N.A.T.I.V.I.T.Y CUARTA PARTE

N.A.T.I.V.I.T.Y CUARTA PARTE

Base lunar N.a.t.i.v.i.t.y, 25 de diciembre, año 3014.

Buenos días y feliz navidad.

—¿Cuanto tiempo he estado aquí dentro? —quiso saber Bel, pasando por alto el saludo.

—Unas 27 horas. ¿Recuerdas como has llegado?

—¡Me trajiste en esa maldita cosa voladora, maldito bastardo! Llegué a creer que nos íbamos a matar…

Al decir eso la joven se abrazó el vientre por instinto, un poco aturdida…

—He tratado tus lesiones, que no eran pocas…

Ella pareció quedarse absorta y volvió a estudiar algunas de sus heridas, que presentaban un aspecto cicatrizado y rojizo, siendo apenas perceptibles.

—Ya lo veo… —respondió, escudriñando la tapa de cristal que se erguía sobre su cabeza.

—Me parece sorprendente que en tu estado aguantaras tanto.

Se hizo un silencio incómodo.

—Soy una chica dura.

—Me ha quedado claro, que no te quepa duda. De paso he aprovechado para realizar exploraciones y estudios al bebé.

—¿Has hecho qué?

—Las pruebas han salido sorprendentemente bien, Bel. No las tenía todas conmigo, pero es un varón sano.

Al escucharlo, una sonrisa se dibujó en los labios de la humana, visiblemente emocionada.

—Su sexo era un misterio —alegó mientras se miraba la barriga durante un instante—. Creo que estoy de nueve meses…

—Por cinco días no llegas. Y según la estación médica tu cuerpo ya está preparado para el alumbramiento e indica que lo harás en unas horas. El niño nacerá hoy, 25 de Diciembre.

—¿Este trasto sabe eso?

El androide asintió y entonces Bel captó que una risueña sonrisa se había dibujado en su rostro.

—¿A qué viene esa cara?

—¡Me parece una mágica coincidencia que hoy sea navidad! Por no hablar de tu propio nombre…

—Gilipolleces, nunca la he celebrado —añadió ella, frunciendo el ceño—. La vida no está hecha para festejar mitos. Sobrevivir en un sitio de mierda como Nativity, lleno de máquinas asesinas, sí que me parece un milagro y algo digno de una fiesta.

La chica notaba su cuerpo extraño, demasiado tranquilo. Pero al menos no sufría ningún dolor. De repente sintió la imperiosa necesidad de ponerse en pie y comenzó a buscar otra vez sus pertenencias, comprobando que no aparecían por ningún lado. De forma instintiva miró a su izquierda, descubriendo que sobre una mesita cercana de aspecto lujoso había un precioso vestido blanco.

—No busques, menos esa mochila tan divertida y alguna de tus armas, lo he tirado todo —añadió JAK, captando sus intenciones—. No hace falta ser un sintético para saber que, tener viviendo contigo a diez clases de piojos diferentes, no ha de resultar muy saludable. Me ha costado desparasitarte, ¿lo sabías? Por fortuna vivo en unos antiguos almacenes, aquí encontrarás todo lo que quieras.

Bel suspiró y dedicó a su salvador una mirada inquisidora. ¿Cómo era posible? Había acertado, la mochila era lo único que tenía valor emocional para ella. Definitivamente su nuevo amigo apuntaba muy buenas maneras, aunque tenía que hacerse con un pistola, por si cambiaban las tornas.

Durante un segundo le vinieron imágenes de su pasado, de su familia… Las reprimió con todas sus fuerzas, tenía que ser fuerte…

—Date la vuelta —ordenó al androide, de forma burda. No había pretendido que le saliera un tono tan duro, pero seguía notando su ánimo jodido, pese a los medicamentos que bien seguro le habían administrado.

—Se dice gracias, ¿no? —puntualizó él, obedeciendo a la imposición sin borrar el gesto de los labios—. Creo que la buena educación nunca viene mal.

La mujer lo ignoró y apoyó los pies en el suelo, antes de levantarse con mucho cuidado. Cuando comprobó que no había peligro y podía sostenerse por si sola, dejó de aferrarse a la máquina y caminó lentamente hacia su nuevo atuendo…

—Ya puedes mirar.

El androide se volvió, descubriendo que había acertado en la elección. Su invitada parecía la princesa de uno de esos libros infantiles que guardaba en la biblioteca del piso de abajo. Muy redonda gracias a la abultada barriga, pero preciosa.

—¿Te gusta? —quiso saber, lleno de curiosidad. Captó que a la chica le brillaban los ojos.

—Es genial. Ni en mis mejores sueños me hubiera imaginado llevando algo así. Ahora podría decirse que estoy a tu altura, también vas muy elegante. ¿Coleccionas vestidos?

Ambos mantuvieron la mirada durante un instante.

—Colecciono muchas cosas. ¿Te gustaría verlas?

—Por qué no.

JAK notó el cambio en la actitud de la joven y le tendió la mano, para luego ayudarla a caminar hacia una silla cercana de aspecto moderno y robusto.

—¡Ay Dios! —exclamó ella, al ver que el asiento flotaba sobre el suelo desprendiendo una pálida luz—. ¡Todavía me acuerdo de tu maldita motocicleta asesina, no esperes que me siente!

El androide sonrió ante la ocurrencia.

—Las contracciones no tardarán en llegar, así que en tu estado no es conveniente que camines mucho. Y no te preocupes, esta belleza fue diseñada para las personas de clase alta con movilidad reducida. Además, los módulos anti gravitacionales Angelicus son geniales y personalizables. ¿Prefieres que sea de otro color?

La chica le dedicó una mirada suspicaz, antes de hablar.

—Lo que prefiero es no sentarme, joder. Seguramente es nueva y eso será porque nadie se ha fiado de estos malditos trastos…

—En efecto, la vas a estrenar más de cien años después de su fabricación. Las personas con discapacidad fueron las primeras en caer durante el estallido, ¿sabías? Junto a los niños y los enfermos, claro.

JAK logró modular su tono de voz durante la última frase, consiguiendo el efecto deseado.

—No hace falta que me des detalles tan macabros.

Bel cedió a regañadientes y una vez sentada tuvo que admitir lo cómodo y ergonómico que le resultaba el asiento, ya que se adaptaba a su silueta a la perfección. Además, notaba que flotaba a unos centímetros del suelo con un ligero y suave vaivén que le parecía curioso.

—Cómoda, ¿verdad?

—¿Puedes cambiarle el color a las luces?

El robot asintió y le colocó un pequeño artilugio detrás de la oreja.

—Estas sillas funcionan con neurotransmisores, usan el pensamiento, así de simple. Escoge tú misma el tono que quieras…

Entonces la luz cambió, adquiriendo un color verdoso y brillante.

—He de admitir que me parece una pasada… —dijo ella, con un destello de tristeza dibujado en la mirada…

—Bien, ahora que estás preparada vamos a dar una vuelta por mis dominios.

—La verdad es que tengo algo hambre. ¿Tienes comida?

JAK meditó la respuesta. No estaba seguro de si era buena idea darle de comer, pues conocía los riesgos que podían surgir durante el parto.

—Desde luego, pero es mejor que de momento no comas nada. Cuando tengas al niño te prepararé delicias que jamás has imaginado.

