ESPECIAL SAN JORDI: LEYENDAS 13

ESPECIAL SAN JORDI: LEYENDAS 13

RELATO 25

Julien volvió a mirar el libro y tras asegurarse de que la puerta de sus aposentos quedaba bien atrancada, trazó con la tiza el contorno de una entrada cerrada.

—Ábrete hacia adentro, ábrete hacia fuera. Permitid el paso a esta alma pura que es capaz de ver lo invisible— leyó el fragmento indicado.

Un escalofrío recorrió el cuerpo del niño cuando, ante sus atónitos ojos, una luz brotó del dibujo. Pues el volumen que había cogido prestado del archivo real también alertaba sobre esos seres, mencionando que algunos podían ser quisquillosos y hasta oscuros.

Pronto una hendidura resplandeciente se abrió en la pared, mostrándole lo que parecía el bonito claro de un bosque. “Venga, ahora o nunca” pensó él, franqueándola sin dudar.

Y para su sorpresa se encontró en un lugar hermoso, rodeado de bonitos seres alados del tamaño de un palmo, de apariencia similar a la de cualquier adulto.

—¡Un niño mortal! —exclamaron varios, sorprendidos de su presencia.

Entonces las criaturas mágicas desaparecieron y ante él apareció un hombre barbado, alto y elegante, que iba ataviado de tonos dorados y relucientes.

—Hace tiempo que no recibimos visitas —dijo con una voz grave que, al mismo tiempo, sonaba melodiosa—. Veo que habéis hallado un peligroso libro, jovenzuelo.

—Lo he cogido prestado y mucho me ha costado lograrlo.

—Ladronzuelo sois, por lo que veo.

—Prestado no es robado, pues después de usarlo lo devolveré sin dudarlo —contestó el pequeño ofendido— ¿Sois Ascarón, el soberano de las hadas?

—Ascarón soy, Julien de Valeris.

—¿Sabéis de mí?

—Todos los seres mágicos hemos oído de vos. Sois el soñante, la voz inocente que los adultos no escuchan. Predecís el futuro mientras dormís, mediante sueños que luego son tomados por los desvaríos de una mente rebosante de imaginación.

El crío abrió mucho los ojos.

—¡Necesito ayuda para terminar con la bestia, mi señor! —exclamó con un hilo de voz—. Llevo tiempo investigando como encontraros y para mi desgracia, demasiado he tardado. Mucha gente a la que he visto cuando dormía ya ha sido devorada…

El rey se acercó al jovencito y lo estudió interesado. El monstruo suponía una seria molestia, en eso estaba en lo cierto. No obstante la vida de los humanos no era algo que le preocupara.

—Es vuestra preciosa hermana, ¿me equivoco? —quiso saber, esbozando una enigmática sonrisa—. Habéis soñado que dentro de muy poco le tocará el turno.

Julien apartó la mirada con timidez.

—Estáis en lo cierto, y por eso recurro a vos. También he visto en mis sueños que el dragón se transforma en un hombre de la corte. No distingo ningún rostro, pero soy avispado y reconozco el rancio abolengo ahí donde lo veo.

Ante esas palabras Ascarón estalló en una sonora carcajada.

—¿Una bestia hombre me decís? Eso explicaría muchas cosas, hay maldiciones que tienen esos efectos sobre los mortales. Pero se requiere mucho poder para llevarlas a cabo.

—Lo sé, está explicado en este libro. Aunque no lo comprendo demasiado bien. Dice que en esos casos se requiere de un arma antigua, una mágica bendecida bajo la luz de antiguos Dioses.

El rey de las hadas volvió a mirar a Julien con la sorpresa dibujada en los ojos. ¡Un cristiano hablando de antiguos Dioses! ¡Eso sí que era una novedad!

—Y vos, mi joven amigo… ¿En qué creéis? Habéis logrado despertad mi curiosidad, así que responded con franqueza a mi pregunta.

—Yo creo en Dios, simplemente. Y si él es el creador del mundo, ¿Por qué no ha podido crearos tanto a vosotros como a la magia que nos rodea? No me parece descabellado pensar así.

