SERES DE LUZ BLOG SE PRESENTA AL PREMIO 20 MINUTOS

Como buen seguidor de la filosofía de Juan Palomo —Yo me lo guiso, yo me lo como—, a parte de escribir entradas, creo firmemente que en un blog hay algo de trabajo que permanece bajo la superficie, siendo invisible al ojo del espectador o lector que decida perderse entre sus páginas virtuales. Y en mi caso eso sucede siempre que preparo alguna novedad interesante.

El año pasado estuve a punto de presentarme a los PREMIOS 20 MINUTOS, pero finalmente no lo hice por motivos personales. Y este año he decidido lanzarme a la piscina. La experiencia de los Bitácoras me pareció gratificante, aunque la última edición coincidió con la reforma del blog y llegué un poco tarde. No obstante lo bonito no es solo ganar —mentiría si dijera que eso no sienta de maravilla ; )—sino también participar e intentar llegar hacia la meta. En ocasiones no se consigue pero el viaje ha resultado interesante y esclarecedor, o ha servido para crecer, algo que lo convierte en básico e imprescindible, en un riesgo que siempre merecerá la pena.

Para crear hay que soñar y saltar de vez en cuando, sin que tus pies dejen de tocar el suelo. Y con concursos como estos, sucede algo parecido. Por probar que no quede, jeje. El NO siempre viene de serie, ahora, es cuando se debe invocar al mayúsculo SÍ.

Ya podéis votarme si queréis, clicando en el banner (imagen) que hay aquí abajo —que también podréis encontrar publicado al final de todas las páginas principales del blog—. Pero antes os explicaré como votarme, por si acaso.

Para votar en los premios primero tenéis que estar registrados en la página 20 MINUTOS —este enlace os lleva directamente a la página de registro, aunque en el lado derecho os da la opción de conectaros con varias cuentas de redes sociales— . Una vez realizado este paso, volvéis aquí y clicais en la imagen. Llegaréis a mi ficha del blog, en el que habrá un botón azul muy chulo que reza:  «Vota a este Blog».

Le dais y listo, vuestra votación habrá sido realizada con éxito. Muchas gracias por leerme otra vez, hagáis lo que hagáis. Un abrazo y hasta la semana que viene! Yo seguiré preparando cosillas, no os preocupéis! ; )

 

 

 

Me llamo Ramón Márquez Ruiz y soy escritor, diseñador gráfico e ilustrador. Bienvenidos a Novelesco. Si deseas saber más cosas sobre mi, clica abajo. Muchas gracias por leerme ; )

N.A.T.I.V.I.T.Y TERCERA PARTE

N.A.T.I.V.I.T.Y TERCERA PARTE

Base lunar N.a.t.i.v.i.t.y, 23 de diciembre, año 3014.

JAK comprobó el resultado de los análisis en la pantalla de la estación médica y miró a Bel a través del cristal, contemplando como ésta flotaba en su interior, ingrávida, sumida en un profundo sueño. Al quitarle la ropa para lavarla había descubierto varias heridas de diversa índole y de aspecto reciente que necesitaron cuidados intensivos, algo que le indicaba varas cosas:

La primera, que ella había superado una seria trifulca poco antes de que sus caminos se cruzaran. Y la segunda, que poseía una increíble fortaleza, tanto física como interior.

“Es un milagro” pensó por enésima vez, sin poder apartar los ojos de ella. Ambos se hallaban sanos y según los cálculos de la EM, el alumbramiento biológico se esperaba en dos días, siempre y cuando su organismo no sufriera otra alteración nerviosa…

“Justo el día de navidad” reflexionó el androide, esbozando una sonrisa. Le parecía una fecha poética, que coincidía con el inicio de la debacle de N.A.T.I.V.I.T.Y, apenas un siglo atrás… Las imágenes de la matanza en el restaurante volvieron a sacudirlo durante un segundo, hasta que las apartó con firmeza. Tenía que investigar algunas cosas y sabía que para conseguir cierta información, debía volver a ponerse en contacto con el MGB, una idea que no le atraía nada…

De repente notó el picor en las ranuras de la espalda y reaccionó al fin. La chica dormiría un buen rato más, le quedaba tiempo de sobras para desinfectarse y averiguar algo que confirmara su sospecha…

—Buenos días JAK —lo saludó GAB cuando él se tumbó desnudo sobre el extremo del inmenso brazo mecánico.

—Hola preciosa, enchufa cuando quieras.

Domar a aquella fierecilla y tunearla a su antojo había constituido todo un reto, que fue dado por concluido después de encontrar el modulador de voz apropiado. Ahora le resultaba gratificante pasar por allí casi diariamente…

—Detecto un alto índice de contaminación —lo alertó la inteligencia artificial—. ¿Ejecuto el protocolo?

El sintético sonrió.