Bel asintió, volviendo a acariciarse el vientre de forma risueña. Había asistido a algunos partos a lo largo de su vida y conocía los riesgos que podían surgir aunque… Ninguna de sus conocidas había contado con una estación médica que funcionara en perfectas condiciones…

Distraída, paseó la mirada por la estancia fijándose en la bonita decoración de la sala, que daba a la inmensa terraza por la que habían entrado. Luego observó la máquina, dándose cuenta de que desentonaba allí en medio. Entonces pensó en lo distinta que hubiera sido su vida si Nativity no se hubiera ido a la mierda…

—¿Sabes cocinar? —preguntó de repente, intentando no pensar.

El sintético percibió la melancolía pero se abstuvo de comentar algo al respecto.

—Te sorprenderías. Dispongo de una pequeña cuna del conocimiento perdido en el piso de abajo. Mientras dormías he estudiado la carrera de ingeniería médica, pediátrica y a varios cocineros de prestigio. Soy un sintético listo.

—¿Y todo eso por mi?

En los ojos del androide resplandeció una chispa que ella fue incapaz de descifrar. Él no se parecía a nada que hubiera conocido antes y tenía que admitir que sentía una creciente curiosidad.

—Hacía mucho tiempo que no tenía invitados. Vamos, me muero de ganas de enseñarte todo esto.

Al cruzar la puerta de la estancia la chica soltó una exclamación de sorpresa. Ante ellos se abría un enorme y diáfano pasillo, en cuyo centro había un precioso parterre con fuentes, caminitos serpenteantes rodeados de bancos y farolas de aspecto clásico. Las paredes, pintadas de un tono celeste similar al de la fachada exterior, contrastaban con las baldosas blancas y negras del suelo y el color de la vegetación, provocando un efecto espectacular. A ambos lados se abrían tiendas variopintas llenas a rebosar y perfectamente ordenadas, con los cristales de los escaparates igual de impolutos que todo lo demás. No había ni una sombra de polvo o suciedad, como si allí el tiempo se hubiera detenido y el brote civervírico jamás hubiera llegado, provocando en la mujer una sensación de irrealidad.

—Es increíble —dijo Bel, embobada con el techo, decorado con bellos frescos y cristaleras de motivos florales.

—Gracias —contestó JAK, halagado—. Pienso que es la opulencia bien diseñada, por eso lo escogí. He tenido que reconstruirlo un poco, aunque no lo parezca aquí hubo una masacre.

La humana le dedicó una mirada desdeñosa.

—Deja que lo adivine… ¿Te costó mucho quitar el rojo sangre?

El sintético esbozó una sonrisa y guardó silencio, prefiriendo no responder a eso.

—Vayamos al piso de abajo, los ascensores no están lejos.

Ambos avanzaron con extrema lentitud, ya que la chica se detenía constantemente delante de los comercios, mirándolo todo con suma curiosidad.

—No hay prisa, podemos entrar en las tiendas que quieras.

—Ha debido costarte mucho mantenerlo así de bien.

—Ni te lo imaginas, aunque para mí el tiempo no es un problema. Por suerte dispongo de un ejército de robots domésticos…

Al oír eso Bel lo miró espantada.

—No te preocupes, tienen programas sencillos y una IA limitada. Tardé años en desinfectar mi hogar y no está conectado a la red principal de Nativity, uso los propios generadores del edificio para conseguir la energía que necesito, y puedo asegurarte que no es poca.

Pronto llegaron al los ascensores y una vez subidos en uno, la mujer quedó impactada con la lujosa decoración de la cabina y el hilo musical, pues nunca en su vida había escuchado nada igual.

—Es una pieza de Mozart, un antiguo compositor terrestre del siglo dieciocho —puntualizó JAK, al notar la sorpresa.

—¿Tienes mas así?

—Ya te dije que colecciono de todo. Puedes moverte libremente sin problemas, aunque prefiero que lo hagas cuando estés en mejores condiciones, ya que esto es enorme. Y para que te quedes tranquila, añadiré que nada puede entrar a menos que se haga por la terraza, como nosotros.

—Si, todavía me acuerdo…

Las puertas del elevador se abrieron, mostrando otro pasillo similar al del piso de arriba. Aunque en aquella ocasión había una gran diferencia. A un lado seguían sucediéndose una infinidad de tiendas, situadas en fila recta una al lado de la otra, pero los parterres centrales habían sido sustituidos por pilares de piedra ricamente ornamentados y bancos. Y lo que más impactó a la joven, fue descubrir que en la pared que había frente a ellos se abrían enormes cristaleras que mostraban un esplendoroso patio interior.

—Parece un bosque… —soltó ella, sin poderse contener.

—Tiré abajo algunos comercios para lograrlo. Por fortuna la estructura de los almacenes tiene forma cuadrada y está hueca, algo que sin duda lo volvió posible. Yo lo llamo mi edén particular, libre de amenazas.

—¿Edén?

JAK se rio ante la pregunta.

—¿No eres de ninguna religión? Me parece extraño que sepas lo que es la navidad y no otras cosas.

—Mis bisabuelos eran cristianos, pero ya te dije que nunca perdíamos el tiempo con fiestas y mitos inútiles. Yo creo en la vida, simplemente. Aunque en mi grupo había gente de varias creencias, nadie las celebraba. Vivir huyendo constantemente, buscando comida y armas para protegernos no da para mucho, sobre todo cuando la muerte puede venirte de cualquier lado…

—Es práctico, lo comprendo. Vamos al jardín, quiero presentarte a mis amigos.

La silla se detuvo de repente.

—¿Amigos?

El androide notó la desconfianza en el tono de voz y se volvió para mirarla a los ojos.

—¿Confías en mi?

Bel frunció el ceño.

—¿También tienes un arsenal?

—¡Claro que si! ¡Ya te he dicho varias veces que colecciono de todo!

—Pues dame una pistola y confiaré en ti lo que quieras…

El sintético decidió cumplir el deseo de su invitada. Sabía de sobras que con él no iba a necesitarla, pero creyó conveniente que se sintiera segura.

—Tengo una encima, así que toma —le dijo, metiendo una mano en el bolsillo del pantalón y sacando un arma de aspecto estilizado—. Que no te confunda su tamaño, es de las buenas.

—Gracias.

La mujer aceptó el presente y lo dejó en un lado del asiento.

—¿Realmente sigues desconfiando de mi?

—Quizás. Aunque me caes bien, y eso ya es mucho.

Otra sonrisa se perfiló en los labios del androide.

—Salgamos al jardín, allí están mis amigos.

La chica contempló a los dos renos desde una distancia prudencial, completamente embobada. Le parecieron unos animales majestuosos, con su cuerpo estilizado y la nariz roja y brillante.

—¡Son preciosos! —exclamó—. Nunca los he visto en Nativity.

—Uno de los motivos por los que construí este jardín fueron ellos, ya que deseaba protegerlos del exterior. Por desgracia son de una especie creada genéticamente por mano del hombre y algo hicieron mal, volviéndolos realmente delicados.

El macho se apartó, mostrándoles a una cría que no paraba de pasear entre las largas piernas de la hembra, como si se enredara con ellas.

—¡Que bonito!

—Nació hace unos días. Y me alivió bastante pues…

—¿Pues?

—Solo quedan ellos tres, Bel.

—¡No me jodas!

—Aunque no lo creas hay mas especies a punto de la extinción en esa jaula espacial…

La humana notó algo en el tono de voz y miró a JAK de reojo, pero en aquel momento no quiso indagar. Aquel robot no dejaba de sorprenderla, pues le había quedado claro que tenía sentimientos, o cuanto menos algo parecido…

—¿Y por qué tienen la nariz así? ¿Fue por eso que los crearon?