El barbado sonrió al oír la respuesta, sintiéndose complacido.

—Me gustáis muchachito, no os lo voy a negar. Aunque me agradaría que me dijerais que es exactamente lo que necesitáis.

Julien lo miró a los ojos y sacó un papelito del bolsillo de su jubón, un detalle que consiguió hacer reír de nuevo al soberano.

—También he visto que se acerca un caballero, uno de verdad. Pero como su destino no coincide con el de Daphne, habrá que amañar el sorteo para lograrlo, siendo preciso que en su momento vosotros lo atraigáis hacia ella.

—¡Vaya! —exclamó Ascarón, divertido—. ¡Sois un jovencito realmente osado! ¿Qué más hay escrito ahí?

—El arma que mencioné antes. Solo deseo que nos la prestéis para matar a la fiera, luego podéis volver a recuperarla. También necesitaré que cambiéis los boletos, una hora antes del amanecer. Lo haría yo mismo, pero se notaría muchísimo.

El soberano se mesó la barba de forma pensativa.

—¿Y?

—Tinta que se lea en la oscuridad, para dejar algunas indicaciones a mi hermana…

Al día siguiente Carlota de Cineres salió ganadora del sorteo, algo con lo que Julien ya contaba. Y pese a que no le parecía una buena persona, odiaba ser incapaz de ayudarla. Así que resignado se centró en preparar su plan, pues contra todo pronóstico, Ascarón había aceptado a prestarle ayuda.

Aunque el niño había descubierto que, tal y como indicaba el libro, esos seres mágicos podían ser un poco quisquillosos, pues nunca prestaban auxilio de forma desinteresada.

Tras enseñar a Daphne como abrir cerraduras con horquillas, jugándose unas cuantas collejas, esperó paciente a que se sucedieran los acontecimientos, seguro de que lo tenía todo controlado.

No obstante a la mañana siguiente, cuando su compungida hermana pretendía despedirse antes de que se la llevaran los guardias, recordó que había olvidado algo importante y salió corriendo de la sala del trono en busca de las monjas, que tras algunos ruegos y mentiras piadosas, accedieron a llenar el moño de la condenada de horquillas, enganchando en él una notita doblada.

Después de aquello Julien ya podía respirar medio tranquilo. Había prometido al rey de las Hadas que le concedería en matrimonio a su primera hija, pero él solo tenía diez años… Aún faltaba mucho para eso…

Me llamo Ramón Márquez Ruiz y soy escritor, diseñador gráfico e ilustrador. Bienvenidos a Novelesco. Si deseas saber más cosas sobre mi, clica abajo. Muchas gracias por leerme ; )

ESPECIAL SAN JORDI: LEYENDAS 12

ESPECIAL SAN JORDI: LEYENDAS 12

RELATO 23

Coge otra, vamos” se dijo Daphne, mientras sus dedos volvían a ejecutar el mismo movimiento por quinta vez. ¿Quién iba a decirle que el blanco velo ocultaba un moño casi metálico? Al quitárselo y palparse el cabello se había sorprendido de la ingente cantidad de horquillas que lo sujetaban, algo que le pareció maravilloso.

El silencio, roto por el suave crepitar de las hogueras, engullía a la doncella y dibujaba horrores en la oscuridad. Al vigésimo intento de pulso tembloroso, un sonido metálico brotó de la cerradura y ante sus atónitos ojos, los grilletes se abrieron dejándola escapar.

Una vez liberada, la joven recordó las forzosas lecciones que su hermanito le había impartido el día anterior. Sopló un viento helado que acabó por deshacerle el peinado, logrando que viera que tenía algo enganchado en el pelo. Y tras quitárselo descubrió que se trataba de una nota escrita por una mano infantil y temblorosa, con una tinta extraña que brillaba en la oscuridad…

“La naturaleza del dragón no es lo que aparenta, desconfía” leyó la muchacha en voz alta, reconociendo la caligrafía de Julien. Se oyó el relinchar de un caballo y vislumbró a lo lejos el titilante candor de una antorcha, que se aproximaba a gran velocidad. Corrió hacia su rescatador con el corazón encogido, temerosa de que en cualquier momento apareciera el maldito dragón…

—¡Mi señor! —exclamó al reconocer aquellas bellas facciones, cuando el corcel se detuvo de repente para no arrollarla.

