EL SABOR DE LA PIEL TOSTADA

EL SABOR DE LA PIEL TOSTADA

Novelesco presenta este erótico relato breve, escrito para Fantasías Textuales, un concurso de  CÍRCULO DE ESCRITORES. Espero que os guste y gracias por dedicarme algo de vuestro tiempo.

El ventilador del techo giraba lento y silencioso. Los dos se hallaban abrazados en la cama, amparados bajo la tenue luz de una vieja lámpara.

—Vente conmigo —soltó Javier. En unas horas iba a regresar a España y algo le decía que no volvería a verla jamás.

Habana contuvo el aliento y le dedicó una intensa mirada; sus ojos oscuros relucieron con una chispa plagada de inmensidad.

—No —respondió con la voz entrecortada.

—¡¿Por qué?! —exclamó él—. ¡Aquí no tienes nada! ¡Casémonos, podrás salir de esta isla, te daré una vida de ensueño!

La mujer se acercó a su amante y le acarició el rostro, contemplando su atractiva juventud; ambos mantuvieron un profundo contacto visual, leyéndose el alma mutuamente. Sólo habían pasado siete días desde que se conocieran accidentalmente en la playa.

—Eres un chico maravilloso —susurró emocionada, notando un nudo en la garganta—. Pero no puedo hacerte esto, no lo soportaría.

Una expresión de dolor cruzó el rostro de Javier.

—Te quiero Habana, eres la mejor persona que he conocido en mi vida. Nuestra diferencia de edad es irrelevante…

—Shhhhhhhhh —ella le tapó los labios con un dedo, impidiéndole terminar. No deseaba seguir escuchando aquel discurso, temía que su coraza se resquebrajara. A sus cuarenta y cinco años de ilusiones perdidas, jamás había conocido a alguien tan especial como aquel muchacho español. Él la había resucitado sin querer, había logrado insuflar de nuevo una chispa de vida en lo más profundo de su interior. Por un instante deseó ceder ante la fantasía e imaginó que cruzaba el gran charco con su nuevo amor, dejando atrás el recuerdo de un matrimonio plagado de malos tratos y dos niños perdidos. Pero sabía que nunca podría darle hijos, sabía que de ceder, su procedencia y su edad lo marcarían como un estigma.

—Es mejor así, cariño —añadió, rompiendo el silencio. Logró resistir el impulso de llorar, quería brindarle unas últimas horas de ensueño, limpias de dramas. Deseaba que la recordara feliz, sonriente…

Javier la besó, después sus labios acariciaron cada palmo de su rostro y fueron descendiendo hacia los senos, saboreando la suavidad de su piel tostada. Ella cerró los ojos y se dejó amar, sintiendo el agradable cosquilleo por todo el cuerpo; pronto su lengua llegó a su vagina, inundándola de una placentera corriente electrizante, notó como se humedecía… Entonces él la penetró con deliciosa lentitud…

La mujer gimió y le regaló una bonita sonrisa, ambos se miraron a los ojos mientras él la empujaba contra su cuerpo y se movía a un ritmo acompasado, le apretó las nalgas bien fuerte, notando la plenitud de su miembro con todo su gozoso esplendor. El contacto visual se mantuvo en todo momento, los ojos azules del chico brillaron cegadores, regalándole una instantánea que ella recordaría hasta la eternidad. Habana había vuelto a nacer gracias a un inesperado romance, recuperando la esperanza y la ilusión de vivir.

Me llamo Ramón Márquez Ruiz y soy escritor, diseñador gráfico e ilustrador. Bienvenidos a Novelesco. Si deseas saber más cosas sobre mi, clica abajo. Muchas gracias por leerme ; )

LA ISLA Y YO, CAPÍTULO 32

LA ISLA Y YO, CAPÍTULO 32

LA ISLA Y YO es una propuesta de la comunidad de RELATOS EXTRAORDINARIOS y se trata de una novela conjunta, escrita por múltiples autores entre los que me incluyo.

El relato que leeréis a continuación es mi segunda colaboración, el capítulo 32. Esta narración ha seguido un hilo que ha ido creciendo con cada aportación, intentando que los capítulos tuvieran una continuidad y un nexo común, quedando una historia rica en estilos y matices. Ha sido coordinada por un buen amigo, OSCAR RYAN, con muy buena y meticulosa mano, por lo que deseo brindarle un sincero aplauso.

