstinada Troya. Incluso desde allí podía contemplar al enorme caballo de madera, iluminado por el candor de las numerosas antorchas de la plaza. Pensó que la ciudad debía de haber caído en un profundo sueño tras los festejos, al igual que su amado príncipe. Entonces algo le llamó la atención.

“Es extraño” reflexionó la reina de Esparta. «¿El caballo no reluce demasiado?» 

—¡Dioses! —gritó, al darse cuenta del incendio.

Helena escuchó los gritos de guerra y el sonido de los pesados goznes de las puertas principales de la ciudad, que chirriaban al abrirse. Sintió un profundo terror.

—¡Paris! —llamó a su amado, entrando apresurada en los aposentos.

Él despertó sobresaltado. El clamor de la batalla y los gritos del pueblo inundaban ahora cada rincón de palacio, colándose por las balconadas como ladrones furtivos.

—¡Ha sido ese maldito caballo! ¡Nos ataca mi marido, nos atacan los griegos!

RELATO 12

Las ventanas medio tapiadas de la mansión parecían un centenar de ojos polvorientos y entornados.

—¿Quieres entrar ahí? —preguntó Jonás, cogiendo su maletín antes de cerrar el coche.

—Si —le contestó Rosa, apartándose un mechón rizado de la cara—. Si la vendemos nos ascenderán seguro. Nadie lo ha logrado en diez años…

El hombre se miró los pantalones del traje y sus caros zapatos negros, impolutos. No iba vestido para una ocasión como aquella, pero su compañera tenía razón.

—Está bien, una valoración rápida y nos vamos.

—Tardaremos poco —añadió ella mientras caminaba hacia la entrada principal.

Las ventanas medio tapiadas de la mansión parecían un centenar de ojos polvorientos y entornados.

Lucas miró a Rocío.

—No vamos a entrar —le dijo.

—No seas cobarde, esa mansión lleva diez años sin venderse.

El hombre apretó los labios.

—Se rumorea que aquí han desaparecido trabajadores de nuestra inmobiliaria. Y dicen que encontraron un maletín muy cerca, manchado de sangre.

—¡Tonterías! —soltó Rocío, apartándose un mechón rizado de la cara.

Tras varias promesas de ascenso, Lucas cambió de idea. Ella lo condujo hasta la puerta, bromeando por el camino. “Ha llegado la hora de cenar, mis pequeñuelos” pensó feliz…

Me llamo Ramón Márquez Ruiz y soy escritor, diseñador gráfico e ilustrador. Bienvenidos a Novelesco. Si deseas saber más cosas sobre mi, clica abajo. Muchas gracias por leerme ; )

EL ASOMBRARIO. 2 RELATOS DE CONCURSO PARA ESCUELA DE ESCRITORES

EL ASOMBRARIO. 2 RELATOS DE CONCURSO PARA ESCUELA DE ESCRITORES

Novelesco se complace en presentar estos dos relatos breves escritos para el concurso de EL ASOMBRARIO, de Escuela de Escritores. La temática del mes de Octubre trataba sobre los saltos del mundo real a uno imaginario, estando prohibidos los espejos, las naves espaciales y las máquinas del tiempo. Espero que os guste y comentad ; )
RELATO 1. LA SESIÓN

Vuelva a colocar las manos —pidió la anciana.

—¿Cómo lo…? Mire, al leer su panfleto imaginé otra cosa. El yoga no es lo mío…

Arturo se rascó la nariz, sentado en el centro de aquel círculo tallado en las baldosas de mármol. El cojín era cómodo, pero después de tres respiraciones profundas, el incienso que surgía de varios cuencos situados a su alrededor comenzó a resultarle molesto.

—¿Esto no será droga? —preguntó inseguro.

La mujer, que parecía seguir escrutándolo con sus ojos invidentes, esbozó una sonrisa desde su confortable butacón de cuero repujado.

—Yo no uso esos métodos. Y sé que no ha colocado la posición correcta porque para ver, sólo me basta un ojo —alegó, dándose unos toquecitos por encima del entrecejo.

—Oh, ya… Vale, si al menos logra quitarme el estrés, saldré contento.

—Vuelva a juntar los dedos pulgar y corazón. Luego deje las manos sobre las rodillas, tal y como le indiqué.

“De acuerdo” se dijo el joven, dispuesto a obedecer.

—Ahora cierre los ojos e inspire lentamente, contando hasta siete. Después exhale, contando hasta siete otra vez. Y siga repitiendo el proceso mientras se concentra. Yo lo guiaré cuando lo vea preparado.

El silencio se impuso en la sala durante varios minutos. Arturo comenzó a relajarse, dando paso a una sensación de bienestar desconocida para él. Incluso el incienso había dejado de incordiarlo, pues ahora, su olor a musgo y a naturaleza lo acunaban en la oscuridad. De golpe, un claro rumor a agua invadió sus oídos…

—¿Dónde está? —preguntó la vidente.

—En un bosque —respondió el chico—. Hay un lago cerca…

—Vaya hacia él.