—Adelante.

Entonces el androide notó como una aguja curva de quince centímetros de largo se le clavaba en la espalda, a través de un escondido conector. Una vez concluida la primera fase, el brazo mecánico cobró vida y comenzó a elevarse del suelo, cambiando su inclinación para dejarlo recostado en el aire.

—Iniciando escaneo. Activando sensores…

La máquina emitió pulsaciones de luz azul que proyectaron un holograma sobre JAK. Varias líneas horizontales subían y bajaban deteniéndose cada pocos segundos en algunas partes de su cuerpo sintético, para mostrar pequeños focos de puntos negros que se condensaban hasta formar manchas opacas…

—Ha sido un error conectar dos unidades no procesadas. Hay un veinte por ciento de infección en las ranuras Superhot de la espalda.

Al oírlo el androide cerró los ojos.

—Pues ya sabes lo que has de hacer, GAB. Ha sido cuestión de vida o muerte, fui descuidado y las cosas se pusieron muy feas. Arranca la descontaminación, por favor.

—Apagando Módulo de inteligencia J.A —anunció la máquina, iniciando una cuenta atrás…

Por un momento en los glóbulos oculares del sintético apareció un mensaje que le indicaba la operación. Él conocía los efectos de aquella maniobra y se había acostumbrado a ella, incluso le gustaba, ya que podría decirse que entraba en una fase similar al sueño humano… Se acomodó lo mejor que pudo y le sobrevino el chispazo. Su cabeza se apagó, dejándolo sin consciencia… Luego llegó la primera descarga…

Los pantalones abiertos chocaban constantemente contra las arrugas de la falda arremangada. Ella recibía las envestidas gustosa, clavando las uñas decorosamente pintadas sobre el mármol oscuro del retrete.

—¡No te detengas! —le pidió llena de frenesí, a punto de llegar al orgasmo…

El hombre aceleró dejando de ser delicado, cada vez más rápido. Cerró los dedos con fuerza en torno a sus caderas, sujetándola con mayor firmeza… 

—¡Oh Si, SIIIII! —exclamó él, estallando bien adentro…

Nada más terminar se limpió con un trozo de papel higiénico y se volvió a ajustar el pantalón y el fajín. Después miró la hora en el reloj de oro que siempre llevaba en la muñeca derecha.

—Ha sido rápido pero interesante —le dijo ella entonces, besándolo en los labios—. ¿Echamos otro?

—Ya es suficiente, cariño. Hoy es navidad, quiero estar con mi esposa y mis hijos…

—No se preocupe, señor Arrows, su mujer no sospechará nada, podemos quedarnos cinco minutos más… —añadió la mujer, acariciándole suavemente el ahora plácido bulto entre las piernas—. Seguro que mi marido la entretiene con alguna de sus batallitas históricas sobre la primera era de N.A.T.I.V.I.T.Y… Puede llegar a ser un cabrón aburrido de narices…

Él la miró un segundo de forma inexpresiva y la apartó de un suave empujón. Luego volvió a colocarse la pajarita, que había quedado torcida tras el escarceo.

—Ya es suficiente. Y no me gusta que insultes a Owen, es mi mentor y mi socio, ¿recuerdas?

—Claro que sí, Jacob. Aunque eso no te impide meterme la verga bien dura, ¿cierto?

Felicity era bella pero liarse con ella había sido un error. Él lo había sabido desde el primer encuentro, pese a ser incapaz de mantener encerrado al pajarito del deseo…

En el hilo musical comenzó a sonar un villancico navideño que lo impulsó a abandonar el cubículo del servicio de caballeros, aparentemente vacío, sin mediar otra palabra con su amante. Quitando la atracción física que sentía por ella no veía nada más. Su querida mujer la superaba en todo, por lo que seguía sin comprenderse a sí mismo cada vez que la engañaba. “Esto ha de acabar” se dijo, pensando en la radiante Hannah que lo esperaba en el comedor principal, acompañada por sus dos chavales.

A pesar del bullicio y de hallarse abarrotada, en la sala reinaba un civilizado orden. La gente permanecía sentada en sus mesas, decoradas con enormes motivos florales, a la espera del postre especial de Navidad. Los lujosos adornos del gigantesco abeto cambiaban de color cada pocos segundos mientras el pianista, contratado para amenizar la velada, tocaba rock neoclásico de forma magistral. 

—¡Papá! —exclamó Shaun nada más verlo acercarse a la mesa, saltando de la silla.

—Tiene que ir al baño, cariño —le dijo su esposa, dedicándole una radiante sonrisa.

—¡Pero si acabo de salir de allí!

—No seas así, anda…

—Está bien, está bien —cedió el hombre—. ¿Dónde se han metido Aaron y Owen?

Hannah lo miró esbozando una resignada sonrisa.