Al final de mi texto aportaré la dirección de BUBOK con la novela completa, en la que se indica el autor de cada episodio. Es gratuita y espero que la disfrutéis. Muchas gracias por dedicarme algo de vuestro tiempo ; )

CAPÍTULO XXXII. RENACER

Despierto de un sueño profundo y reparador, en el que había dejado de ser un hombre para convertirme en una gaviota que surcaba el cielo azul, más allá del horizonte. Un segundo después, con la consciencia recuperada, me doy cuenta de que no estoy solo en mi lecho de flores. La miro unos instantes, sonrío, le acaricio la cara y contemplo como abre los ojos. Algo me susurra que aún desconozco muchas cosas sobre ella, pero Tahahoe me parece preciosa, tanto como una luz en la oscuridad.

Un amago de sonrisa se dibuja en sus labios y me besa, dejo que sus manos recorran mi torso para descender hasta la parte más íntima de López, que noto, ha amanecido con dureza… ella la observa sorprendida y se aúpa sobre él, siento como vuelvo a penetrarla, una corriente de placer eléctrico desciende por la punta de mi miembro e inunda cada rincón de mi cuerpo, hasta llegar al alma. Mis manos se posan sobre su pecho tambaleante, creo percibir los latidos de su acelerado corazón. Y contra todo pronóstico siento que he renacido de nuevo, con el poder que sólo algo tan maravilloso como el amor puede otorgar a los seres mortales como nosotros. Eyaculo con una exclamación, un pedazo de mi ser brota hacia ella otra vez. Tahahoe lo recibe con frenesí, después queda tumbada y le acaricio el cabello, la beso el cuello; en este instante ya no me importa lo desafortunado de nuestra situación, ni los zombis que nos persiguen, ni los traficantes de lijunia, nada…

—Te quiero —le susurro en mi idioma, sabiendo que seguramente, no lo comprenderá. Creo que me ha salvado de convertirme en otro muerto caminante, creo que me ha salvado de la locura, de la devastadora soledad, de mí mismo y del desamparo…

Él ha vuelto a quedarse dormido y lo observo en silencio, notando como su pecho sube y baja lentamente, a un ritmo acompasado. Le acaricio la cara de forma delicada, pensando que es un lunático bonito. El efecto de la lijunia ya ha desaparecido y su miembro ha vuelto a la tranquilidad. Una parte de mí siente alivio, aunque la otra desea, de nuevo, notarlo bien adentro, despertando una mágica energía que creía perdida, extinta…

Me bajo de su torso y le miro la herida del tobillo con satisfacción, hasta sorprendida… a lo largo de los años he ido descubriendo partes de mi misma que desconocía y contra todo pronóstico, he sobrevivido. Pero ahora, además, he vislumbrado otra faceta que ha conseguido hacerme pensar, ya que algo me dice que he logrado salvarlo de la muerte caminante. Me siento como una chamán, que he renacido como una antigua Diosa de la vida. Y al mismo tiempo percibo que López me ha contagiado con su locura, con los rasgos que no comprendía y que de repente soy capaz de valorar. Tal vez sea patoso, diferente, poco ducho en las artes de la supervivencia. Tal vez su tez sonrosada sea distinta a la mía. Pero nos hemos unido en uno solo, ahora él es mi hombre patoso, mi extraño compañero de desventuras. Un susurro bajo la piel me dice que su simiente va a establecerse en algún punto indeterminado de mi matriz. Sé que es muy probable que de nuestra extraña unión nazca una nueva vida, tal vez con un tono de piel distinto al nuestro, ni claro ni tan oscuro como la mía. Él será un padre perfecto y aprenderá a vivir, ya que le voy a enseñar todo cuanto sé…

Ahora he de dejar de fantasear y salir a buscar provisiones; su herida tardará unos días en permitirle caminar con soltura. Por desgracia conozco lo que los muertos son capaces de hacer con un solo mordisco, aunque gracias al cielo, la rapidez los abandonó tras resucitar como carne podrida. Aún disponemos de tiempo y no estoy dispuesta a perder nada. Salgo de la cueva y miro al cielo azul, esperanzada. Dejaré que descanse, mientras yo ya empiezo a buscar todo lo necesario para abandonar esta isla maldita, esta tierra que él, de forma ingenua, llama el reino de Lop. Aquí no hay nada para nosotros, sólo terror, destrucción y tristeza.