—Chica lista. ¿Has oído hablar de Papá Noel?

—Deja que lo adivine… ¿Otro ser mitológico de esos, de tradiciones antiguas?

—En efecto, sí.

—¿No será un tipo gordo con un traje rojo y barba postiza?

El sintético se rio.

—Hace unos años mi familia encontró unos almacenes llenos de esqueletos con ropas grandes de ese color y barbas falsas. También había carteles roídos y catálogos donde salía ese personaje. ¿Tiene algo que ver?

—Mas o menos, como base. Aunque la principal culpable fue una campaña de márquetin navideño. Vámonos, te lo mostraré.

Bel asintió con la cabeza. Desconocía el significado de  márquetin, pero estuvo segura de que pronto obtendría una respuesta.

Las puertas del comercio se abrieron solas y una voz femenina los saludó nada más entrar, dejando a Bel paralizada.

—Bienvenidos a Sidneys, estimados clientes. Hoy tenemos herramientas de jardinería con descuento, ¡No se lo pierdan!

—¡Joder, casi me cago encima! —exclamó la mujer, soltando una sonora carcajada.

—Decidí conservar muchas cosas originales del edificio, incluyendo las IA de sonido y la publicidad de la época. Es como un asentamiento arqueológico moderno.

La chica se encogió de hombros. Lo de arqueoloquesea no se sonaba de nada, pero ya estaba acostumbrada a las palabrejas extrañas de su nuevo amigo.

—Lo que tu digas. Esto es impresionante, me da una sensación extraña, como si los robots jamás hubieran perdido la cabeza.

—Pues aún no has visto nada, prosigamos. Sidneys era la caña en su época, vendía desde tostadoras a zapatos.

Continuaron avanzando por el pasillo principal, rodeados de expositores llenos a rebosar y objetos diversos, hasta detenerse en un sector en el que la decoración cambiaba drásticamente, con una pomposa alfombra roja en el suelo. A su alrededor colgaban inmensos carteles del mismo color, en los que salían simpáticos Papás Noel acompañados de renos de nariz roja, que parecían guiar a los clientes de otros tiempos hasta un elaborada consola de madera oscura, con varios frascos de cristal sobre ella.

—Ahí tienes el motivo por el que alguien decidió, una buena mañana, cargarse a una especie animal. Para vender perfumes.

—Joder, ¿hicieron eso por una colonia? —Bel miró los frascos de cristal, en cuyo interior había un líquido escarlata. Le parecieron realmente bonitos—. ¿Todavía se pueden oler?

—Oh sí, ya lo creo.

La humana necesitó levantarse y estirar las piernas. Se había valido por sí sola hasta la fecha y aunque la silla ahora le resultaba alucinante, no le apetecía permanecer sentada.

El sintético la dejó hacer y contempló como ella caminaba lentamente sobre la alfombra. Con aquel vestido y la opulencia que la rodeaba, parecía una princesa.

—Necesito andar un poco, espero que no te moleste ­—le dijo ella sin volverse para mirarlo.

—En absoluto, lo entiendo. Pero no hagas mucho esfuerzo, ¿De acuerdo?

Bel no respondió. Se detuvo frente al expositor y dejándose llevar por la curiosidad que sentía, cogió uno de los frascos, al que destapó con mucho cuidado. Luego se lo acercó a la nariz, expectante…

—¡Hostia puta! —exclamó, reprimiendo una arcada— ¡Huele a pura mierda!

Ambos estallaron en una sonora carcajada y la chica se volvió hacia él, intentando parar de reír.

—Ahora sabrás por qué no vendieron ni uno en su momento. Yo los uso para…

En ese instante se apagaron todas las luces, dejándolos a oscuras. Bel chilló asustada y se oyó ruido de cristales rotos…

Me llamo Ramón Márquez Ruiz y soy escritor, diseñador gráfico e ilustrador. Bienvenidos a Novelesco. Si deseas saber más cosas sobre mi, clica abajo. Muchas gracias por leerme ; )

N.A.T.I.V.I.T.Y TERCERA PARTE

N.A.T.I.V.I.T.Y TERCERA PARTE

Base lunar N.a.t.i.v.i.t.y, 23 de diciembre, año 3014.

JAK comprobó el resultado de los análisis en la pantalla de la estación médica y miró a Bel a través del cristal, contemplando como ésta flotaba en su interior, ingrávida, sumida en un profundo sueño. Al quitarle la ropa para lavarla había descubierto varias heridas de diversa índole y de aspecto reciente que necesitaron cuidados intensivos, algo que le indicaba varas cosas:

La primera, que ella había superado una seria trifulca poco antes de que sus caminos se cruzaran. Y la segunda, que poseía una increíble fortaleza, tanto física como interior.

“Es un milagro” pensó por enésima vez, sin poder apartar los ojos de ella. Ambos se hallaban sanos y según los cálculos de la EM, el alumbramiento biológico se esperaba en dos días, siempre y cuando su organismo no sufriera otra alteración nerviosa…

“Justo el día de navidad” reflexionó el androide, esbozando una sonrisa. Le parecía una fecha poética, que coincidía con el inicio de la debacle de N.A.T.I.V.I.T.Y, apenas un siglo atrás… Las imágenes de la matanza en el restaurante volvieron a sacudirlo durante un segundo, hasta que las apartó con firmeza. Tenía que investigar algunas cosas y sabía que para conseguir cierta información, debía volver a ponerse en contacto con el MGB, una idea que no le atraía nada…

De repente notó el picor en las ranuras de la espalda y reaccionó al fin. La chica dormiría un buen rato más, le quedaba tiempo de sobras para desinfectarse y averiguar algo que confirmara su sospecha…

—Buenos días JAK —lo saludó GAB cuando él se tumbó desnudo sobre el extremo del inmenso brazo mecánico.

—Hola preciosa, enchufa cuando quieras.

Domar a aquella fierecilla y tunearla a su antojo había constituido todo un reto, que fue dado por concluido después de encontrar el modulador de voz apropiado. Ahora le resultaba gratificante pasar por allí casi diariamente…

—Detecto un alto índice de contaminación —lo alertó la inteligencia artificial—. ¿Ejecuto el protocolo?

El sintético sonrió.

—Adelante.

Entonces el androide notó como una aguja curva de quince centímetros de largo se le clavaba en la espalda, a través de un escondido conector. Una vez concluida la primera fase, el brazo mecánico cobró vida y comenzó a elevarse del suelo, cambiando su inclinación para dejarlo recostado en el aire.

—Iniciando escaneo. Activando sensores…

La máquina emitió pulsaciones de luz azul que proyectaron un holograma sobre JAK. Varias líneas horizontales subían y bajaban deteniéndose cada pocos segundos en algunas partes de su cuerpo sintético, para mostrar pequeños focos de puntos negros que se condensaban hasta formar manchas opacas…

—Ha sido un error conectar dos unidades no procesadas. Hay un veinte por ciento de infección en las ranuras Superhot de la espalda.

Al oírlo el androide cerró los ojos.

—Pues ya sabes lo que has de hacer, GAB. Ha sido cuestión de vida o muerte, fui descuidado y las cosas se pusieron muy feas. Arranca la descontaminación, por favor.