—Tu hijo se ha ido a dar una vuelta con Tricia Holvert. Les he advertido que si no regresaban en una hora se la iban a cargar… Y creo que Owen me ha comentado que iba a saludar a alguien por ahí, no estoy segura.

Tras besar a su mujer Jacob regresó al servicio de caballeros para cumplir la misión retrete, cruzándose con Felicity por el camino. Ella le guiño un ojo y siguió caminando hacia la mesa, contorneando las caderas de esa forma tan especial…

Una vez en el baño el niño insistió en que lo dejara orinar solo y su padre lo esperó en la puerta del cubículo, con la riñonera en la mano. El pequeño solía llevarla siempre consigo, consiguiendo aquella noche un curioso efecto con el esmoquin en miniatura que le habían puesto. Jacob estudió el divertido estampado de la tela, compuesto por un centenar de abejitas, quedándose absorto en sus propias vicisitudes, cuando se escuchó un gran estruendo. Luego, vinieron los gritos… 

—Activando conexión —dijo GAB.

El módulo J.A volvió a encenderse y JAK recuperó la consciencia.

—¿Todo en orden? —quiso saber la inteligencia artificial.

—Como siempre, preciosa —respondió el sintético, abriendo los ojos—. ¿Has freído a todos esos cabrones?

—Iniciando escaneo de refuerzo.

De nuevo, las luces azules proyectaron el holograma sobre su cuerpo y en aquella ocasión, ningún punto oscuro hizo acto de presencia.

—Desinfección completada al cien por cien, JAK. Desconexión en proceso…

El brazo mecánico volvió a su posición inicial y la aguja abandonó la espalda del androide. Éste se levantó y se masajeó los hombros, como si hubiera salido de una intensa sesión de ejercicio. No había nada mejor para empezar el día que una poderosa descarga, tan intensa que se veía obligado a desconectar su módulo de inteligencia para no freírlo.

—¿Tienes accesorios nuevos a los que limpiar? —quiso saber GAB entonces.

El sintético se marchó un momento y regresó con la bolsa que había recolectado en las ruinas de su restaurante favorito.

—Claro que sí.

Una compuerta se abrió en la base derecha del mecanismo principal y surgió un pequeño ascensor. JAK introdujo todas las piezas de una en una, antes de que éste volviera a cerrarse.

—Mis sensores detectan que uno de los brazos modelo ACELL1120 es irrecuperable.

—No importa, deshazte de él. Tengo muchos mas…

La inteligencia artificial empitó un sonido similar a una risita. El androide había intentado dotarla de humor en muchas ocasiones, siendo incapaz de ajustar un punto que le resultara satisfactorio. GAB se reía cuando le daba la gana y no necesariamente basándose en el canon estipulado de lo cómico, como si de vez en cuando se activara algún algoritmo aleatorio en la IA.

—Adoras churrascar cosas, ¿verdad preciosa? —soltó JAK, esbozando una sonrisa…

Tras echar otra vez un rápido vistazo a las constantes vitales de Bel, que seguía plácidamente dormida, el androide observó las bellas facciones que relucían después del rápido baño. Su cuerpo desnudo, redondo y magnético, se le antojó digno de una antigua Diosa de la fertilidad terrestre.

Una de las ventajas de haber creado el refugio en unos antiguos almacenes constituía en la enorme colección de índole diversa que guardaba como si fuera un tesoro. En el piso de abajo disponía de muchas tiendas que conservaban los mejores productos, desde ropa, joyerías, muebles y vehículos a una impresionante librería repleta de volúmenes en formato papel, un señor lujo para los más adinerados. Y a pesar de que todo aquello carecía de valor, él cuidaba sus exquisitas pertenencias con mucho mimo, ya que constituía la prueba de que, en otros tiempos no muy lejanos, había existido una civilización en aquella enorme base lunar, perdida de la mano de un Dios poco probable.

“He de buscarle algo limpio que ponerse” pensó el androide, haciendo un repaso mental. Por fortuna disponía de abundante ropa femenina …

Una vez en el piso de abajo JAK decidió comprobar que todo estuviera bien por el jardín central. Había tenido que realizar algunos cambios en la estructura interna del edificio para crear aquel oasis maravilloso, repleto de fuentes con cascadas y árboles que componían un cuidado bosquecito libre de infectados. Hasta tenía un lago con un sistema de depurado autosuficiente, del que bebían unos amigos muy especiales, los renos de nariz roja.

Aquellos animales fueron creados en N.A.T.I.V.I.T.Y gracias al egocentrismo de una gran corporación que deseaba promover su producto estrella, un perfume de tono escarlata cuyo horrible envase tenía forma de Papá Noel. Mediante una serie de mutaciones en el código genético se consiguió cambiarles el color del hocico. Por desgracia los científicos chiflados tocaron algo que no debían y los volvieron más débiles de lo usual, así que tras el holocausto cibervírico, el sintético logró poner a salvo algunos ejemplares, aislándolos de los depredadores.