Después de un rato he logrado recopilar troncos y lianas suficientes para confeccionar un par de cuerdas. Esta noche le enseñaré a crearlas, al menos podrá ayudarme en tareas que requieran estar quieto. Lo dejo todo en la entrada de la cueva, y la tapo con unas frondosas ramas antes de marchar a buscar comida. Soy una buena cazadora, por lo que no tardaré en regresar con un buen botín de pescado y animalitos de carne jugosa.

Sé que he estado fuera bastante tiempo, espero que López se encuentre mejor. Nada más llegar a la entrada del refugio noto que algo no va bien. Han apartado las ramas que disimulan su entrada, un mal presentimiento invade cada palmo de mi ser. Agarro uno de los palos más gruesos y entro, dejando las provisiones en un rincón… noto hedor, una muy mala señal. Avanzo a paso veloz y tardo un minuto en llegar hasta él…

—¡MIOHAII! —grito al ver a una figura decrépita cerca de mi hombre dormido, oigo como lo huele y siento un escalofrío.

Aprovecho que me da la espalda para colocarme detrás y justo cuando voy a darle un golpe en la cabeza se vuelve y me mira, con la cara medio podrida y devorada… en otro tiempo debió de ser una hermosa muchacha, pero ahora… ella grita con frenesí… López despierta alertado, mirándonos a las dos. Entonces la observa un segundo, noto que sus facciones cambian hacia una mezcla de sorpresa, pavor y tristeza…

—¿¡EVA!? —exclama al ver el rostro del cadáver andante…

Continuará…

Y eso es todo por ahora; antes de terminar me gustaría dedicar una ovación a todos los autores que han colaborado, sin ellos esta genialidad no hubiera sido posible. Ahora sí, me despido con el enlace prometido. No os perdáis esta genuina novela, la recomiendo al 100%. Gracias por dedicarme algo de vuestro tiempo, nos veremos en otra ocasión ; )

CONTINUARÁ…

Y eso es todo por ahora; antes de terminar me gustaría dedicar una ovación a todos los autores que han colaborado, sin ellos esta genialidad no hubiera sido posible. Ahora sí, me despido con el enlace prometido, clicar en las palmeras para acceder a la página de BUBOK. No os perdáis esta genuina novela, la recomiendo al 100%. Gracias por dedicarme algo de vuestro tiempo, nos veremos en otra ocasión ; )

Me llamo Ramón Márquez Ruiz y soy escritor, diseñador gráfico e ilustrador. Bienvenidos a Novelesco. Si deseas saber más cosas sobre mi, clica abajo. Muchas gracias por leerme ; )

CAPÍTULO 6: SEÑALES DESDE EL INFIERNO (PRIMERA PARTE)

CAPÍTULO 6: SEÑALES DESDE EL INFIERNO (PRIMERA PARTE)

Mataró era una ciudad muy cercana a Barcelona. Según las indicaciones de la adivina, si cogía la línea del autobús e once punto dos debía apearme en la tercera parada, situada junto a un descampado; luego, subir en línea recta, hasta llegar a un bar que hacía esquina. Y si no me fallaban los cálculos, daría con la calle indicada y con la puerta de su casa. Ella vivía en un nuevo bloque y me había asegurado que desentonaba, que lo vería a la primera.

“Aquí estoy” pensé, viendo cómo el autobús se alejaba calle abajo. De golpe se levantó una brisa que meció mi falda amarilla de forma escandalosa; yo, por impulso, me agarré el sombrero y un anciano que pasaba por allí me miró directamente las bragas, despistándose tanto que chocó contra la señal que había en un lateral de la parada.

—¿Disculpe señor, está bien? —le pregunté enseguida, acercándome a él. Por fortuna mi vestido había vuelto a la normalidad.

—Sí, sí, no se preocupe. Yo… lo lamento, pero no lo he podido resistir. Es usted un ángel señorita, de lo más bonito que he visto.

Le dediqué una encantadora sonrisa.

—Muchas gracias. Y queda disculpado, me alegro de que no se haya hecho daño. La naturaleza y su llamada nunca nos abandona, mucho menos cuando vemos algo que nos agrada. Siempre formará parte de nosotros.

—¡Vaya! —exclamó el abuelo, sorprendido de mis palabras— Es usted filósofa, a la par que hermosa.

“El anciano tiene miga” pensé divertida; “En sus tiempos mozos seguro que arrasaba”.