—¡Daphne! ¿Cómo os habéis liberado?

—Con la ayuda de unas veinte horquillas y la mágica doctrina del escapismo.

Él príncipe parecía turbado, en cierto punto compungido. Se bajó del caballo y miró a la doncella.

—¿Que hacéis? ¡Marchemos antes de que nos caiga la bestia!

Apareció la luna en un claro de nubes, magnética.

—No podemos irnos a ningún lado, querida mía. Si vos regresáis con vida, el pueblo os convertirá en un símbolo de sublevación…

—¡Qué decís!

—Recaerán sospechas sobre los sorteos, complicando mi situación…

La joven recordó el papel que aún sostenía en su mano y retrocedió unos pasos, siendo consciente de que algo turbio ocurría. Pues, ¿qué hacía allí él, si no había acudido a rescatarla?

—¡Oh Dios santo! —soltó, dando un paso atrás.

Los ojos del príncipe se tornaron rojos como la sangre, brillantes, malignos e iracundos…

RELATO 24

—¡Engendro del diablo! —le chilló Daphne—. ¡Estáis acabando con la vida de vuestro pueblo!

—¡Lo lamento muchísimo, amada mía! ¡Yo no deseaba que saliera vuestro nombre, alguien me tendió una trampa!

La boca del muchacho comenzó a cambiar, alargándose para mostrar dientes afilados como escarpias. La antorcha cayó de sus manos cuando se transformaban en garras, su cuerpo creció rompiendo la ropa con cada palmo ganado y el corcel huyó despavorido.

Ella lo miró llena de terror. ¡Siempre había sido él! Salió corriendo angustiada, más no sabía hacia qué dirección huir.

—¡He de cenar carne humana cada noche para no morir! —le llegó una voz gutural— ¡Así lo dicta mi maldición!

La muchacha llegó al círculo de hogueras, escuchando el discurso del villano y el batir de unas gigantescas alas resonó en la inmensidad. Luego vino el rugido atroz del dragón que la hizo temblar.

Entonces, se oyó el trote de caballos y una antorcha se vislumbró a lo lejos. Alguien se acercaba a ellos a pleno galope, tan veloz que pronto se detuvo frente a la espantada joven.

—¡Cuidado! —exclamó ella, al comprobar que se trataba de un caballero que, para su sorpresa, agarraba las bridas del corcel fugado— ¡La bestia nos acecha!

El recién llegado se levantó la visera del casco, iluminado por la luz de las hogueras, mostrándole a un hombre de gallardas facciones.

—¡No temáis, mi bella damisela! ¡Creo que he venido a por vos!

El monstruo apareció sobre ambos y chispas incandescentes le brotaban de la boca cuando arremetió contra el mástil rojo, de tal forma que al caer éste los separó a los dos. Una de las hogueras quedó aplastada y el fuego se expandió por algunos matorrales cercanos, los animales se encabritaron espantados…

—¡Coged y huid! —le indicó el salvador a la muchacha, bajándose para ayudarla—. ¡Cerca de aquí hay una cueva, marchad, rápido!

Daphne saltó el tronco caído y montó al animal.

—¿Y vos? —preguntó compungida.

Una sonrisa se dibujó en los labios del hombre que, sin mediar palabra, azotó el trasero de su caballo para obligarlo a marchar. Ella se agarró a las bridas para no caer, sorprendida, escuchando a sus espaldas como el dragón aterrizaba en el suelo, levantando un gran estruendo.

—¡QUIEN OSA ESTORBAR MI TRÁGICA CENA! 

—¡Un hombre de Dios, engendro demoniaco!

La doncella prosiguió hasta llegar al lugar indicado, siendo consciente de que tal vez, la suerte la había guiado. O quizás no, pues se topó con que varias antorchas encendidas le marcaban la entrada de la gruta escondida. Y por muy extraño que le pareciera, la franqueó sin dudar con montura incluida, logrando detener al corcel en lo que parecía una gigantesca gruta circular.