Un rápido vistazo le bastó para comprobar que todo seguía como siempre. Entró en una de las tiendas de señora y pasó cerca de una hora buscando una prenda que considerara apropiada…

JAK tenía desconectada la RED de su refugio desde hacía muchos años. El MGB controlaba cada engranaje de N.A.T.I.V.I.T.Y con una precisión arrolladora, al menos las partes vitales que eran imprescindibles para la base. Pero a él siempre le había parecido molesto que no mostraran interés en erradicar el cibervirus. Además, podían ser muy entrometidos cuando lo deseaban…

Al conectar los cables del servidor principal se activó el monitor de reconocimiento y el característico icono de Industrias Arrows apareció en medio de la pantalla. Después sonó la melodía de conexión, una buena señal teniendo en cuenta que el aparato había permanecido apagado unos cuantos años.

—Bienvenido J. —lo saludó la voz artificial—. Ahora la RED es tuya. ¿Deseas conectar los grandes almacenes a los RG?

—No —contestó el androide.

En el primer día del brote una IA administrativa infectada trucó los reguladores generales de una serie de edificios para asesinar a sus habitantes. En un hotel de lujo, atestado de gente, llegó a bloquear el servicio de oxígeno y las puertas, dándose un horrible resultado… A sintético le había costado mucho limpiar su casa de mierda y no deseaba volver a dejarla entrar. Mucho menos ahora, que había encontrado a Bel.

—Quiero conectarme con el MGB —ordenó autoritario.

—Acceso permitido, espere…

Un logotipo amarillo compuesto por tres coronas superpuestas ocupó toda la pantalla. Luego apareció un rostro sintético, bien parecido a pesar de los cables y los remaches de neón verdoso.

—Hola —le dijo G. a modo de saludo, con un rígido tono de voz—. Han pasado cerca de sesenta años desde nuestra última conversación…

—Cierto. Ya sabes que me gusta mucho la soledad.

—¿Sigues perdiendo tu tiempo con esas colecciones humanas y absurdas?

“El mal humor sigue vigente en su módulo de inteligencia” pensó el androide, esbozando una sonrisa.

—No tengo tiempo para ti, quiero hablar con M.

El rostro giró sobre un eje y apareció otro totalmente distinto. En tiempos lejanos los Controladores Principales de la base lunar habían gozado de carcasas humanoides, muy similares a la suya propia. Pero después del incidente eso se había ido perdiendo, hasta hacerlos parecer híbridos extraños entre hombres y máquinas llenas de cables, placas de metal y neones de varias tonalidades.

—¡JAK, que sorpresa!

—Hola M. Sesenta años, si mal no recuerdo.

—¿Y qué necesitas, viejo amigo?

—Cierta información. Hoy me he cruzado con algo sorprendente…

Una mentira no haría daño. El robot prefería guardar el secreto de su nueva amiga solo para él…

La tapa de la estación médica se abrió de forma automática y la mujer abrió los ojos, sobresaltada. Aturdida, se incorporó y miró a su alrededor, descubriendo que se hallaba totalmente desnuda. “¿Mi ropa…?” pensó. Entonces notó que alguien se había ocupado de todas sus heridas, y que éstas presentaban un aspecto impoluto, casi cicatrizado…

—Bienvenida a mi casa, Bel —la saludó JAK, sorprendiéndola.

Ella miró en su dirección y lo descubrió sentado en un gran butacón forrado de cuero oscuro, vestido con una camisa blanca, un pañuelo celeste en el cuello y unos pantalones grises.  Al instante se tapó los senos con los brazos, indignada…

Me llamo Ramón Márquez Ruiz y soy escritor, diseñador gráfico e ilustrador. Bienvenidos a Novelesco. Si deseas saber más cosas sobre mi, clica abajo. Muchas gracias por leerme ; )

EN UN INSTANTE

EN UN INSTANTE

Novelesco se complace en presentar «EN UN INSTANTE», un relato escrito para San Valentín. He de ser sincero y añadir que me he visto tentado a ponerle un final malote. Aquí os lo dejo, descubrid si me he atrevido a hacerlo. Espero que os guste ; )

“Llovía a cántaros y hacía frío. Ambos se miraron a los ojos, conociéndose mutuamente desde la distancia. Entonces avanzaron al mismo tiempo hasta quedar parados el uno frente al otro. Y durante un instante la gente que corría por la plaza con sus paraguas desapareció junto a todo lo demás, volviéndose una parte brumosa del decorado nocturno.

 —Hola —le dijo él, dedicándole la más tierna de las sonrisas.