—Deje de alagarme, hará que me ponga muy roja —le supliqué con fingida inocencia—. Ahora que lo pienso, ¿podría decirme dónde encontrar una calle? Se llama Ronda dels països Catalans, creo…

—Por supuesto, yo voy para allá, la acompaño un trecho. Y resulta que sólo hay que subir, está justo aquí al lado.

A día de hoy sigo sin saber el motivo de que le preguntara sobre mi destino. Surgió improvisando, sin más. Y mientras ambos caminábamos y el hombre me contaba sus batallitas, no paré de estudiar cada arruga de su rostro con suma atención. Él había gozado de una buena vida, estaba segura; sentía el amor de una familia, también percibía en su silueta el peso de la pérdida, tal vez de su amada esposa… pero su postura erguida, su manera de caminar jovial y su sentido del humor me transmitían una profunda calma interior, como si ya hubiera conseguido la paz para disfrutar del resto de su vida. Y a pesar de que rondaba los ochenta años, no podía dejar de verlo como un niño bonito. Yo en cambio, era muy vieja, pero mi cuerpo no se marchitaba nunca. Y siempre, siempre me quedaba sola, pasara lo que pasara. De repente me invadió la desagradable sensación de que había sido creada, simplemente, para verlos a todos morir.

Tras besarme la mano y despedirse, el anciano se metió por una de las calles adyacentes. Sonreí mientras lo veía marcharse y seguí subiendo, saboreando la agradecida sombra de los árboles. Pronto llegué al bar que hacía esquina y pasé de largo alrededor de las mesas que había en la acera. Varios hombres que tomaban algo a la fresca me miraron sin disimulo y me silbaron, algo que no logró que me volviera para mirarlos.

Tal y como había indicado la adivina, su bloque de pisos se hallaba en la acera de enfrente, y sí, desentonaba con todo lo demás. Quedaba apartado en un tramo de acera, dando una rara sensación de aislamiento. Tras pensar que era extraño, crucé la calle estudiando la impoluta fachada de diseño. Y al llegar a la puerta, piqué en el interfono el botón indicado…

Al bajarme del ascensor en la sétima planta, busqué el tercero, topándome con que una mujer de cabello moreno y gafas me esperaba a la puerta.

—Hola —la saludé, dándole la mano—. ¿Es usted la señora Maribel Sempere?

Ella me escrutó con disimulo, de arriba abajo, pese a que lo percibí al vuelo.

—Si, soy yo. Usted debe ser Sandra, ¿no? Adelante por favor —me invitó, apartándose para dejarme pasar— Y nada de señora, no soy tan vieja.

—Gracias —respondí, quitándome el sombrero y entrando en un amplio pasillo.

—Sabe, he de decirle que su estilazo me ha dejado escandalizada, me encanta. Sígame, por favor. ¿Ha tenido algún problema para llegar hasta aquí?

—No se preocupe, ha ido perfecto.

Mientras las dos caminábamos hacia una habitación situada al fondo, miré a la adivina con curiosidad.

Andaba cerca de los cincuenta años, a lo sumo. Un holgado y colorido vestido hippy cubría y favorecía su silueta de curvas pronunciadas. Desprendía una energía que me gustaba, notaba un poco de luz, algo que los estafadores y los locos no solían hacer.

Al entrar en la estancia nos sentamos alrededor de una mesita cuadrada y estudié la decoración por encima. Contra todo pronóstico no estaba abarrotada de cosas. A mi espalda quedaba un mueble de aspecto antiguo sobre el cual había una bandeja y un incensario que desprendía una fina estela de humo; un buda enorme me miraba desde la pared de enfrente, quedando detrás de la mujer; a excepción de unas velas sobre la mesa y una cortina de color oscuro en la ventana, no había nada más, hasta las paredes eran blancas. Y olía a lavanda, toda una novedad. Desde hacía unos años, ese tipo de momentos siempre habían quedado precedidos por una neblina mística, tan cargada de olor a mirra y variantes que apenas permitía respirar. Quizá en el transcurso de los dos últimos siglos mi meta había mutado hacia la búsqueda de buenos actores, como si la consulta se tratara del show de la semana.

—Me gusta esa escultura —le dije—. Y la decoración en general, es simple y chic al mismo tiempo.

—Gracias —me respondió—. A mí también me lo parece. ¿Puedo preguntarle donde ha comprado ese vestido?