—Apagando Módulo de inteligencia J.A —anunció la máquina, iniciando una cuenta atrás…

Por un momento en los glóbulos oculares del sintético apareció un mensaje que le indicaba la operación. Él conocía los efectos de aquella maniobra y se había acostumbrado a ella, incluso le gustaba, ya que podría decirse que entraba en una fase similar al sueño humano… Se acomodó lo mejor que pudo y le sobrevino el chispazo. Su cabeza se apagó, dejándolo sin consciencia… Luego llegó la primera descarga…

Los pantalones abiertos chocaban constantemente contra las arrugas de la falda arremangada. Ella recibía las envestidas gustosa, clavando las uñas decorosamente pintadas sobre el mármol oscuro del retrete.

—¡No te detengas! —le pidió llena de frenesí, a punto de llegar al orgasmo…

El hombre aceleró dejando de ser delicado, cada vez más rápido. Cerró los dedos con fuerza en torno a sus caderas, sujetándola con mayor firmeza… 

—¡Oh Si, SIIIII! —exclamó él, estallando bien adentro…

Nada más terminar se limpió con un trozo de papel higiénico y se volvió a ajustar el pantalón y el fajín. Después miró la hora en el reloj de oro que siempre llevaba en la muñeca derecha.

—Ha sido rápido pero interesante —le dijo ella entonces, besándolo en los labios—. ¿Echamos otro?

—Ya es suficiente, cariño. Hoy es navidad, quiero estar con mi esposa y mis hijos…

—No se preocupe, señor Arrows, su mujer no sospechará nada, podemos quedarnos cinco minutos más… —añadió la mujer, acariciándole suavemente el ahora plácido bulto entre las piernas—. Seguro que mi marido la entretiene con alguna de sus batallitas históricas sobre la primera era de N.A.T.I.V.I.T.Y… Puede llegar a ser un cabrón aburrido de narices…

Él la miró un segundo de forma inexpresiva y la apartó de un suave empujón. Luego volvió a colocarse la pajarita, que había quedado torcida tras el escarceo.

—Ya es suficiente. Y no me gusta que insultes a Owen, es mi mentor y mi socio, ¿recuerdas?

—Claro que sí, Jacob. Aunque eso no te impide meterme la verga bien dura, ¿cierto?

Felicity era bella pero liarse con ella había sido un error. Él lo había sabido desde el primer encuentro, pese a ser incapaz de mantener encerrado al pajarito del deseo…

En el hilo musical comenzó a sonar un villancico navideño que lo impulsó a abandonar el cubículo del servicio de caballeros, aparentemente vacío, sin mediar otra palabra con su amante. Quitando la atracción física que sentía por ella no veía nada más. Su querida mujer la superaba en todo, por lo que seguía sin comprenderse a sí mismo cada vez que la engañaba. “Esto ha de acabar” se dijo, pensando en la radiante Hannah que lo esperaba en el comedor principal, acompañada por sus dos chavales.

A pesar del bullicio y de hallarse abarrotada, en la sala reinaba un civilizado orden. La gente permanecía sentada en sus mesas, decoradas con enormes motivos florales, a la espera del postre especial de Navidad. Los lujosos adornos del gigantesco abeto cambiaban de color cada pocos segundos mientras el pianista, contratado para amenizar la velada, tocaba rock neoclásico de forma magistral. 

—¡Papá! —exclamó Shaun nada más verlo acercarse a la mesa, saltando de la silla.

—Tiene que ir al baño, cariño —le dijo su esposa, dedicándole una radiante sonrisa.

—¡Pero si acabo de salir de allí!

—No seas así, anda…

—Está bien, está bien —cedió el hombre—. ¿Dónde se han metido Aaron y Owen?

Hannah lo miró esbozando una resignada sonrisa.

—Tu hijo se ha ido a dar una vuelta con Tricia Holvert. Les he advertido que si no regresaban en una hora se la iban a cargar… Y creo que Owen me ha comentado que iba a saludar a alguien por ahí, no estoy segura.

Tras besar a su mujer Jacob regresó al servicio de caballeros para cumplir la misión retrete, cruzándose con Felicity por el camino. Ella le guiño un ojo y siguió caminando hacia la mesa, contorneando las caderas de esa forma tan especial…

Una vez en el baño el niño insistió en que lo dejara orinar solo y su padre lo esperó en la puerta del cubículo, con la riñonera en la mano. El pequeño solía llevarla siempre consigo, consiguiendo aquella noche un curioso efecto con el esmoquin en miniatura que le habían puesto. Jacob estudió el divertido estampado de la tela, compuesto por un centenar de abejitas, quedándose absorto en sus propias vicisitudes, cuando se escuchó un gran estruendo. Luego, vinieron los gritos… 

—Activando conexión —dijo GAB.

El módulo J.A volvió a encenderse y JAK recuperó la consciencia.

—¿Todo en orden? —quiso saber la inteligencia artificial.

—Como siempre, preciosa —respondió el sintético, abriendo los ojos—. ¿Has freído a todos esos cabrones?

—Iniciando escaneo de refuerzo.

De nuevo, las luces azules proyectaron el holograma sobre su cuerpo y en aquella ocasión, ningún punto oscuro hizo acto de presencia.

—Desinfección completada al cien por cien, JAK. Desconexión en proceso…

El brazo mecánico volvió a su posición inicial y la aguja abandonó la espalda del androide. Éste se levantó y se masajeó los hombros, como si hubiera salido de una intensa sesión de ejercicio. No había nada mejor para empezar el día que una poderosa descarga, tan intensa que se veía obligado a desconectar su módulo de inteligencia para no freírlo.

—¿Tienes accesorios nuevos a los que limpiar? —quiso saber GAB entonces.

El sintético se marchó un momento y regresó con la bolsa que había recolectado en las ruinas de su restaurante favorito.

—Claro que sí.

Una compuerta se abrió en la base derecha del mecanismo principal y surgió un pequeño ascensor. JAK introdujo todas las piezas de una en una, antes de que éste volviera a cerrarse.

—Mis sensores detectan que uno de los brazos modelo ACELL1120 es irrecuperable.

—No importa, deshazte de él. Tengo muchos mas…

La inteligencia artificial empitó un sonido similar a una risita. El androide había intentado dotarla de humor en muchas ocasiones, siendo incapaz de ajustar un punto que le resultara satisfactorio. GAB se reía cuando le daba la gana y no necesariamente basándose en el canon estipulado de lo cómico, como si de vez en cuando se activara algún algoritmo aleatorio en la IA.

—Adoras churrascar cosas, ¿verdad preciosa? —soltó JAK, esbozando una sonrisa…

Tras echar otra vez un rápido vistazo a las constantes vitales de Bel, que seguía plácidamente dormida, el androide observó las bellas facciones que relucían después del rápido baño. Su cuerpo desnudo, redondo y magnético, se le antojó digno de una antigua Diosa de la fertilidad terrestre.

Una de las ventajas de haber creado el refugio en unos antiguos almacenes constituía en la enorme colección de índole diversa que guardaba como si fuera un tesoro. En el piso de abajo disponía de muchas tiendas que conservaban los mejores productos, desde ropa, joyerías, muebles y vehículos a una impresionante librería repleta de volúmenes en formato papel, un señor lujo para los más adinerados. Y a pesar de que todo aquello carecía de valor, él cuidaba sus exquisitas pertenencias con mucho mimo, ya que constituía la prueba de que, en otros tiempos no muy lejanos, había existido una civilización en aquella enorme base lunar, perdida de la mano de un Dios poco probable.