Sonia notó un rubor intenso en la cara. Sentía que por primera vez en su vida, el universo le había hablado de verdad. Y ahora seguía haciéndolo a través de aquellos finos labios y aquellos ojos verdes que le transmitían la más pura sinceridad.

 —Hola —logró responder.

El hombre le tendió la mano y ella la aceptó, notando un cosquilleo interior…”

 

Sonia volvió en sí, sentada tras la mesa decorada con una bola de selenita y unas flores de plástico. No se sentía preparada aquella noche, no le apetecía trabajar.

—¡Todos a sus puestos! —indicó el productor al equipo—. En el aire en tres, dos, uno…

La melodía del programa inundó el plató, consiguiendo que a la chica le dieran ganas de vomitar. A pesar de eso miró a cámara, esbozando una sonrisa vacía mientras sus manos jugueteaban con un voluminoso zaco de cartas. Al instante quiso hablar, pero sus labios continuaron congelados en el gesto artificial, desobedientes.

“Menuda mierda” pensó ella. Seguía en aquel trabajo porque tenía miedo, miedo de acabar más sola de lo que ya estaba, miedo de no encontrar otro empleo y de no pagar las facturas, miedo de terminar viviendo bajo un puente o pasando las noches en un banco del parque.

Haciendo el paripé ganaba un buen sueldo y su programa tenía mucho éxito, pero… ¿A costa de qué? ¿De nutrirse de la desesperación de los demás? ¿Para eso había nacido con un don errático que despertaba cuando le daba la gana?

—¡Venga Bredos, JODER, reacciona de una puta vez! —le llegó la voz de Heras a través del auricular—. ¡ESTAMOS EN DIRECTO!

La sonrisa de la mujer se terminó de forma gradual. Respiró hondo y despegó.

—Buenas madrugadas, queridos telespectadores. Bienvenidos a la sesión especial de San Valentín de Videncias Lunares.

—Bien, bien, sigue así —le dijo producción. La presentadora deseó arrancarse hasta la oreja.

—Vayamos a por la primera llamada de la noche, el amor se siente en el aire…

La nueva melodía sonó ante esas palabras, pastelosa e igual de nefasta que las demás. La irritación de Sonia crecía a cada segundo.

“¿Qué diablos haces aquí?”

Un rápido aviso le bastó para saber que habían aceptado el primer invitado, como solían llamarlos. Pero de gratuito no había nada de nada.

—¡Hola! —se oyó una voz de señora.

La vidente pensó que era mayor.

—¡Buenas noches! ¿Con quien tengo el placer de hablar?

—Me llamo Germinia y tengo 70 años. Siempre veo su programa…

La sonrisa falsa apareció de nuevo, y no porque la deseara. Tenía que realizar su papel, continuar usando la máscara. “Que no sea ese tipo de llamada, por favor” rogó en silencio.

—¿En qué podemos ayudarla, Germinia?

—Ya sé que hoy es San Valentín pero mi consulta trata sobre otra cosa.

—No se preocupe, sobre lo que usted quiera.

“Eso no, por favor”.

—Verá, hace un año mi marido Paco y yo avalamos a nuestro único hijo, y tanto a él como a su mujer los despidieron…

“Mierda”.

—Los desahuciaron el mes pasado y ahora vivimos todos juntos, pero con la pensión mía y de mi marido no nos llega. Me gustaría saber si mi hijo y mi nuera encontrarán trabajo pronto.

Había algo en el tono de la mujer que alertó a Sonia. La desesperación siempre le ponía los pelos de punta. “Pobrecita”.

—Veamos lo que dicen las cartas, Germinia. Espere.

Sus manos se movieron de forma autómata, como movidas por un marionetista. Comenzó a mezclar los naipes, notando la creciente angustia interior pese a su rictus sereno y congelado.

 

“Los músicos tocaban Jazz y ellos escuchaban, uno sentado junto al otro, disfrutando de la velada mientras saboreaban dos copas de vino. Ya llevaban unos meses juntos y ella nunca había sido tan feliz.

 —¿Quieres una rosa? —le preguntó él, nada más terminar la canción.

 Con un gesto galán el hombre indicó a un vendedor ambulante que se acercara y le compró una flor.

 Sonia aceptó el regalo y lo besó en los labios. Olía de maravilla, incluso desde la distancia notaba el aroma.

 —Eres todo un caballero —le dijo después.

 Entonces él estornudó tres veces seguidas.

 —¿Estás bien? —quiso saber ella, preocupada.

 —Sí, sí, me ha venido de golpe —le respondió su novio, con los ojos un poco hinchados.

 —Hay cariño, creo que tienes alergia al polen, o algo así.

—La verdad es que lo sé desde pequeño. A los diez años acabé en urgencias por eso. Pero eres tan mágica que el riesgo bien merece la pena, con tal de verte sonreír…»

 

Deja de mezclar y tíralas ya, llevas un par de minutos le llegó el mensaje del productor.