—Fue en Londres, hace unos años. La verdad es que lo cuido mucho, es un tesoro.

—Me fascina, pareces una estrella de cine clásico —añadió, dedicándome una sonrisa—. Y ese sombrero… Disculpa, soy una enamorada de todo lo vintage. Aunque sospecho que a mí tu conjunto no me quedaría del mismo modo…

Ambas nos reímos.

—No se engañe, es mágico. Convierte a todas las mujeres en estrellas. A mí me gusta el suyo.

—Mercy, me caes bien, Sandra; ahora dime, ¿ya te han tirado las cartas con anterioridad?

Asentí con un movimiento de cabeza.

—Perfecto. Antes de comenzar me gustaría matizar otra vez que cobro cincuenta euros la sesión, que suele durar una hora. Aunque puede alargarse sin sobrecargo, de ser preciso.

—¿Suelen alargarlas mucho? Sus sesiones, quiero decir.

La adivina se río.

—Eso depende de la persona, cielo. He de decir que no tienes pinta de ser así, te veo una jovencita muy lanzada, e increíblemente madura. Hablas como una persona mucho mayor, denotas una seguridad bestial.

—Me alaga. La verdad es que no creo que esto se prolongue más de lo necesario; no me mal interprete, es solo que no deseo preguntar demasiado.

—Muy bien, Sandra, me gusta tu determinación —soltó ella, abriendo una cajita de madera situada en un lateral de la mesa. A continuación sacó un zajo de cartas alargadas, con un bonito estampado bucólico en el reverso—. Ahora toma, mézclalas pensando en lo que deseas consultar, así yo acabo de prepararlo todo.

Nada más dármelas sacó de un pequeño cajón un paquete de cerillas y encendió las velas. Después de guardarlo en su sitio, se levantó y caminó hacia la ventana, cerrando las cortinas.

Me sorprendí con el cambio lumínico; la atmosfera adquirió una tonalidad cálida y tenue, pero seguía quedando algo de luz filtrada por la cortina.

—Cubren bastante, lo sé —añadió ella; volvió a su silla y se sentó de nuevo frente a mí, observando como mezclaba las cartas.

Nos miramos a los ojos mientras mis manos se movían con agilidad y noté el cambio repentino en su actitud. Se puso nerviosa. “Es una muy buena señal” pensé. La gente con cierta sensibilidad captaba mi naturaleza, o para ser precisa, que no era exactamente como la suya.

—Bien, cariño, ahora me gustaría que hicieras un par de cosas por mí. No me digas nada que no sea estrictamente necesario, y solo cuando te pregunte. Es para que no me contamines con información, así me será más sencilla la lectura. Y has de decirme, de una manera simple, sobre lo que deseas preguntar.

—De acuerdo —respondí sonriente—. Me gustaría una tirada general. ¿Ahora qué hago?

—Ponlas encima de la mesa y corta.

La obedecí.

—Vale, ¿cuál escoges?

—El de la izquierda.

—Perfecto —dijo la mujer, apartando el montón sobrante—. Hazme un abanico, sin miedo.

Le hice caso otra vez, divertida.

—Ahora ves escogiendo y me las vas dando una a una. Creía… creía que ya habías asistido a varias sesiones…

—Cierto, sí, es que me encanta observar los movimientos, la puesta en escena. Y he de decirle que la suya es de las más mundanas, algo que me gusta mucho.

La mujer me miró a los ojos antes de darme las gracias.

—Bien, ves escogiendo para que yo pueda irlas colocando.

Dejé que mi mano flotara sobre las cartas, en un movimiento horizontal. Ya conocía la sensación y el toque que me hacía elegir al azar, una chispa de calor en la yema de los dedos. Con un rápido gesto agarré la primera, para dársela. Ella le dio la vuelta y la colocó en el centro de la mesa.

—El mago —me dijo; sentí un escalofrío intenso por todo el cuerpo. Después escogí la segunda y en aquella ocasión la adivina la dejó tumbada encima, sin darle la vuelta.

Y el juego siguió así, hasta que los naipes centrales quedaron rodeados por cuatro más, formando una especie de cruz arcaica.

—Antes de continuar, me gustaría analizar un poco lo que veo aquí; yo utilizo una variante de la cruz celta y la carta en la sombra, a la que aún no se le ha dado la vuelta, pertenece al Oráculo. Es la última que veremos.

—Vale.