“He de buscarle algo limpio que ponerse” pensó el androide, haciendo un repaso mental. Por fortuna disponía de abundante ropa femenina …

Una vez en el piso de abajo JAK decidió comprobar que todo estuviera bien por el jardín central. Había tenido que realizar algunos cambios en la estructura interna del edificio para crear aquel oasis maravilloso, repleto de fuentes con cascadas y árboles que componían un cuidado bosquecito libre de infectados. Hasta tenía un lago con un sistema de depurado autosuficiente, del que bebían unos amigos muy especiales, los renos de nariz roja.

Aquellos animales fueron creados en N.A.T.I.V.I.T.Y gracias al egocentrismo de una gran corporación que deseaba promover su producto estrella, un perfume de tono escarlata cuyo horrible envase tenía forma de Papá Noel. Mediante una serie de mutaciones en el código genético se consiguió cambiarles el color del hocico. Por desgracia los científicos chiflados tocaron algo que no debían y los volvieron más débiles de lo usual, así que tras el holocausto cibervírico, el sintético logró poner a salvo algunos ejemplares, aislándolos de los depredadores.

Un rápido vistazo le bastó para comprobar que todo seguía como siempre. Entró en una de las tiendas de señora y pasó cerca de una hora buscando una prenda que considerara apropiada…

JAK tenía desconectada la RED de su refugio desde hacía muchos años. El MGB controlaba cada engranaje de N.A.T.I.V.I.T.Y con una precisión arrolladora, al menos las partes vitales que eran imprescindibles para la base. Pero a él siempre le había parecido molesto que no mostraran interés en erradicar el cibervirus. Además, podían ser muy entrometidos cuando lo deseaban…

Al conectar los cables del servidor principal se activó el monitor de reconocimiento y el característico icono de Industrias Arrows apareció en medio de la pantalla. Después sonó la melodía de conexión, una buena señal teniendo en cuenta que el aparato había permanecido apagado unos cuantos años.

—Bienvenido J. —lo saludó la voz artificial—. Ahora la RED es tuya. ¿Deseas conectar los grandes almacenes a los RG?

—No —contestó el androide.

En el primer día del brote una IA administrativa infectada trucó los reguladores generales de una serie de edificios para asesinar a sus habitantes. En un hotel de lujo, atestado de gente, llegó a bloquear el servicio de oxígeno y las puertas, dándose un horrible resultado… A sintético le había costado mucho limpiar su casa de mierda y no deseaba volver a dejarla entrar. Mucho menos ahora, que había encontrado a Bel.

—Quiero conectarme con el MGB —ordenó autoritario.

—Acceso permitido, espere…

Un logotipo amarillo compuesto por tres coronas superpuestas ocupó toda la pantalla. Luego apareció un rostro sintético, bien parecido a pesar de los cables y los remaches de neón verdoso.

—Hola —le dijo G. a modo de saludo, con un rígido tono de voz—. Han pasado cerca de sesenta años desde nuestra última conversación…

—Cierto. Ya sabes que me gusta mucho la soledad.

—¿Sigues perdiendo tu tiempo con esas colecciones humanas y absurdas?

“El mal humor sigue vigente en su módulo de inteligencia” pensó el androide, esbozando una sonrisa.

—No tengo tiempo para ti, quiero hablar con M.

El rostro giró sobre un eje y apareció otro totalmente distinto. En tiempos lejanos los Controladores Principales de la base lunar habían gozado de carcasas humanoides, muy similares a la suya propia. Pero después del incidente eso se había ido perdiendo, hasta hacerlos parecer híbridos extraños entre hombres y máquinas llenas de cables, placas de metal y neones de varias tonalidades.

—¡JAK, que sorpresa!

—Hola M. Sesenta años, si mal no recuerdo.

—¿Y qué necesitas, viejo amigo?

—Cierta información. Hoy me he cruzado con algo sorprendente…

Una mentira no haría daño. El robot prefería guardar el secreto de su nueva amiga solo para él…

La tapa de la estación médica se abrió de forma automática y la mujer abrió los ojos, sobresaltada. Aturdida, se incorporó y miró a su alrededor, descubriendo que se hallaba totalmente desnuda. “¿Mi ropa…?” pensó. Entonces notó que alguien se había ocupado de todas sus heridas, y que éstas presentaban un aspecto impoluto, casi cicatrizado…

—Bienvenida a mi casa, Bel —la saludó JAK, sorprendiéndola.

Ella miró en su dirección y lo descubrió sentado en un gran butacón forrado de cuero oscuro, vestido con una camisa blanca, un pañuelo celeste en el cuello y unos pantalones grises.  Al instante se tapó los senos con los brazos, indignada…

Me llamo Ramón Márquez Ruiz y soy escritor, diseñador gráfico e ilustrador. Bienvenidos a Novelesco. Si deseas saber más cosas sobre mi, clica abajo. Muchas gracias por leerme ; )

N.A.T.I.V.I.T.Y SEGUNDA PARTE

N.A.T.I.V.I.T.Y SEGUNDA PARTE

Base lunar N.a.t.i.v.i.t.y, 23 de diciembre, año 3014. 

—Para, por favor —pidió ella con la voz entrecortada, un rato después de haber abandonado el sector 4A.

JAK ladeó ligeramente la cabeza y la Aeroasyjet300 fue perdiendo velocidad de forma progresiva, hasta detenerse en un frondoso bosquecito que aún mostraba restos de antiguo mobiliario urbano. Por encima de las copas de los árboles se divisaban algunos de los desvencijados esqueletos de metal que rodeaban aquel pequeño oasis verde, y él caviló que probablemente, el lugar en el que se hallaban antaño había sido un pequeño parque en medio de la ciudad. Sobre ellos la inalcanzable y lejana cúpula de Nativity 3A parecía un cielo de metal desconchado, pese a las luces artificiales que seguían alternando los ciclos de día y noche, imperturbables, como si nada hubiera sucedido a ras del suelo.

“Creo que es un buen sitio” pensó él, saltando a la arena con asombrosa agilidad y activando todos sus sensores para captar posibles amenazas. Notaba la urgencia en aquella súplica y sabía que la mujer tenía que descansar, al menos durante el tiempo suficiente como para recobrar las fuerzas…

—¿Quieres que te ayude a bajar? —preguntó, convencido de que pisaban un lugar medianamente seguro.

Una arcada como respuesta le bastó para actuar. El sintético había intentado tener cierto cuidado durante la primera parte de la huida, pese a que en algunos tramos se había visto obligado a saltar, trepar y dejarse caer por alturas peligrosas para seres biológicos. Luego, una vez subidos en el vehículo, la pobre no había parado de gritar, increpándolo de que tuviera más cuidado mientras conducía esquivando árboles, animales y edificios a toda velocidad. Entendía que la humana se sintiera indispuesta, así que con sumo cuidado la dejó en el suelo y la ayudó a mantenerse en pie, captando algunos detalles que lo alarmaron un poco. Su piel presentaba un aspecto ceniciento, incluso escuchaba su taquicardia con total nitidez. Accionó el escáner de sus glóbulos oculares, consciente de que al no ser de origen médico no podrían captar si había lesiones. Por fortuna el bebé seguía respirando y su corazón parecía estar mucho mas calmado que el de su madre… “Es un milagro” pensó de nuevo, esbozando una sonrisa.

—¿Llevas agua encima? —le preguntó.

La chica lo miró unos segundos y asintió con un gesto de cabeza, señalándose a la espalda.