“Mierda, se me ha ido la cabeza”.

Veamos lo que nos dice la buena fortuna reaccionó ella.

Sus dedos colocaron las cartas formando la cruz celta, una posición a la que había cogido auténtica manía.

Bien Germinia, aquí dice… al mirar la tirada con mayor detenimiento comprobó que las cosas no salían muy favorecedoras. En la posición central, el nefasto naipe de La Torre se cruzaba con La rueda de la fortuna. Necesitó respirar hondo antes de hablar—. Dice que su situación económica es muy complicada y habrá un cambio…

“Los van a desahuciar” tuvo esa certeza.

Si, si, ¿pero dice algo bueno? preguntó la señora, alarmada ante sus silencios.

Dice que tanto su hijo como su nuera han tenido entrevistas que no han salido bien.

¡Ay sí! ¡Eso es verdad! ¿Habrá algún cambio?

Sonia se sintió desfallecer. Llevaba unos meses odiando su empleo con toda la fuerza de su corazón. Aquella buena mujer no requería los inflados precios de una pitonisa televisiva, le urgía un auténtico milagro, un despertar en la sociedad actual, en la consciencia global del mundo.

“Miente, no le destroces más el corazón y no alargues la llamada. Necesitará ese dinero”

Las cartas reflejan que tendréis que apretaros el cinturón, al menos durante una temporada. Pero que al final las cosas volverán a su cauce, ya lo verá.

La vidente se forzó a mirar a cámara, sonriente. Por dentro notaba el vacío de la mentira piadosa.

—¡Aaaaay, que alivio! —exclamó la anciana— ¡Muchas gracias preciosa, guapísima!

Cuando ésta colgó, la mujer suspiró mientras recogía las cartas.

 

“—¿Cómo te hiciste esa herida? —quiso saber curiosa, viendo como él se duchaba a través de la mampara. En la nalga izquierda tenía una cicatriz con forma de media luna.

 —Cuando era pequeño me arañó el gato de una amiga de mi madre.

 —¡Vaya! —exclamó ella, estallando en una sonora carcajada—. Algo le harías al pobre animal…

 —Creo que le di un tirón de la cola y se vengó —le contestó su novio, cerrando el agua—. ¿Te gusta?

 —Me parece muy sexy.

 —¿Solo la cicatriz? —preguntó el hombre, saliendo de la ducha aún mojado. Como de costumbre, se había olvidado de prepararse la toalla.

 —Todo tú, hermoso —respondió Sonia, lanzándole una junto a un beso invisible…”

 

 —¡JODER! ¡¿HOY HAS VENIDO COLOCADA O QUE TE PASA?! —la riñó Heras, bastante enfadado—. Luego vamos a tener una charla muy seria, Bredos, te lo juro. Prepárate, que viene el segundo invitado de la noche.

La chica sonrió de nuevo. El productor era un auténtico gilipollas, en todos los sentidos.

—¡Hola! —sonó una voz femenina, que en aquella ocasión parecía más joven.

—Bienvenida a Videncias Lunares. ¿Con quien tengo el placer de hablar?

“¿Realmente NO deseas escapar?”

—Me llamo Puri y tengo cuarenta años.

—Encantada. ¿Quieres saber algo del amor?

Al decir eso los de producción pusieron el estridente sonido de una vuvucela. Luego volvió la pastosa sintonía especial de la noche.

“Voy a morir de asco” pensó Sonia. La pobre señora Germinia seguía revoloteando en su cabeza.

—En efecto, me gustaría ver si voy a encontrar novio este año. Soy divorciada y ya me he cansado de la soledad.

—Muy bien, Puri. Veamos lo que dicen los astros.

La mujer mezcló los naipes otra vez. Un minuto después los colocó de nuevo en aquella posición aberrante.

“Menos mal, un poco de esperanza” pensó, al ver que la tirada gozaba de un balance positivo.

—Estás de suerte, guapa —soltó, esforzándose en parecer agradable. Por dentro deseaba ser un ogro, aunque aquella telespectadora no tenía la culpa de su ánimo alterado—. El amor flota en el aire. Aquí me dice que has conocido a dos hombres.

La vuvucela otra vez. Quiso matar a sus compañeros de produ.

—Pero vigila, también veo que uno de ellos está casado o ya tiene una relación estable.

—¡Es verdad! —exclamó Puri.

—Pues olvídate de ese, te lo aconsejo. Las cartas me dicen que te centres en el otro, el que te atrae menos físicamente. Añadiré que te escuches a ti misma cuando estés con él, ya lo verás.

Otra llamada menos. La noche transcurría lenta, sin pausas. Los “invitados” siguieron sucediéndose sin parar y solo un tercio demandaban la buena fortuna en el amor. La inmensa mayoría deseaba saber sobre temas tan complicados como desagradables, la situación económica de mucha gente se jodía día a día.