Arturo caminó despacio. Notaba el tacto de la tierra en las plantas de los pies, escuchaba como el viento mecía los árboles… Jamás había experimentado nada semejante, todo le parecía muy real.

—Ya he llegado. Algo brilla a lo lejos, su luz se cuela por mis párpados…

—Nade hacia ese resplandor —ordenó la anciana—. No tenga miedo.

El chico inició el chapuzón y braceó en línea recta, deteniéndose en un punto donde había un cálido cambio de temperatura. Por instinto cogió aire y se sumergió hondo, hasta que sus manos agarraron algo de tacto metálico, clavado en el fondo.

—¡Abra los ojos!

Arturo obedeció, comprobando que se aferraba a una espada. Entonces descubrió que se hallaba en el interior de una enorme burbuja de agua, en la sala. La vidente sonreía desde el otro lado, distorsionada, y tanta fue la impresión que quiso gritar, perdiendo oxígeno.

—¡Arránquela!

El joven hizo fuerza, se ahogaba… El arma cedió y su prisión líquida reventó, provocando un torrente que lo arrastró sin control hasta hacerlo chocar contra los pies de la mujer. Tosió mientras recuperaba el aliento perdido, miró la espada y luego a la inundada habitación, estupefacto.

—La casualidad no existe, ha sido tu destino el que te ha conducido a mí. Soy la dama del lago. Y Excálibur ha sido invocada de nuevo.

RELATO 2. INVERSIÓN

Conrado Púgil seguía a su objetivo, sin quitarle los ojos de encima. Un sobre con fotos de la mujer botaba en el bolsillo interior de su americana, al compás de sus pasos.

“Marian Histar es preciosa” pensó el hombre. “No me extraña que su marido sospeche que le es infiel”.

Aquel encargo lo había salvado de no pagar el alquiler. Y con el adelanto, incluso, había podido jubilar sus añejos zapatos. Ahora, unos bonitos y cómodos Oxford full brogue amenizaban la jornada de espionaje, volviéndola casi un placer.

El clima cambió de forma drástica cuando Púgil entró en la calle Encrucijada, que se abrió ante él extrañamente silenciosa, incluso demasiado para aquellas horas de la madrugada. Empezó a llover y entre maldiciones, se acordó de su flamante gabardina impermeable, dejada en casa.

“Voy mojado, pero desapercibido…” caviló, descubriendo que la señorita Histar se había detenido en mitad de la calzada, dándole la espalda.

“¿Por qué se ha parado ahí?” analizó. Salvo él, no había nadie en las aceras. Decidido a pasarla de largo, continuó adelante. Pero cuando ambos se cruzaron la mujer se volvió para mirarlo, dedicándole una encantadora sonrisa.

—Tenía ganas de conocerlo, detective.

Conrado se detuvo y la miró directamente a los ojos.

—Tiene aptitudes sobresalientes para ser un humano.

—¿De qué me habla señorita?

—Deje que lo adivine. ¿Un marido celoso lo ha contratado para seguir a su esposa infiel?

El hombre dudó. En veinticinco años de profesión jamás le había sucedido algo semejante.

—Está bien, me ha descubierto —respondió, abriendo los brazos—. Ahora hágame el favor de regresar a la ace…

—Yo le invito a venir —lo cortó ella—. Hay pocos coches aparcados y la calle es ancha, por lo que aquí dispondremos de mayor movilidad. ¡Venga, deprisa! ¡Ya han llegado!

Púgil percibió un hedor desagradable y notó una presencia tras él. Algo lo arañó en el brazo, rasgándole las capas de tela y la piel… Entonces su instinto le obligó obedecer.

—¡¿QUÉ NARICES…?!

Unos seres extraños y aterradores surgían de todas partes y los rodeaban, exhibiendo afiladas garras. Conrado se quedó paralizado, antes de reaccionar y sacar la pistola.

—Lo mejor es que no estoy casada —añadió Histar, guiñándole un ojo—. Y usted ha sido un cebo perfecto, sabían que era mi tipo y me atraería al juego.

—¡¿QUE SON ESAS COSAS?!

—Demonios de otro mundo.

—¡LECHES!

—Por suerte, con un truquito de bruja bastará.

La mujer dio un salto y hubo un temblor. Después Púgil dejó de tocar el suelo, igual de ingrávido que los monstruos y los coches… De repente sintió que lo succionaban, como si la gravedad se hubiera invertido y cayera hacia arriba, al igual que la lluvia. Ella lo agarró de la muñeca, mientras las farolas salían despedidas junto al mobiliario urbano.

—¡Todos a volar! ¡Vuestro jefe aprenderá a no tomarme por tonta!

—¡DIOOOOSSSS! —bramó el detective, soltando la pistola para poder agarrarse mejor.

—Tranquilo guapo, a ti no te dejo. Y por cierto, bonitos zapatos nuevos.

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El asombrario. 2 relatos de concurso para Escuela de Escritores por Ramón Márquez Ruiz se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.

Me llamo Ramón Márquez Ruiz y soy escritor, diseñador gráfico e ilustrador. Bienvenidos a Novelesco. Si deseas saber más cosas sobre mi, clica abajo. Muchas gracias por leerme ; )

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