JAK descubrió una mochila infantil junto al carcaj, tan vieja y remendada que parecía ser realmente antigua. Observó el descolorido estampado de la tela, compuesto por divertidas abejas y al tocar la cremallera una imagen le nubló la mente durante un segundo, logrando que su mano se quedara paralizada en el aire. Vio a dos chavales bonitos de cabello dorado, uno adolescente y el otro menor de diez años, elegantemente vestidos para asistir a una fiesta de lujo. El mayor se aflojaba la pajarita del esmoquin frunciendo el ceño, mientras el pequeño sonreía sin parar. Una riñonera con unos dibujos similares le colgaba de la cintura, contrastando con la ropa de gala…

El androide volvió en sí y sacó la botella de plástico rígido. Luego la olió con precaución, preguntándose de dónde había sacado el agua y si era apta para consumo. Nativity conservaba gran parte de su infraestructura, aunque en muchas zonas debía estar dañada por el desuso y los numerosos incidentes, no exentos de explosiones, sobre todo en los inicios del brote cybervírico.

—Toma —le dijo mientras le tendía el recipiente—. ¿Estás segura de que es potable?

La chica le dedicó una mueca desdeñosa antes de cogerla y tras quitarle el tapón comenzó a beber. Unos tragos después tosió y vomitó una parte del líquido ingerido. Luego vació el recipiente con avidez.

—Estoy bien… —añadió con esfuerzo, antes de que él abriera la boca.

—Capto un alto índice de ansiedad.

Ambos cruzaron una significativa mirada.

—Somos fuertes, se me pasará —dijo la mujer ya más recuperada, acariciándose la barriga con un cariño reverencial.

Su cara adoptó una expresión de extrema tristeza mientras lo hacía, como si supiera que su bebé iba a nacer condenado a morir pronto. De haber sido humano, el androide hubiera sentido mucha pena, estaba seguro.

—¿Por qué me ayudas? —quiso saber ella entonces, estudiando a aquel robot atípico que parecía casi un hombre real, salvaguardando el detalle de los cuatro brazos y algunos remaches. Nunca había visto a ninguno que mostrara conciencia, pese a que seguía sintiendo cierta desconfianza.

El sintético le dedicó una radiante sonrisa.

—Te lo dije antes, no soy un infectado —contestó, terminando de examinarla—. Bien, parece que tus constantes vitales vuelven a estabilizarse lo suficiente como para continuar. El caos que hemos provocado hace un rato habrá atraído hacia allí de todo, algo que nos viene de perlas, pese a que sospecho que esa ventaja no durará. ¿Te encuentras mejor?

—Creo… Creo que sí… Aunque conduces ese trasto como un loco…

—No es un trasto. Es de lo mejor que encontrarás en este desastroso lugar. ¿Nunca habías visto ninguno?

Ya más recuperada, la mujer se acercó a la motocicleta voladora y tocó la chapa, contemplando su maravillosa forma aerodinámica. Su grupo siempre había logrado hacerse con algún vehículo, pero ninguno era tan impoluto como aquel. Le pareció precioso, pese a no estar dispuesta a admitirlo.

—Mi padre… —comenzó a decir con la voz temblorosa—. Mi padre arreglaba algunos autos eléctricos para movernos más rápido, pero todos los que encontrábamos operativos estaban hechos polvo.

—No te ofendas, pero me alegro de saber que eres inteligente. Encontrar electricidad es relativamente fácil si sabes donde buscar.

Ella frunció el ceño.

—Es mejor que no perdamos más tempo aquí y vayamos a mi refugio. No te preocupes, es un sitio seguro, te lo garantizo.

La chica volvió a escrutarlo entornando los ojos.

—¿Tengo alternativa?

—Ninguna.

La joven frunció el ceño y permitió que el sintético la ayudara a subirse en la parte trasera del asiento. No obstante, cuando éste se disponía a sentarse pareció pensárselo mejor y se quedó allí de pie, mirándola fijamente.

—Pero antes de nada me gustaría saber como te llamas, si tienes nombre.

La humana se quedó perpleja al oír la pregunta. Sonó un pequeño crujido no muy lejos de su posición y comenzó a mirar alrededor como una loca. La idea de irse sola ya no le parecía tan factible.

—¿Ahora? ¿Es que no has oído nada? —respondió, cada vez mas tensa.

—Me parece un buen momento, sí. Y no te preocupes, son ardillas.

En ese instante un animal precioso salió de entre los árboles y trepó por uno de los troncos, antes de esfumarse.

—¡Está bien, está bien! —exclamó ella, dándose por vencida—. Me llamo Belén, pero todos me llaman… —durante unos segundos se quedó en silencio, afectada. Necesitó pensar antes de proseguir hablando—. Me llamaban Bel.

—Encantado de conocerte Bel. Yo me llamo JAK.

—Genial. ¿Nos vamos ya?

Después de ese cruce de identidades reanudaron la marcha, saliendo disparados como un cohete. Al entrar al sector 3 se cruzaron con varios infectados a los que el androide les voló la cabeza con una de las Uzi, sin detenerse y gracias a la mano extra, que no dejaba de apuntar a todo cuanto se moviera a su alrededor.

Cuando llegaron a un punto determinado, la Aeroasyjet300 comenzó a detenerse otra vez, hasta quedar totalmente quieta.

—¿Ves ese edificio de allí? —preguntó él entonces, señalando algo con el dedo, reprimiendo una sonrisa. Una de sus armas había desaparecido misteriosamente durante el descanso y sabía perfectamente donde se hallaba. Es más, notaba como se le clavaba en la espalda.

La mujer fijó la vista en el lugar indicado, descubriendo un bonito edificio de cuatro plantas que brillaba como una joya perdida, rodeada de abandono, desolación y deterioro.

—¿Ese es tu refugio? —soltó ella, impresionada.

—Tardé cincuenta años en sellar las entradas y dejarlo a mi gusto. Antiguamente eran unos grandes almacenes de lujo, cuando el sector financiero se encontraba aquí, durante los cincuenta de Nativity. Imita el estilo renacentista, pues su arquitecto era italiano, un país de la tierra… Y puedes dejar de apuntarme con mi Uzi robada, gracias. Si hubiera querido matarte ya lo habría hecho hace rato.

Bel soltó una risita.

—Todavía no me fío de ti JAK, aunque admito que apuntas buenas maneras.

—Ya, claro.

Continuaron avanzando tan veloces como una bala, hasta llegar al imponente edificio. Visto de cerca, a la joven le pareció un palacio digno de los cuentos que su madre le contaba por las noches…

A partir del segundo piso todas las fachadas estaban pintadas de un tono celeste y brillante, con marquesinas en las ventanas de color blanco. Hasta tenía terrazas repletas de cuidadas plantas, que le otorgaban un aire de ensueño.

—¿Bonito eh? —dijo el sintético—. Coge mi pistola y agárrate bien a mi cintura.

La joven aceptó el arma sin entender lo que acababan de decirle y comprobó como los brazos que le salían de la espalda se contorsionaron en un ángulo extraño a su alrededor, empujándola contra su cuerpo, como si pretendieran ajustarla a modo de cinturón. Entonces el androide giró la Aeroasyjet300 y retrocedieron unos metros, volviendo a alejarse.

Ella aguardó silencio, expectante, y cuando se disponía a preguntar el vehículo volvió a detenerse.

—Es extraño pero… —se animó a hablar—. No he visto puertas…

El androide soltó una risita.