“Venga, que solo faltan tres horas” reflexionó Sonia, mirando de reojo a su reloj.

Pronto llegó el doceavo invitado. Y algo en su interior pugnaba por salir a la superficie. Definitivamente, estaba harta de vivir así.

“Déjalo ya, no quieres marchitarte aquí”.

—Hola —dijo una voz de hombre.

—Buenas noches, bienvenido a Videncias Lunares. ¿Con quien hablo?

—¿No lo sabes? —dijo el televidente, en un claro tono jocoso—. Pues vaya mierda de adivina.

“El chistoso de la noche”. Al menos había sido breve.

—Hoy estás regulera, señorita Bredos —le dijeron a través del pinganillo—. Espero que no sea otro cretino, ahí tienes al siguiente…

“Tu sí que eres un jodido cretino” le contestó ella de forma mental.

—Hola, buenas noches —entró al aire el invitado número trece.

Esa voz masculina dejó a la presentadora sin aliento. No sabía explicarlo, pero… en un instante había sentido que… ¿Lo conocía?

 

“—Sonia, solo llevamos un año juntos pero… 

 La lluvia caía incesante contra el techo de la parada de autobús, un refugio improvisado que la pareja se había visto obligada a buscar ante el inesperado aguacero. Ella se ajustó la cazadora de su chico sobre los hombros y lo miró a los ojos, prestando atención a lo que decía.

 —Te amo… —continuó hablando él—. Desde la primera vez que te vi en ese programa de la tele tan horroroso. Llegué a verlo mil veces solo para oírte hablar, sonreir…

 Esas palabras provocaron en la chica un repentino escalofrío, percibía como el don volvía a despertar y de repente sabía lo que iba a suceder a continuación.

 Entonces, como un Romeo empapado y de cabello revuelto, él se agachó. El bolsillo del pantalón estaba tan pegado a su piel que le costó un gran esfuerzo sacar el pequeño estuche, que tras ser abierto, mostró un precioso anillo.

 —¿Quieres casarte conmigo?

 La mujer contuvo el aliento. Los ojos verdosos de su novio relucían mas que la joya, cautivadores… En ellos se veía reflejada a sí misma, un rostro ligeramente demacrado por las desgracias de la vida que cambiaba al sentir ese calor, volviendo a relucir.

 No hubo un gritito, ni un salto de alegría. Ella lo ayudó a ponerse en pie, dedicándole la más sincera de las sonrisas y luego lo besó en los labios, abrazándolo bien fuerte.

 —A partir de ahora no volverás a estar sola —le susurró el hombre, feliz ante la clara respuesta afirmativa—. Yo seré tu padre, tu hermano, tu mejor amigo, tu confidente, y tu siempre fiel y enamorado amante…”

 

 —¡MALDITA SEA BREDOS! —exclamó Heras a través del auricular, furioso—. ¡TE LA ESTÁS JUGANDO!

—Buenas noches —reaccionó ella, ignorando al productor—. Bienvenido a Videncias Lunares. Con… ¿Con quien tengo el placer de hablar?

 —Me llamo Rodolfo, pero todos me llaman Rodi. Suelo… suelo veros cuando tengo insomnio.

—Es muy común Rodi, encantada de atenderte.

—Me gustaría decir una cosa antes de preguntar nada.

La mujer sonrió a cámara, la primera sincera de la noche. ¿Qué diablos le sucedía?

—Me gustaría decirte que lo único que se salva de este programa eres tu.

—Gilipollas —dijo Heras por el pinganillo—. A este lo cortam…

—¡Ni se te ocurra! —lo interrumpió Sonia—. No hablo contigo, Rodi, es con producción…

—¡COMO COJONES TE ATREVES A CUESTIONARME EN DIRECTO, JODIDA IMBÉCIL!

Aquello fue la chispa, la gota que colmó a rebosar un barreño lleno de mierda. La mujer se quitó el pequeño auricular y lo tiró al suelo.

—Estás de suerte Rodi, porque me despido —añadió.

—Vaya… —dijo el hombre al otro lado de la línea.

—Vas a ser mi última consulta y tenemos poco tiempo. El cabronazo de mi jefe puede cortar la señal en breve así que… ¿Deseas saber algo del amor?

Se oyeron risitas de varios miembros del equipo.

—Pues si…

La mujer mezcló las cartas y formó la cruz celta con movimientos rápidos. Una energía mágica imperaba en el aire y había algo más… La reina de copas, comúnmente llamada como “La vidente” salía en una privilegiada posición.

—¿Nos conocemos de algo? —inquirió Sonia, mirando a cámara.

—No, la verdad es que no. Pero me encantaría… ¿Sale algo positivo en la tirada?