Entonces vio que había una lanza clavada en el suelo, rodeada de velas. Con el corazón en vilo la muchacha se bajó del caballo y descubrió que el arma tenía una nota escrita.

—Dásela al caballero, es mágica —leyó con mano temblorosa, percatándose de había sido escrita por su hermanito con la misma tinta luminiscente. “Mi Julien” pensó ella, arrancándola antes de volver a montar.

La joven galopó de nuevo hacia el mástil caído y al verla, su salvador se quedó perplejo.

—¡Tomad! —exclamó ella, tendiéndole el arma—. ¡Matará a la bestia!

Y así dio comienzo un combate que sería recordado por siempre jamás. El dragón olvidó a la hija del duque y se centró en escupir un fuego al caballero que, a duras penas, conseguía esquivar. Y tras varios ataques fallidos con su lanza por fin logró dar en el blanco, clavándosela en el pecho a la infame bestia que herida de muerte, comenzó a cambiar hasta volver a ser el príncipe de antaño.

Pero lejos de sentir remordimiento y sabiendo que poco faltaba para su último aliento, la muchacha se agachó junto al moribundo cuando el sol ya despuntaba en el firmamento.

—Amor mío, gracias por romper la maldición que me volvía un ser oscuro.

Ella le apretó la mano bien fuerte en silencio, pues veía en sus ojos que decía la verdad. Y de su pecho ensangrentado manó una rosa, grande, bella y pura.

—Cogedla —le indicó su señor, antes de fallecer—. Al fin descansaré en paz.

La muchacha obedeció y arrancó la flor de la herida mortal. Después, el caballero se quitó la capa medio chamuscada y cubrió el cadáver.

—¿Quién sois? —quiso saber Daphne, con lágrimas en los ojos.

—Me llamo Georgius de Tarento y por muy extraño que parezca, creo que los ángeles me han guiado hasta aquí.

Me llamo Ramón Márquez Ruiz y soy escritor, diseñador gráfico e ilustrador. Bienvenidos a Novelesco. Si deseas saber más cosas sobre mi, clica abajo. Muchas gracias por leerme ; )

ESPECIAL SANT JORDI: LEYENDAS 11

ESPECIAL SANT JORDI: LEYENDAS 11

RELATO 21

Daphne abandonó las dependencias familiares un poco abrumada con su hermanito.

Julien estaba más raro que de costumbre, algo que ya era decir. Pese a que la joven sentía auténtica devoción hacia él, aquella mañana le habían dado auténticas ganas de hacerle comer la maldita horquilla. ¿Qué diablos le había picado ahora con las cerraduras? Ella sabía que tras aquel cuerpecito se escondía una mente brillante, demasiado desarrollada para un crío de diez años. Pero encadenarla a la pata de la mesa para enseñarle, según él, la mágica doctrina del escapismo…

“Madre del amor hermoso, como si con el dragón no tuviera suficiente” reflexionó la bella doncella. Al llegar a los jardines de palacio se sentó en su banco favorito y soltó un prolongado suspiro, pensando en la pobre Carlota, que debía hallarse custodiada hasta el anochecer…

“Que horror, pobrecita” se dijo la muchacha, sintiendo un profundo escalofrío al imaginar el mástil rojo. Nunca se había llevado bien con la hija del canciller, por mucho que hubiera intentado acercarse a ella de forma amistosa.

—Dios mío —rogó Daphne al Señor, en voz alta y mirando al cielo—. Que venga un santo y acabe con la maldita bestia, atiende a los ruegos de esta buena gente que no deja de perder a sus hijos y a sus seres queridos. Haz que termine nuestro suplicio y ten piedad de la pobre Carlota…

Una figura escondida tras los arbustos no perdía detalle de lo que hacía la joven, deletiándose con su rezo exquisito. 

—Oh mi amada, tu ingenuidad es como un rayo de sol —susurró el príncipe esbozando una sonrisa terrible—. Pero no habrá piedad ni para la malvada Carlota, ni para nadie…

RELATO 22

Daphne de Valeris —leyó el rey ante los expectantes asistentes del sorteo.