—En el centro está el mago. El mago siempre habla de la fuerza, la iniciativa, la creatividad… aunque no estoy muy segura, pero… yo veo aquí…

Percibí sus dudas, un atisbo de inseguridad que me pareció muy gratificante.

—Veo la figura de un hombre, cariño.

“Ohlalá” me dije. Pese a que la señora Sempere causaba una buena impresión, aún debía de superar varias de mis expectativas. Y lo cierto es que había comenzado de una forma insuperable.

—Sabes, ahora me estoy dando cuenta de que sólo has sacado arcanos mayores, que curioso. Mira, la carta de arriba nos habla de lo que reconoces.

—La muerte —leí el anunciado—. Tengo entendido que habla sobre los cambios de la vida…

La adivina pareció quedarse absorta por un instante y volvió a mirarme a los ojos.

—Si, Sandra, entre los muchos otros significados —logró añadir—. Yo veo al segador como el aprendizaje hacia la madurez. Y me llega que vas a seguir evolucionando, aunque el camino se tuerza un poco.

—Perfecto, prosiga por favor.

—El naipe de abajo nos dice lo que tú percibes, y es la de los enamorados. ¿Tienes a algún pretendiente? Te va a ir de maravilla, me llega que vas a triunfar con alguien…

—No hay nadie. Pero no soy una persona que se cierre a las emociones nuevas. Ha llovido una eternidad desde mis primeros amores.

—Entiendo. Ahora vayamos a tu pasado, ésta de aquí —añadió, señalando la carta que había a la izquierda—. La Suma sacerdotisa, que curioso. Habla de tu aprendizaje intuitivo, de que en tu pasado aprendiste a ver otra realidad distinta a la que tenías… y la que hay a la derecha, nos sugiere tu futuro inmediato, el juicio…

Una de las velas chisporroteó de forma extraña y ambas le dedicamos un vistazo. La mujer volvió a la lectura y tocó indecisa el último naipe… y de repente noté que le temblaban las manos… ella abrió mucho los ojos, sus dedos se dirigieron hacia la carta central, la del Oráculo… Yo sabía que aún faltaban cuatro por colocar, pero tuve la impresión de que había sido golpeada por su intuición… “Dime que eres real, preciosa” pensé, contemplando como dudaba un instante antes de darle la vuelta, muy lentamente…

—El diablo —leí en voz alta.

La adivina me fue mirando poco a poco, hasta que sus ojos se clavaron en los míos, contuvo el aliento… Entonces su cabeza se estampó contra la mesa, con un golpe tan duro que me hizo rebotar de la silla.

—¡DIOS MÍO! —exclamé, levantándome apresurada—. ¿Se encuentra bien? ¿ME OYE?

Distinguí que algo de aspecto viscoso botaba de su cabello, creando un charquito a su alrededor. Reconocí el olor de la sangre y corrí hacia las cortinas, para abrirlas…

No… las… abras… —me llegó su voz; sonaba extraña, envejecida y lenta, sus palabras rozaban la agonía de una forma escalofriante.

Al volverme para mirarla, me topé con que intentaba enderezarse, patosa… “O es la mejor actriz que he visto en siglos o esto es real”. Sentí un entusiasmo repentino, pese a que la situación no era del todo alentadora.

—¿Señora Sempere? —pregunté, acercándome a la mesa. Al sentarme en la silla ella se incorporó de repente y me miró a través de los cristales rotos de las gafas, con dos ojos negros cargados de oscuridad. Se había abierto una herida en la frente, justo en la zona del tercer ojo; la sangre le cubría el rostro como una leve cascada, provocando un efecto grotesco.

Ya no quedaba ni rastro del aroma a lavanda; olía a rancio, a encierro…

¡Tú! —exclamó, con una voz ronca y lejana, espectral.

Sentí un poco de miedo, había acertado con aquella mujer.

Siempre supe que daría contigo, engendro de la naturaleza —añadió.

Reconocí quien había invadido aquel cuerpo. Con los años una aprendía cosas, sobre todo a percibir posesiones demoníacas o de deidades paganas. El mundo parecía simple, pero era un lugar insólito y extraño.

—Hola de nuevo, querida amiga. Hace mucho desde la última vez —le contesté—. Y es una muy grata sorpresa, ni en un millón de años hubiese esperado algo así…

¡CÁLLATE MALDITA ZORRA! —me cortó— Escucha, no hay tiempo… Este recipiente posee un don puro, pero no está bien entrenado…

Mi instinto me mandó obedecer, por lo que cerré la boca.