—Eso es porque no las hay —contestó, mientras volvía a encaramarlos en dirección al edificio—. Vamos a llegar volando, más o menos. Te recomiendo que cierres la boca, porque puede desencajarse…

Al escuchar eso Bel abrió mucho los ojos. Entonces sonó un pequeño siseo y supo que él había activado algo. De repente una luz azulada y eléctrica relució en la parte baja de la motocicleta, tiñendo las piernas de ambos con su bonito resplandor, y captó que algunas partículas y piedrecitas flotaban ligeramente del suelo… No tuvo más tiempo para pensar…

La Aeroasyjet300 salió despedida hacia delante a una velocidad tan vertiginosa que parecía imposible en un cacharro como aquel. Ella pensó que se iban a estampar contra la pared cuando en el último segundo se alzó el morro y comenzaron a correr en vertical, por la pared, hasta llegar a una de las terrazas del segundo piso.

Cuando se detuvieron de nuevo y JAK apagó el motor, ella parpadeó varias veces y comenzó a gritar apuntando al conductor en la cabeza con las Uzis…

—¡SERÁS HIJO DE PERRA! ¡CASI NOS MATAS DEL SUSTO, JODIDO CABRÓN!

De golpe la chica sintió un intenso mareo y perdió la visión, todo se volvió oscuro…

—¡BEL! ¡BEL! —oyó que la llamaba, antes de perder la consciencia…

Las imágenes se volvieron brumosas. La mujer percibía que la mojaban con agua caliente, antes de volver a desvanecerse durante unos instantes… Abrió los ojos… Ahora notaba un intenso dolor… Su bebé…

—¡Tranquila, tranquila, te estoy lavando —le decía JAK desde las sombras—. Todo va a ir bien…

Se hizo el silencio y la oscuridad. Entonces ella notó algo distinto, como la llevaban en brazos, cubierta por una tela de tacto delicado.

—¿Dddonde estoy? —logró preguntar con un hilo de voz.

—Voy a introducirte en una estación médica, no te preocupes, todo va bien.

—¿Unnna queeee?

Se desmayó de nuevo. Al recuperar la consciencia descubrió que se hallaba metida en una cápsula de cristal. Unas luces recorrían su cuerpo desde los pies a la cabeza, se sentía débil e ingrávida… Cerró los ojos…

Me llamo Ramón Márquez Ruiz y soy escritor, diseñador gráfico e ilustrador. Bienvenidos a Novelesco. Si deseas saber más cosas sobre mi, clica abajo. Muchas gracias por leerme ; )

N.A.T.I.V.I.T.Y PRIMERA PARTE

N.A.T.I.V.I.T.Y PRIMERA PARTE

Seres de luz Blog se complace en presentar la primera parte de N.A.T.I.V.I.T.Y, un relato escrito para estas fiestas. La idea surgió a través del RINCÓN DE CABAL y uno de sus ejercicios creativos, que consistía en mezclar cinco ingredientes para formar un escrito: El primero y como eje central, la Navidad, como ubicación la Luna, y además añadiendo un portal de Belén, un reno y una última cena. En mi caso he decidido dividir mi relato en partes, pues pensé que la idea tenía potencial para ser desarrollada con un poco de holgura. No suelo escribir ciencia ficción pero ahí va, espero que os guste ; )

Base lunar N.a.t.i.v.i.t.y, 23 de diciembre, año 3014. Sector 4A

“No me lo habéis puesto fácil” pensó JAK, estudiando durante un instante los cuerpos inertes en el suelo, para centrarse en uno que parecía mirarlo con ojos apagados. De un agujero en el entrecejo, aún humeante, le manaba un líquido rosa fluorescente de aspecto viscoso y aromático, que le trajo recuerdos del pasado. Aquel siempre había sido uno de los rasgos distintivos de los androides del modelo ACELL1120, junto a un precioso envoltorio que ocultaba a unos malditos psicópatas capaces de lo peor. La pobre diablesa conservaba muchas partes de la carcasa original, algunas melladas y desconchadas, que otrora le habían concedido el aspecto de una hermosa jovencita humana, diseñada para dar placer a hombres o mujeres de alto poder adquisitivo.

“Las cosas han cambiado muchísimo en apenas un siglo” reflexionó él, permitiéndose el lujo de hacer un barrido en el tiempo durante un nanosegundo. La esplendorosa Nativity, construida para ser una perfecta utopía, no acabó siendo la panacea que se esperaba pues incluso en los buenos tiempos, seguía habiendo estratos separados por distritos que definían a las diversas clases sociales. Pese a ello, se vivía mucho mejor allí que en un planeta sobresaturado, sumergido en una crisis mundial absurda. O al menos así fue durante doscientos años, hasta que apareció el maldito virus que lo jodió todo al extenderse como una plaga, afectando a todas las inteligencias artificiales. Fundir las tres leyes de la robótica para suplantarlas por la orden de aniquilar a los seres humanos provocó un caos indescriptible, que acabó por exterminar a las millones de personas que vivían en ella y en apenas unos pocos meses, arrebatando a la base el privilegio de ser un arca de vida para transmutarla en una cuna de muerte.

Había algunos datos recogidos por estaciones científicas que indicaban la existencia de un escaso grupo de supervivientes nómadas, pero JAK lo creía improbable. A su mundo lo componían ruinas, como las de aquel restaurante para antiguos ricachones en una de las áreas mas privilegiadas, reservada para la élite de una extinta sociedad. Todavía quedaban vestigios de la ultima cena de navidad que se estaba celebrando cuando un ejército de infectados empezó la masacre.

La imagen de una mujer siendo estrangulada por los intestinos de su marido, a manos de un ACEL1120 disfrazado de Papá Noel lo sacudió con rudeza…

“Locos tiempos hijos de perra” se dijo el sintético, barriendo el recuerdo. Pisó algo duro que se quebró bajo sus botas, provocando un desagradable crujido que rompió el silencio como un cristal. Instintivamente miró al suelo, dándose cuenta de que se trataba de un cráneo humano. Aún había esqueletos diseminados por doquier, que seguían conservando joyas y rastros de engalanados ropajes. Sorteó los cuerpos y preparó sus Uzi híbridas, con los dedos bien calados alrededor de los gatillos.

Un gigantesco abeto presidía el centro de la sala, aún decorado con polvorientas bolas de cristal. El árbol transgénico había sobrevivido todo aquel tiempo creciendo cada vez más, hasta reventar el techo del edificio y llegar al segundo piso. JAK lo rodeó con cuidado, preparado para cualquier sorpresa desagradable. El virus había acabado con la inteligencia racional de casi todos los robots de las series 1000 a las 3000, volviéndolos peores que los animales salvajes escapados de los zoos, que poblaban algunas zonas de Nativity. Parecían zombis mecánicos sacados de una película de terror antigua, de las que había visto en la cineteca que guardaba como un tesoro en su refugio. Atacaban a cualquier cosa que se moviera con un afán destructor insuperable, más aún con los no infectados que tuvieran una apariencia humanoide, como por ejemplo él.

De golpe percibió una ligera alteración del aire y se lanzó a un lado esquivando un disparo. Se sucedieron confusos intercambios de letales haces de luz, hasta que rápidamente echó a correr unos metros y saltó sobre una barra de bar, de aspecto sólido, parapetándose tras ella. “Ha de ser un Vaultboy, un Snipper o un Buscador” caviló. Esos eran algunos de los pocos que aún sabían usar armas, constituyendo una amenaza en potencia al tratarse de androides militares.

Ese tipo de unidades no solía explorar nuevos territorios, quedándose como norma general en los alrededores del sector 9. Pero allí estaban, obligándolo a resguardarse tras un viejo muro… Entonces captó un parpadeo en los indicadores de sus uzi y los contempló incrédulo. “Mierda” pensó, activando el modo manual al ver que en los iconos de las baterías no quedaba ninguna rayita, arrepentido de haber dejado su arsenal en el refugio.