Al oír ese nombre el príncipe le arrebató el boleto de las manos, claramente indignado.

—¡Eso es imposible! —exclamó furioso, comenzando una encarnizada disputa.

Los duques abrazaron a su hija bien fuerte y ésta rompió a llorar desconsolada, buscando a su hermanito para apretarlo contra ellos.

—¡Oh Julien! —se lamentó—. ¡Dime que siempre me recordarás!

El niño le dedicó una extraviada mirada y salió corriendo, rompiéndole el corazón. Cuando apareció la guardia y la escoltó hacia la primera parada de su destino, de la doncella solo quedaba una sombra de profunda tristeza. Y una vez reunida con las hermanas y despojada de su bonitos ropajes, cerró los ojos pretendiendo hablar con el creador. “Oh, Dios bendito” le rogó mientras la lavaban a consciencia. “Si he de ser pasto del dragón, permítelo. ¡Pero mañana manda a un caballero a mi pueblo, para que ponga fin a este tormento!”

Pronto, las manos hábiles realizaron el moño y el blanco velo cubrió su cabeza. Entonces las monjas iniciaron los rezos por mera formalidad, dispuestas a limpiar un alma que ya sabían impoluta.

Tañeron las campanas de la catedral, indicando a la joven que se oficiaba la misa por ella. Después pasaron las horas a una velocidad atroz; llegó el temido anochecer y fue escoltada hacia el mástil rojo. Una vez encadenada los guardias prendieron el círculo de hogueras y la abandonaron al amparo de la bestia, dándose una sucesión de minutos angustiosos.

Daphne se revolvió inquieta mil veces, hasta que terminó estudiando la cerradura de sus grilletes con suma atención. Había poca y titilante luz, no obstante… “Oh Dios mío” pensó, al reparar en su enorme parecido con la que había usado Julien el día anterior. “Pretendía enseñarme la mágica doctrina del escapismo” recordó. Y como caída del cielo le vino una revelación milagrosa, pues su moño debía quedar firmemente sujeto por alguna horquilla…

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ESPECIAL SANT JORDI: LEYENDAS 10

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RELATO 19
Daphne —leyó Carlota de forma teatral, mientras terminaba de escribir.

En aquella ocasión la letra le había quedado distinta a las demás, ligeramente curva y achatada. Pero después de marcar mil quinientos boletos con ese nombre ya comenzaba a notar la mano entumecida.

“Creo que es suficiente” pensó la mujer, dejando la pluma a un lado del tintero. Dobló el papiro y lo tiró al interior del cofre, junto a los demás. Muy pronto la hija del duque iba a aprender que la vida podía ser cruel e injusta. Y todo por habérselo arrebatado.

“Cometiste un error, hermosa Daphne. Conmigo no se juega y el príncipe está hecho para mí”.

Por fortuna Carlota conocía los delirios que el guardián del sorteo sentía hacia los distintos matices del oro, un dato que iba a aprovechar en su favor. Bastaba con una quema accidental de la urna durante la misa previa al sacrificio, para no levantar sospechas de la trampa.

Ahora solo tenía que hacer llegar su contenido amañado al lugar indicado y beber una copa de vino antes de irse a dormir, degustando el dulce sabor de la victoria.

RELATO 20

Carlota de Cineres —leyó el rey bien fuerte, tras extraer y desdoblar el boleto.

La multitud congregada en la sala del trono respiró aliviada al comprobar que no había salido ninguno de sus hijos o familiares, mientras los padres de la desdichada rompían a llorar desconsolados.

La ganadora del sorteo apenas pudo hablar cuando la apresaban los guardias y la llevaban ante las hermanas, que la esperaban dispuestas a purificar su alma. No comprendía como un plan tan sencillo había salido así de mal y mientras le ponían un vestido blanco y recogían su brillante melena con un velo del mismo color, su cabeza daba vueltas y más vueltas…

Pero no fue hasta el anochecer, que la condujeron al mástil rojo para dejarla atada en él a la espera de la bestia, e iluminada por un círculo de hogueras, cuando el abrumador peso de la realidad la golpeó con rudeza logrando que rezara pidiendo perdón por sus numerosas malas acciones.