—Tu alma gemela te aguarda, Rodolfo…

Heras hizo acto de presencia en plató acompañado por el productor general, destripándola con la mirada. Mientras tanto, su superior la escrutaba en silencio con una chispa reluciendo en los ojos, como si acabara de conocerla. Y parecía gratamente sorprendido por el giro del programa.

—¿Y sabes como lo sé?

—¿Las cartas?

—Tienes los ojos verdes, ¿verdad? —respondió ella con otra pregunta.

El silencio ocupó la línea telefónica durante un instante.

—Si, son verdes. ¿Cómo lo has sabido?

Sonia volvió a sonreír. De repente había comprendido que el universo le hablaba, que lo había estado haciendo durante toda la noche, mostrándole piezas de un puzle que debía componer. Se le humedecieron los ojos.

—Del mismo modo que sé que eres un romántico empedernido, galán y que te gusta el Jazz…

—¡Cierto! —exclamó el hombre,  sorprendido—. Lo de galán no lo tengo claro, pero lo otro es verdad.

—También sé que eres alérgico al polen y te llevaron a urgencias a los diez años, y que siempre te olvidas de prepararte la toalla cuando te vas a duchar…

—Joder, joder…

Sus compañeros de programa la miraban totalmente hipnotizados. Incluso Heras callaba y observaba, atónito.

—Sé que tienes una cicatriz con forma de media luna en una nalga, el regalo del lindo gatito de una amiga de tu madre…

—¡OH, DIOS MÍO! ¡ESO ES…! ¿CÓMO DIABLOS…? ¿PERO QUÉ…?

—¿Sabes como sé todo eso? —le preguntó Sonia entonces, visiblemente emocionada.

“Escapa pajarito, sal volando y siente la libertad”.

—Porque has llegado a ver mil veces este programa horroroso, solo por verme sonreír, por oírme hablar…

—Me estoy asustando, me da vergüenza admitirlo pero eso también es cierto… Tú… ¡Tú eres real!

—¿Quieres conocerme de verdad?

—¡SÍ, DE VERDAD QUE SÍ !

—Quedamos en una hora, en Plaza Cataluña, justo en el centro. Y va a llover mucho, que lo sepas.

Los de producción detuvieron la llamada, pero a Sonia ya le daba absolutamente igual. Se levantó, cogió las cartas y las tiró al aire, pequeños trozos de cartón estampado que flotaron grácilmente a su alrededor durante unos segundos. Después miró a cámara por última vez, sabía que a ella no la iban a cortar.

—Y vosotros, mis queridos telespectadores, antes de irme y no volver me gustaría deciros varias cosas: creo que hay videntes reales entre nosotros, gente que tiene un don. Quizá sea, simplemente, que está más despierta en algún sentido o que ha desarrollado algo con mayor intensidad, sin ser por ello peor o mejor persona que nadie. Pero por desgracia también creo que existen un sinfín de fantoches que se alimentan de las atrocidades ajenas para ganar mucho dinero. »Sed listos, escucharos a vosotros mismos porque muchas veces, es en el templo del corazón donde se hallan las verdaderas respuestas y no en programas como este. Todos tenemos intuición innata, aprended a oírla, tal vez acabéis despertándola tanto como yo. Aquí se despide Sonia Bredos, hasta nunca.

 

 “Los rayos del sol entraban por los pequeños agujeros de la persiana bajada. Él dormía plácidamente a su lado, medio desnudo, y ella lo contemplaba en silencio, esbozando una sonrisa al ver como su barriguita subía y bajaba de forma acompasada.

 La noche anterior había sido maravillosa, tanto la boda civil como el convite fantásticos, rodeados por sus familiares y los amigos más allegados.

 El don había vuelto a despertarse esa mañana. Sonia sabía que en unas horas, en su interior germinaría un pequeño guisante…”

 

Llovía a cántaros y hacía frío. Ambos se miraron a los ojos, conociéndose mutuamente desde la distancia. Entonces avanzaron al mismo tiempo hasta quedar parados el uno frente al otro. Y durante un instante la gente que corría por la plaza con sus paraguas desapareció junto a todo lo demás, volviéndose una parte brumosa del decorado nocturno.

—Hola —le dijo él, dedicándole la más tierna de las sonrisas.

Sonia notó un rubor intenso en la cara. Sentía que por primera vez en su vida, el universo le había hablado de verdad. Y ahora seguía haciéndolo a través de aquellos finos labios y aquellos ojos verdes que le transmitían la más pura sinceridad.

—Hola —logró responder.

El hombre le tendió la mano y ella la aceptó, notando un cosquilleo interior.

Me llamo Ramón Márquez Ruiz y soy escritor, diseñador gráfico e ilustrador. Bienvenidos a Novelesco. Si deseas saber más cosas sobre mi, clica abajo. Muchas gracias por leerme ; )

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