Se hizo el silencio.

—¡Venga! —gritó, intentando determinar la dirección de la respuesta con sus oídos sónicos, al mismo tiempo que activaba el escáner. Cerró la mano con fuerza en torno a una de las granadas que siempre llevaba colgadas del cinturón, dispuesto a tirarla…

Pum pum pum pum pum pum pum

 “Parecen latidos” pensó perplejo. Era imposible.

—¡Alto el fuego! —le llegó una voz femenina—. También soy humana, no dispares…

“Que co…”. JAK asomó la cabeza y amplió el espectro. Una chica de verdad había salido de su escondite y lo miraba en la distancia, con una pistola láser en la mano derecha. Su otra extremidad reposaba con cuidado sobre su abultado vientre, como si lo protegiera, mostrando un claro indicio de su avanzada gestación…

Pum pum pum pum pum pum pum pum

 “Es un milagro” pensó él asombrado, al captar con nitidez los dos corazones en aquel cuerpo de apenas treinta años de edad.

—¡Hola! —lo saludó ella, esbozando una sonrisa mientras se acercaba poco a poco—. Es maravilloso encontrar a alguien de carne y hueso, comenzaba a estar desesperada…

El sintético sacó el torso fuera y se quedó inmóvil, esperando a que sucediera lo inevitable. Pese a poseer facciones realistas, de cerca se veía claramente que su cuerpo era artificial debido a algunos parches que se había visto obligado a ponerse tras algunos accidentes.

La joven dio unos pasos más, casi relajada, hasta que su expresión cambió antes gritar. Luego lo encañonó con su pistola.

—¡Eres un robot!

—Sí y no.

—¡¿PUEDES HABLAR?!

—Claro que puedo hablar.

Ella presentaba un aspecto muy sucio, rozando lo salvaje. Iba vestida con una mezcla de pieles y ropa remendada, de aspecto militar. Hasta llevaba un arco y un carcaj colgado de la espalda.

—No soy pe–li–gro–so —se explicó JAK muy lentamente. No estaba seguro de su nivel de inteligencia, ni de cuanto conocimiento tenía sobre lo que sucedía en realidad.

—¡BASTARDO HIJO DE PUTA! —le chilló la humana, histérica— ¿¡ENCIMA TE PIENSAS QUE SOY TONTA!? ¡NO JUEGUES CONMIGO!

—¡De acuerdo, de acuerdo! Escúchame, no estoy infectado y quiero que te calles porque si no lo haces, vas a atraer a más de esos cabrones que ves por aquí tirados en el suelo. Los he cazado yo y precisamente, ahora no es que vaya muy bien armado.

La mujer lo miró intrigada, antes de fruncir el ceño.

—¡VETE AL INFIERNO!

JAK logró esquivar otro haz de luz verde, agachándose a la velocidad del rayo para volver a refugiarse. Siguieron sucediéndose los disparos hasta que la barra quedó hecha añicos, levantando una intensa nube de polvo que los cubrió a los dos.

La chica tosió, retrocediendo mientras se tapaba la nariz y la boca con la mano libre, entornando los ojos. Entonces reparó en que su arma se había quedado sin batería.

—¡Maldita sea! —exclamó.

Él aprovechó la ventaja para esconderse cerca del frondoso abeto, viendo por el rabillo del ojo como la mujer sacaba el arco y lo cargaba con una flecha. Al instante notó algo extraño en la punta, distinguiendo un pequeño cargador… “¡Son explosivas!” pensó, llegando a la conclusión de que sí era inteligente, al fin y al cabo.

De golpe algunos de los sensores que había dejado con anterioridad alrededor del restaurante se activaron, mandándole imágenes directamente a los glóbulos oculares. Un centenar de ACELL con muy malas intenciones venían a por todas… “Esto se está poniendo muy jodido…”

—Escucha —dijo JAK, intentando parecer convincente—. Han entrado intrusos en nuestro perímetro, necesito que te agaches y te quedes quieta. No voy a hacerte daño, lo juro…

—¡CLARO QUE SÍ!

La mujer iba a añadir algo cuando escuchó un crujido y por instinto, apuntó en esa dirección con el arco.

—¡MIERDA! —soltó, al ver que un androide de ojos rojos se le acercaba a toda velocidad, armado con un hacha de aspecto oxidado. La flecha lo alcanzó en la frente, volándole la cabeza con una pequeña explosión.

El sintético saltó de su escondite y se aproximó a la humana, disparando a los infectados intentando mantener un perímetro de seguridad a su alrededor. No se podía permitir el lujo de que lograran acercarse demasiado a ella, ya que podría salir herida a causa de la metralla que desprendían los robots al ser alcanzados.

—¡TE HE DICHO QUE TE TIRES AL SUELO!

La chica le dedicó una mirada inquisitiva y se agachó, permitiendo que él pasara los brazos sobre su cabeza, rociando de balas en todas direcciones. Luego volvió a apuntar el arco y continuó lanzando flechas a diestro y siniestro, a toda velocidad…

Los androides caídos fueron amontonándose a su alrededor hasta fabricar un pequeño muro. Aquello no deparaba nada bueno.

—¡ME HE QUEDADO SIN FLECHAS!

Al escucharla, JAK tuvo una idea y le lanzó las pistolas.

—¡NECESITO QUE DISPARES A TODO CUANTO SE MUEVA! —le gritó bien alto, empezando a desvestirse.

La mujer contempló las Uzis un poco anonadada.

—¡OBEDÉCEME!

Cuando dejó su torso al descubierto comenzó a buscar las piezas que necesitaba entre los robots caídos y tras escudriñar un momento, arrancó un par de brazos que parecían en buen estado. Tras comprobar sus articulaciones miró los anclajes con ojo experto y se los fue insertando en unas ranuras retráctiles que tenía en la espalda, a la altura de los omoplatos y el pecho. Cuando hubo comprobado que podía moverlos abrió su mochila e introdujo unos cuantos restos seleccionados a toda velocidad mientras la chica disparaba sin parar, demostrando una puntería excelente. Cuando la hubo llenado metió la chaqueta dentro, la cerró y se la colgó del hombro, antes de arrebatarle a la mujer las pistolas. Había tardado diez segundos en prepararse.

—¡JOODER! —exclamó ella al ver el cambio físico.

—¡VOY A COGERTE Y QUIERO QUE TE AGARRES BIEN!

—¡¿QUÉ?!

JAK lanzó las pistolas al aire y las agarró al vuelo con sus nuevas manos, antes de empezar a disparar. A continuación ayudó a la chica a subirse a su espalda, la aseguró con uno de sus brazos libres, colocándolo en un ángulo que para una persona hubiera sido imposible y saltó hacia el abeto, reventando todo cuanto tuviera delante.

La mujer gritó de la impresión y se agarró con fuerza alrededor de su cuello. Cuando habían empezado a ascender el árbol, un torrente descontrolado de robots infectados irrumpió en la sala por todas partes. Entonces él cogió impulso para ganar velocidad y tiró dos granadas, que cayeron de forma vertical hasta desaparecer bajo la masa de androides.

Al llegar al segundo piso y avanzar en línea recta hacia delante contó cinco segundos, aceleró y saltó al exterior a través de los ventanales rotos… Se escuchó una intensa detonación y a sus espaldas, el edificio estalló en pedazos…

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