—Amado Dios bendito, mándame a un santo que mate al monstruo —rogó entre lágrimas, mirando al brillo de la luna.

Entonces el relinchar de un caballo llegó a sus oídos y el candor de una antorcha se vislumbró en la lejanía, mordiendo la oscuridad. La  joven supo que alguien acudía a su encuentro y lloró llena de felicidad, hasta que un jinete se detuvo a su lado y se bajó del corcel con un gesto galán.

—¡Mi príncipe! —exclamó ella, al reconocer aquellas hermosas facciones gracias al titilante brillo de la llamas.

—Mi dulce y despiadada Carlota, he venido a felicitarte por tu maravilloso plan. Lograste despertar mi esquiva curiosidad.

Al oír eso la mujer sintió un escalofrío. No obstante prefería cualquier castigo que morir devorada por el dragón.

—¡Lo lamento, os lo juro! ¡Lo hice por celos de amor!

Él sonrió, un gesto que adquirió un cariz siniestro gracias a la particular iluminación.

—Muy tierno por vuestra parte.

—¡Pues por Dios, mi señor! ¡Liberadme antes de que venga la bestia!

—Primero deseo que me respondáis a una pregunta, preciosa. ¿Realmente pensasteis que nadie más amañaría el sorteo?

El miedo ante aquellas palabras se dibujó en el rostro de la joven.

—¿Vos hicisteis trampas para que saliera mi nombre?

—Habéis acertado, querida amiga.

—¡Bastardo mal nacido! ¡¿Por qué?!

Entonces el muchacho se acercó a ella y la agarró de la barbilla, forzando el contacto visual. En ese instante sus ojos se volvieron brillantes y rojos, malignos… Carlota intentó soltarse de las cadenas, profiriendo alaridos de terror que ahora lo intuía, no serían socorridos…

—Porque… ¿Sabéis una cosa? —añadió él, mientras su boca comenzaba a cambiar, estirándose hacia delante para mostrar dientes afilados como cuchillos— Gracias a una caprichosa maldición, yo soy el dragón… Y me gusta escoger lo que voy a cenar…

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LEYENDAS 9

LEYENDAS 9

RELATO 17

—¿Ochenta euros? —preguntó Alba un poco ansiosa, al ver que a su alrededor la fiesta había despegado.

—Amor Escarlata es de calidad, preciosa —le dijo el camello, haciendo un amago de guardarse la bolsita en el bolsillo de la chaqueta.

Entonces ella miró a sus amigas, que también habían sucumbido ante el influjo de la droga y ahora la ignoraban, totalmente colocadas. Además, parecían pasárselo de miedo…

—¡Espera, te la compro!

El hombre sonrió, aceptó el dinero, lo contó y una vez efectuado el intercambio, desapareció entre la multitud.

Ella sabía perfectamente que no necesitaba esa mierda, pero… «¡Por una vez no pasará nada…!»

Iba acercando la pastilla a su boca, cuando una de sus amigas la empujó de tal forma que ésta se le cayó al suelo.

Alba la miró extrañada, descubriendo que la gente se peleaba a su alrededor de forma salvaje, mordiéndose unos a otros y arrancándose trozos de carne mientras la sangre salpicaba a borbotones. Intentaba detener a su grupo, histérica, cuando todo el mundo se volvió hacia ella, mirándola con los ojos teñidos de rojo, de un escarlata tan intenso y brillante como la maldita pastillita…

RELATO 18

—La corona te hará rey —le dijo el Dios—. Pero serán tus manos las que os salvarán de la quiebra, transmutando todo cuanto toques…

El hombre aceptó los regalos de buen grado y al posarse sus dedos sobre el objeto de cobre, éste empezó a cambiar de color y a ganar peso, hasta convertirse completamente en oro macizo.