Se acerca la oscuridad, la urna se ha roto…

Escuchar la última frase no me gustó nada. Sabía de lo que hablaba, sentí un insoportable nudo en la boca del estómago… “Grandísima mierda”.

—Es imposible —murmuré.

¿Te crees más grande que el universo, niña eterna? Ha olido el mal que se cierne sobre todos y su miasma de tiniebla ha brotado al mundo otra vez… Y lo ha buscado… ha matado… y ya lo ha encontrado…

—¡¿A QUIEN?! —exclamé sin poder contenerme.

A la aberración perfecta…

“La aberración perfecta…” repetí sus palabras de forma mental. No era posible, Aleksey… Me sentí como si me hubieran tirado un jarrón de agua helada encima, noté mis emociones desbordarse, las primeras lágrimas… “Él no era una aberración, era una luz” me dije una y otra vez…

Las tinieblas engullirán esta tierra maldita y los antiguos Dioses dormidos despertarán para reclamar lo que antes era suyo. Tu profecía se cumplirá, puta ladrona.

—¡Vete al infierno, bruja rencorosa! —le grité fuera de mí, levantándome de la silla.

Vengo de allí, bonita. Y te lanza señales con mucho amor.

Al menos la vieja no había perdido nada de su maldito humor negro.

—¿Por qué ahora? ¿Qué es eso de la aberración?

Mi otra mitad ya lo ha engañado una vez, se ha fortalecido… Se alimentará de sus dones, de su luz… Has de protegerlo cueste lo que cueste, has de impedir que cambie su naturaleza… recuerda lo que te dije el día en el que me lo robaaasteee… recuérdalo bien… todos los ojos se han puesto sobre tu amada ciudad… y una parte de tu pasado olvidado ha venido para darte una patada en ese culo tan teeersooo… Ya te obseeeeervan, coooosa… Deeeescoooooonfía de la beeelle…

Supe que se quedaba sin energía y noté como la presencia abandonaba aquel cuerpo. La señora Sempere gritó histérica, llevándose una mano a la lesión. Parecía mareada.

Corrí hacia las cortinas para que la luz del día dejara ver mejor los desperfectos y busqué mi Iphone en el bolso. Lo saqué y marqué a toda velocidad el número de urgencias.

—¡¿QUÉ HA PASADO?! —preguntó la mujer, con voz temblorosa.

—Creo que le ha dado una bajada de tensión y se ha desplomado sobre la mesa. No se preocupe, estoy llamando al ciento doce… Tapónese la herida, en seguida estoy con usted…

Licencia Creative Commons
Ciudades de tiniebla. Capítulo 6. Señales del infierno (primera parte) por Ramón Márquez Ruiz se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.

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ANGUSTIA

ANGUSTIA

Novelesco presenta Angustia, un micro relato de terror escrito para el concurso de  CÍRCULO DE ESCRITORES. Espero que os guste y gracias por dedicarme algo de vuestro tiempo ; )

Amparado bajo el resplandor de los faroles, sir Allan Wordsworth notaba los desbocados latidos de su corazón. Ya casi había llegado a su hogar y en la lujosa calle reinaba un silencio incómodo, aterrador.

Al acelerar el paso el caballero oyó un espantoso aullido que intensificó su angustia, quiso detenerse para recobrar el aliento, pero no podía. Echó a correr con todas sus fuerzas, escuchando como los retumbantes pasos se acercaban cada vez más, las luces parpadearon, el ambiente se impregnó de un hedor nauseabundo y supo quién acudía a su encuentro…

—¡ESE HIJO NO ES MÍO! —le gritó a su perseguidor, desesperado.

De golpe lo agarraron de la nuca y sintió un profundo dolor; miró abajo, descubriendo que unas garras le traspasaban el vientre y lo elevaban del suelo… Observó cómo su sangre manchaba los adoquines, comprobando que su asesino tenía pezuñas en vez de pies. Gritó histérico, sintiendo que lo serraban hacia arriba y pensó en la hermosa y exótica Macarena, en como la había poseído unos meses antes. Pero… había sido ella quien lo sedujera en su bufete, asegurándole que lo deseaba. De haber sabido, en aquel instante, que ya la habían prometido con el diablo…

¡Angustia quedó tercer finalista del concurso! ¡Muchas gracias por el premio!

 

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