Aquel acontecimiento marcó el resurgir de Frigia, desaparecieron las aldeas pequeñas y pobres. En algunos lugares especiales podían encontrarse templos en los que descansaban hermosas esculturas de mujeres, y que intentaban ocultar un oscuro secreto.

Pues Midas también era un hombre, a pesar de su don. Cada cierto tiempo sucumbía ante la tentación y tras convertir a sus amantes en estatuas de oro, tocaba cada parte de la cama para que ellas descansaran eternamente rodeadas de lujo. Luego edificaba camuflados mausoleos a su alrededor, con la esperanza de cubrir su vergüenza.

Y fue sucediendo así hasta que el rey encontró esposa, la mujer mas bella de toda Grecia, una joven avispada que tras ver claramente el problema, decidió cortarlo de raíz.

—O te deshaces de esa magia —le dijo a su marido la noche de bodas—. O conmigo a pan y agua.

El rey corrió hacia el río Pactolo pidiendo a Dioniso que lo liberara, enajenado de amor…

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LEYENDAS 8

LEYENDAS 8

RELATO 15

 Parkingson charlaba con su mujer a través del teléfono. No había ni un alma y el sonido de sus pisadas resonaba en la calle desierta.

—Estoy de camino al coche, ¿quieres que lleve la cena?

—Un poco de sushi no estaría nada mal, cielo.

El hombre miró la hora en su reloj y sonrió al descubrir que era más pronto de lo que había pensado. Aún le quedaba tiempo para pasarse por el restaurante favorito de su esposa y llevarle un capricho.

—Gran idea, cariño. ¿Te apetece que también coja…? —de repente escuchó un ruido extraño tras él y se volvió para mirar, dejando la frase en el aire.

—¿Patrick? Cariño, ¿sucede algo?

—Espera cielo —respondió él, bajando la voz— me ha parecido oír…

El señor Parkingson miró en derredor, incómodo. Tras unos segundos de calma respiró aliviado y se regañó a sí mismo por el momento de duda.  Iba a decirle algo a su mujer cuando una mano de garras afiladas lo agarró del cuello con fuerza y lo alzó en el aire, con tanta brusquedad que el teléfono cayó al suelo. Comenzó a gritar, horrorizado…

—¡PATRICK, QUÉ OCURRE! —ella exlcamó histérica, mientras oía los alaridos de su marido.

Tras un minuto agonizante se hizo el silencio otra vez. Entonces notó que alguien cogía el aparato.

—¿Patrick? —preguntó la mujer, con la respiración entrecortada.

—Ceeeeenaaaaa —le respondió una voz siniestra y desconocida, una que no olvidaría jamás.

RELATO 16

Jim y Audrey hacían los deberes en el salón y las gemelas dormían. Después de todo el día malitas, por fin le dejaban un valioso momento de tranquilidad que podía aprovechar para ir preparando algo de cenar.

“Pobrecitas” pensó Susan. A nadie le gustaba estar enfermo y las peques no eran una excepción. Se disponía a abrir la nevera cuando le sonó el teléfono.

—Hola cariño, ¿Por dónde andas?

—Estoy de camino al coche, ¿quieres que lleve la cena?

«Oh, perfecto» pensó ella, esbozando una sonrisa. Se sentía tan agotada que aquello le venía de perlas.

—Un poco de sushi no estaría nada mal, cielo.

—Gran idea, cariño. ¿Te apetece que también coja…?

Su esposo no terminó la frase.

—Patrick… ¿Qué sucede?

—Espera cariño… Me ha parecido oír…

En ese momento él soltó un grito y hubo un ruido seco. Pensó que se le había caído el teléfono.

—¡PATRICK, QUÉ OCURRE! —exclamó.

Él comenzó a gritar y supo que lo estaban atacando… Susan chilló histérica al escuchar sus aullidos de dolor, junto a un extraño gorgoteo… 

Tras un minuto agonizante se hizo el silencio otra vez. Entonces notó que alguien cogía el aparato.

—¿Patrick? —preguntó, con la respiración entrecortada.

—Ceeeeenaaaaa —le respondió una voz siniestra y desconocida, una que no olvidaría jamás.

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